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La separación de la Iglesia Católica y el Estado uruguayo comenzó en la década de 1860 con la secularización de los cementerios, pero tuvo su consolidación durante los gobiernos de José Batlle y Ordóñez a inicios del siglo XX. “Algunos hablan de san Batlle, que libró a la Iglesia de seguir unida al Estado”, bromeó el nuevo arzobispo de Montevideo, Daniel Sturla, la semana pasada cuando en la presentación de un libro sobre Educación Ciudadana destacó las consecuencias favorables de la laicidad del Estado uruguayo.
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Para Sturla después de la dictadura se han dado “pasos de gigante” hacia una “laicidad positiva” que debe ser aprovechada por la Iglesia para actuar de “puertas abiertas” a la sociedad. En ese sentido, si bien criticó la aprobación de la ley que despenalizó el aborto, sancionada en 2012, opinó que hoy esa conducta “no está totalmente” permitida porque la redacción de la norma es producto de la “transacción típica uruguaya”.
Consultado por Búsqueda, el docente de Antropología Filosófica en la Universidad Católica y de Historia de las Ideas en la Universidad de la República, Nelson Villarreal, afirmó que las primeras declaraciones y gestos de Sturla marcan “un giro” y “un cambio comunicacional” en la Iglesia de Montevideo con respecto del período de su antecesor Nicolás Cotugno. En línea con el papa Francisco, el nuevo arzobispo “dice que la Iglesia tiene algo para decir pero no como imposición”, añadió.
Al respecto, en una entrevista publicada el 28 de febrero en el quincenario “Entre Todos”, editado por el Arzobispado, Sturla explicó: “La Iglesia, es decir todos los bautizados, tenemos que aprender a pararnos a partir de la realidad de la sociedad plural en la que vivimos, donde la Iglesia no es lo u´nico que existe.(...) No somos duen~os de la verdad, sino servidores de la verdad, llamados a respetar a todas las personas, ma´s alla´ de que discrepemos con sus ideas y posturas morales”.
Según Villarreal, el nuevo titular de la Iglesia montevideana “retoma” las propuestas del Concilio Vaticano II en cuanto a “percibir a la tradición católica en una forma dinámica” y relacionada con la cultura vigente. Además, advirtió que “toda visión” dentro de la Iglesia “que unifique lo jurídico, lo dogmático y la tradición de manera estática va hacia una visión de secta”.
“Laicidad positiva”.
Desde que fue designado, Sturla ha tenido una agenda pública muy variada: brindó entrevistas a decenas de medios de comunicación, se reunió con el presidente José Mujica, asistió a la asunción de Sergio Gorzy como presidente del Comité Central Israelita, presentó el libro de un ex alumno del Juan XXIII, colegio del que fue director, y hasta bendijo la sede de Daecpu (Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos Populares del Uruguay).
El arzobispo asumió el 9 de marzo en la Catedral de Montevideo en una misa a la que asistieron Mujica, el vicepresidente Danilo Astori, el senador y ex presidente Luis Alberto Lacalle, el senador y precandidato colorado Pedro Bordaberry, la intendenta Ana Olivera, la presidenta del Frente Amplio Mónica Xavier, Gorzy, entre otros.
“Esta Catedral testigo de tantos acontecimientos históricos de nuestra patria hoy es lugar de encuentro, y de un encuentro histórico, en el marco plural de nuestra sociedad. La presencia del presidente y del vicepresidente son una señal de una laicidad positiva, donde el hecho religioso ocupa un lugar también en nuestra sociedad”, afirmó Sturla durante la homilía.
El arzobispo volvió a referirse al tema de la laicidad semanas después cuando, el jueves 20, presentó “La ignorancia de la ley no sirve de excusa”, un libro de Juan Pablo Pío que es el texto oficial de la asignatura Educación Ciudadana de segundo año de Bachillerato.
En el libro, Pío sostiene que “es de destacar que la historia ha demostrado que tanto para la Iglesia como para los múltiples Estados nacionales ha sido positiva tal separación”. Esa es “una afirmación con la que coincido totalmente”, aseguró Sturla. “El carácter de Estado laico uruguayo no fue siempre tan pacífico, ni fue una solución a la que se llegó con mucha armonía. Fue una solución de transacción típicamente uruguaya que costó muchísimo y que tuvo un carácter diverso”, añadió.
En cuanto a los avances en el modo de entender la laicidad, Uruguay está “dando pasos de gigante”, aseguró Sturla. “Desde el restablecimiento democrático en 1985 hasta ahora, el Uruguay ha dado pasos a lo que algunos llamamos la laicidad positiva. Es decir, que el Estado sea laico no quiere decir que sea antirreligioso, ni arreligioso, o que desconozca el sentido religioso y el hecho religioso como un elemento más de la sociedad”.
El arzobispo aprovechó la oportunidad para criticar un concepto planteado por el autor en su introducción a la tercera edición del libro.“El 2013 se caracterizó por la sanción de normas muy significativas que implicaron una conquista más de derechos individuales y un nuevo ajuste entre norma y realidad. Matrimonio igualitario, divorcio, filiación, nombre, legalización del cannabis, aborto, entre otros, son todos temas que han movido los cimientos estructurales de una sociedad (...). Todos estos cambios, que recibimos con gran beneplácito, nos obligaron a revisar los contenidos de la asignatura”, escribió Pío.
Después de leer ese pasaje, Sturla aseguró que él no recibe todos esos cambios “con igual beneplácito” y en particular mencionó el tema del aborto. Aunque a continuación agregó: “Una cosa es la letra grande de las leyes y otra cosa es la letra chica. Y yo ahí digo: ni el aborto estaba totalmente prohibido antes de la última ley, ni ahora está totalmente permitido. Es decir, ahí entra también esa capacidad de transacción típica uruguaya que nos caracteriza como nación, y que ha hecho que este país —con sus idas y venidas— pueda tener, más allá de esa interrupción tremenda que fue la dictadura, una continuidad democrática y un sistema político que le permite una convivencia ciudadana y pacífica”.