—Para nosotros Uruguay es un país muy importante, sin duda más importante de lo que a primera vista pudiera parecer por la población que tiene. Es un país que ha sido siempre un ejemplo de democracia, de estabilidad, de construcción de un Estado de bienestar en América Latina. Nuestro trabajo lo miramos con una doble perspectiva: por un lado, lo que la ONU puede ofrecer a Uruguay y, por otro, lo que Uruguay puede ofrecer al mundo de sus buenas experiencias.
—¿Cómo llevarlo a la práctica?
—Acabamos de firmar con el gobierno un marco de cooperación, que es más o menos las prioridades sobre las cuales vamos a trabajar en el país. Y en ese marco estamos esbozando algunos temas que creemos que van a ser muy importantes. Claramente, la ONU puede ayudar a Uruguay a construir esa mirada a futuro, esa mirada en temas económicos muy importantes de inserción internacional, esa mirada en temas sociales con los retos que plantea el Covid, esa mirada ambiental con los compromisos de cambio climático. También en la educación para el empleo del futuro y para mejorar en general aspectos como la educación secundaria, que tiene desafíos importantes.
—¿La educación será una prioridad para el trabajo de la ONU?
—Llevo aquí dos meses nada más, todavía estoy en una fase de escuchar mucho a la gente, pero la reforma de la educación es el tema que todos los actores con los que he venido conversando han puesto sobre la mesa. Entonces, cuando uno tiene la oportunidad de dialogar con un amplio elenco de personas en la sociedad y todos consideran que una reforma educativa, particularmente en secundaria pero no solo en ella, es necesaria, es importante, es por algún motivo. Si uno mira a Uruguay, hay algunos indicadores donde no ranquea tan bien y uno de ellos es en deserción en educación secundaria, es uno de los temas donde evidentemente hay una dificultad y hay que abordarlo.
—¿En qué áreas Uruguay puede ser un ejemplo a seguir?
—En este momento, con toda la convulsión social que tienes en la región, demandas de mayores oportunidades educativas, de salud, de pensiones, etcétera, Uruguay se transforma en un referente, tiene mucho que compartir en ese frente.
En un contexto como el actual, con la cuarta revolución industrial, con todos los cambios que hay en el medioambiente, Uruguay podría posicionarse, y ya se está posicionando, como un país que ha optado por el desarrollo sostenible y la sostenibilidad. Apostar fuerte a eso no solamente le permitirá lograr las metas internacionales, sino también, seguramente, atraer inversión, atraer financiamiento, porque eso es lo que están pidiendo los mercados cada vez más.
—¿Uruguay está bien parado en esa carrera por la sustentabilidad y por atraer inversores con ese perfil?
—Arrancó bien. Tiene una matriz energética bastante limpia, es un país que tiene compromisos bastante sólidos en materia de cambio climático, es un país que tiene un montón de producción agraria y que ha adoptado algunas prácticas bastante sostenibles. Lo que pasa es que el discurso de la sostenibilidad tiene muchas facetas, entonces creo que todavía hay retos, el tema es cómo asumir esos retos, minimizar los desafíos y multiplicar las oportunidades. Es ahí donde creo que la ONU puede aportar, primero a discusiones amplias y luego, técnicamente. Uruguay tiene ventajas comparativas. Si tienes una matriz energética limpia, el que venga a invertir aquí puede decir que está respetando consideraciones ambientales y que, por lo tanto, su matriz energética es limpia. Creo que Uruguay está bien asentado, pero no es un esfuerzo terminado, es un esfuerzo en el que está avanzando, pero hay todavía cuestiones para trabajar para que ese relato, esa narrativa sea completa e integral.
—Uno de los temas que surgió últimamente fue el de la producción agropecuaria y su impacto por la emisión de metano.
—La sustentabilidad de la producción agraria siempre es un tema. Creo que aquí está bastante diversificada, Uruguay tiene condiciones ambientales buenas para dicha producción, pero hay muchas materias de producción y de exportación y no todas son iguales de sustentables. Entonces, el tema es poder pensar en el mediano y largo plazo. Y tampoco hay que circunscribirse a la producción agraria, porque Uruguay es un país con alto nivel educativo y debiera pensar, por ejemplo, cómo se va a insertar en la dinámica de servicios tecnológicos en la región y en el mundo. En principio, es un reto para el país y es una oportunidad pensar en un abanico de producción económica que trascienda la agricultura, siendo la agricultura muy importante, también tiene sus límites en términos de la sustentabilidad y si quieres cumplir esos límites, tienes que ver qué otros temas te pueden abrir vías de inserción internacional.
—Se ha discutido acerca de la sustentabilidad, algunos voceros del sector agropecuario dicen que Uruguay está bien. ¿Hay interlocutores para esa discusión?
—Nosotros siempre encontramos interlocutores. Hay discusiones en todos los países, más fáciles y más difíciles. En general, las mejores discusiones se dan en silencio y alejadas de los focos, ¿no? Creo que ahí es donde nos encontramos muchas veces más cómodos. Más allá de que uno ranquee bien o mal, todos los países tienen retos, ¿no? Y por ahí queremos ir. Nosotros, por ejemplo, estamos apoyando el tema poscovid y vamos a compartir con el gobierno algunas recomendaciones, pero no es porque pensemos que Uruguay esté particularmente mal, todos los países están viendo qué hacer en el poscovid.
—El tema de la sustentabilidad está en el centro de la COP 26. ¿Tiene expectativas?
—En el tema del medioambiente, seguimos yendo a una velocidad muy lenta para lo que queremos resolver. En la COP 26 está en discusión si queremos resolverlo o seguir comprometiendo el futuro de generaciones venideras. La ventaja es que algunos países, como es el caso de Uruguay, si hacen las cosas bien desde el punto de vista ético, también, en parte, pueden beneficiarse siendo pioneros en una transformación del mundo que se viene.
—Usted decía que van a hacer sugerencias al gobierno en temas poscovid. ¿Cuáles serán?
—En primer lugar hay que decir que la pandemia no ha terminado. Aunque estemos mejorando, la pandemia está todavía ahí y estamos lejos de cantar victoria. En cuanto a la recuperación, asumiendo que no vamos a ir para atrás con la pandemia, la recuperación no puede medirse solamente con criterios económicos. Son criterios muy importantes, tenemos que ver cómo se recupera el PIB, tenemos que ver cómo se recupera el empleo, pero hay que ver más cosas. Hay que ver si ese empleo que se recuperó, cómo se recupera a nivel de género, si ha provocado nuevas desigualdades entre el hombre y la mujer, o a nivel étnico, o a nivel geográfico. Porque las medias esconden cosas, entonces, puede ser que hayamos recuperado el nivel de empleo, pero que haya nuevos grupos de gente que requieran una atención particular; pienso, por ejemplo, en el aumento de la población en la calle. El último censo que se hizo muestra que hay una serie de personas que han entrado en situación de vulnerabilidad y que de repente no es tan fácil que se sumen al empleo y pueden requerir una política particular.
Además, hay otras dimensiones. Educación, por ejemplo. Tendríamos que saber, todavía no tenemos claridad en eso, cuántos niños han quedado por fuera del sistema o están en riesgo de quedar fuera del sistema. Tenemos que ver cómo ha caminado el tema de violencia de género, hay algunos datos preocupantes, hay que evaluarlos bien, porque en todo el mundo ha habido un problema con esa situación. Hay temas de salud mental que tenemos que mirar muy bien. No sabemos, en realidad, cuál ha sido el impacto de la pandemia en la salud mental, pero tenemos algunas señales que son preocupantes en un país que, de por sí, tiene una problemática en materia de salud mental. Entonces, tenemos que estar mirando todas esas dimensiones para poder decir “nos hemos recuperado de la pandemia”. Y a eso tendríamos que sumarle otro elemento: si uno mira la línea temporal, la recuperación se va a dar, idealmente, en los próximos dos o tres años, pero nosotros hablamos de los objetivos de desarrollo sostenible que van al 2030; es decir que la manera en que nos recuperemos va a determinar si logramos o no los objetivos de desarrollo sostenible. Entonces, la recuperación tiene que ser incluyente y tiene que ir en paralelo con profundizar esa vía de la economía verde.
—¿La recuperación está siendo incluyente?
—No tenemos datos concluyentes. Vemos que ha habido una mejora del empleo, pero lo que vamos a estar recomendando —es una conversación que vamos a tener— es cómo medir esas variables para poder decir “en esto estamos avanzando o no”. La medición es compleja, entre otras cosas, porque nunca en la historia se nos ha dado una recuperación de este tipo, entonces, la manera que tenemos de medir esto no está escrita perfectamente. Estamos muy acostumbrados a medir las cosas con criterios muy económicos y estamos aprendiendo que el PIB es una gran herramienta, pero que mide lo que mide y hay cosas que no mide, y una de ellas es, por ejemplo, la recuperación poscovid. Lo económico es central, pero no es lo único. Lo importante para Uruguay es que la crisis acabe generando una oportunidad, que la salida de la crisis no sea en falso y que alguna de las brechas que existían antes se puedan ir cerrando.
Aprovechando que hablamos de eso, quisiera mencionar que uno de los temas que a mí me sorprendió fue que en un país que ha dado tantísimos pasos en materia de desigualdad, sin embargo en materia de género uno sigue viendo disparidades importantes, y muy particularmente en el plano político. Es un tema que, más allá del Covid, hay que prestarle atención, porque la igualdad en el ejercicio de la política va a permitir también que en otros planos de la sociedad progresivamente se vaya dando ese espacio.
- Recuadro de la entrevista
Sin “retroceso” visible