En la mañana del jueves 14 de enero cuatro científicos uruguayos pisaron tierra en la isla Rey Jorge, donde está ubicada la Base Científica Antártica Artigas (BCAA). Al llegar a la base uruguaya dejaron su equipaje en las habitaciones y se pusieron a trabajar.
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El primer paso fue equipar el laboratorio. Debieron trasladar desde Uruguay los instrumentos y aparatos necesarios para trabajar, porque el “laboratorio” de la base no es más que dos salas vacías. Su equipamiento fijo es una pileta y una heladera que se adquirió hace unos años con dinero que se obtuvo por el trabajo de investigación de una científica.
La Dirección de Ciencia y Tecnología del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), el Instituto Clemente Estable y la Facultad de Ciencias han manejado diversas propuestas para equipar definitivamente el laboratorio, pero por el momento no hay dinero para hacerlo.
Una vez instalados los equipos, los científicos especializados en microbiología salieron a tomar muestras de agua, musgos, algas, en busca de bacterias, levaduras y hongos, todos insumos fundamentales para los trabajos de investigación. En la Antártida habitan organismos adaptados al frío y a la alta radiación UV, algo que a los investigadores les resulta muy atractivo para utilizar en áreas muy variadas, desde la salud hasta lo industrial.
Los trabajos de día incluyeron largas caminatas para tomar las muestras en diferentes áreas de la isla. Este trabajo en microbiología es crucial, porque la elección del lugar, las condiciones y la forma de tomar la muestra condicionan todo el proyecto, según informaron a Búsqueda investigadores del área. Alternaron ese trabajo con las tareas de limpieza requeridas por la base. Los investigadores se quedaban despiertos trabajando en el laboratorio hasta la madrugada para analizar la mayor cantidad de muestras posibles. El tiempo fue corto y el trabajo intenso, hasta que el domingo 17 tocó partir.
Las muestras del área de microbiología son delicadas y deben ser mantenidas en condiciones muy estables de frío, ya que variaciones mínimas las pueden afectar. Si se alteran, corre peligro todo el trabajo de investigación. Por eso los científicos intentan procesarlas rápidamente y, cuando no dan abasto, tienen que hacerlas llegar a Montevideo lo más rápido posible.
Armaron su equipaje personal y el del laboratorio ese domingo. En ese momento se enteraron de que las muestras quedarían varadas diez días, ya que no había lugar para ellas en el vuelo de regreso. Según las fuentes consultadas, esto hubiera implicado la pérdida absoluta de las muestras, lo que ponía en peligro todo el trabajo realizado.
Las fuentes afirmaron que hubo “serias dificultades” para que a los científicos se les garantizara el retorno en tiempo y forma de las muestras a Montevideo. A medida que transcurren los días la “diversidad microbiológica” de las muestras se va perdiendo. Además, la cadena de frío no está asegurada durante el almacenamiento en el galpón y el transporte en avión, lo que hace que la muerte de los microorganismos adaptados al frío se acelere. También habilita el crecimiento de otros microorganismos adaptados a climas más cálidos que no interesan a los investigadores.
Luego de insistir, los científicos lograron que la Fuerza Aérea llevara en su vuelo un equipaje reducido, que tenía exclusivamente las muestras de los investigadores. A ellos les preocupa que las campañas científicas puedan verse “frustradas” por falta de apoyo del Ministerio de Defensa encargado de la logística, dijeron las fuentes.
Difícil.
Los científicos viajaron en esta oportunidad junto a visitantes y autoridades. El jueves 14 Búsqueda informó sobre la salida del viaje hacia la base uruguaya en la Antártida, denominado “vuelo vip” por el Ministerio de Defensa. En él viajaban un abogado, una secretaria y una escribana de los ministerios de Defensa y Economía, y autoridades del Instituto Antártico Uruguayo (IAU). Solo hubo cuatro lugares para investigadores.
Un integrante de la delegación científica manifestó que durante ese viaje hubo en la BCAA “de forma sistemática, un trato diferencial negativo para los científicos respecto de otros visitantes” y “las autoridades presentes tampoco mostraron interés alguno por asegurar, ni tan siquiera por facilitar, la tarea científica durante la campaña”. “Fue difícil entender el lugar en el que se nos concebía allí”, añadió.
Según científicos consultados por Búsqueda, lo ocurrido en ese vuelo de enero no sorprende, porque ya han ocurrido antes problemas en los que se deja entrever la falta de apoyo a la investigación en la base antártica.
En respuesta a la información publicada por Búsqueda el jueves 14, el ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, envió una carta al semanario en la que aseguró que el IAU “equipa, opera y mantiene” las instalaciones de la BCAA con “recursos provistos exclusivamente” por Defensa, que abastecen a los científicos y que han promovido “los trámites que permitieron que la Dirección Científica actualmente cuente con 19 proyectos recientemente aprobados”.
Son integrantes de cuatro de esos proyectos los que viajaron en el vuelo de enero y lidiaron con las dificultades mencionadas.
Según el Tratado Antártico, que rige en todo el continente, es un territorio que tiene fines científicos. Sin embargo, a los investigadores les ha costado encontrar su lugar en la base uruguaya y se les hace difícil incluso conseguir sitio en los vuelos para poder acudir a investigar, algo que desde la Dirección de Ciencia y Tecnología del MEC reconocen como preocupante.
En el libro “Terra ignota, historia de Uruguay en la Antártida”, el periodista Matías Castro relata que “por debajo ha corrido una tensión no declarada entre científicos y el personal militar que opera la base y dirige el instituto”. Sostiene que esa “tensión no es constante y varía según las autoridades responsables del IAU que estén presentes en la base” e indica que, según las consultas realizadas, existe “un trato desparejo hacia los científicos”. Hubo “experiencias en las que los científicos volvieron a Montevideo con la percepción de que sus requerimientos no habían sido atendidos con la prioridad que ellos esperaban”, escribió Castro.
Sencillo nunca.
Científicos consultados por Búsqueda comentaron que el relacionamiento entre los científicos y el IAU “nunca fue sencillo”. Es un tema de larga data y falta “entendimiento” sobre cuál es el trabajo científico que se va a hacer allí. Las experiencias son variadas. En ocasiones sienten que se les apoya por “obligación”, ya que no hay una compresión cabal de los funcionarios del Ministerio de Defensa sobre la importancia de la actividad científica. En otros casos el personal de la BCAA y la tripulación del barco que acude a la Antártida estuvieron muy dispuestos a colaborar con los científicos, pero falta “apoyo de arriba” para tomar decisiones que afectan al trabajo científico y necesitan el aval de las autoridades para llevarlo a cabo.
El apoyo que brinda el IAU para los proyectos consiste en asegurar la ida, la estadía y el regreso a la BCAA. Hasta ahí llega el aporte: el dinero para costear la investigación deben buscarlo en otro lado. Conseguir lugar para viajar es un tema que siempre se termina resolviendo a último momento, lo que complica la planificación del trabajo científico, comentaron a Búsqueda fuentes científicas. Los cupos son dinámicos, incluso días antes de la salida de los vuelos y pese a que los proyectos estén oficialmente aprobados por el IAU meses antes.
En las últimas décadas hubo varios intentos de realizar cambios en la institucionalidad del IAU, que actualmente depende de Defensa. Algunos científicos opinan que tendría que haber un “cambio institucional” en el que la ciencia tenga mayor peso, y que hay una necesidad de tener “límites definidos” entre militares y científicos para que estos últimos no se vean perjudicados por la preponderancia militar en el IAU.
El presupuesto actual del IAU son 32 millones de pesos anuales, lo que cubre un 80% de la operativa antártica de la campaña de verano. El presupuesto anual para Ciencia en 2014 y 2015 fue de un millón de pesos anuales.
Política.
La investigadora Elena Fabiano, jefa del Departamento de Bioquímica y Genómica Microbianas del Instituto Clemente Estable, dijo a Búsqueda que contar con un laboratorio “mínimamente equipado” en la BCAA es una necesidad si se quiere impulsar el desarrollo de la ciencia antártica. Dijo también que para realizar de forma planificada el trabajo “hace falta coordinar los viajes con anticipación”.
“No hay una política clara de desarrollo de la investigación antártica, no sé si hay interés real”, evaluó.
La investigadora Silvia Batista, jefa de grupo en el Departamento de Bioquímica y Genómica Microbianas, opinó que tendría que haber un “sinceramiento” en el ámbito político para definir si se quiere impulsar o no la investigación antártica. En caso de que la respuesta sea afirmativa, habría que exigir reglas claras, por escrito y que se respeten.
Es “necesaria una buena coordinación y articulación científico-militar, tenemos la cabeza diferente”, dijo a Búsqueda Ernesto Brugnoli, investigador del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. Por eso, opinó, hace falta “sentarse y llegar a un acuerdo” y contar con el apoyo de las máximas autoridades para hacerlo.