El crédito de carbono “está valiendo cada vez más, hay más oportunidades, el asunto está en darse cuenta cómo hacerse de ese valor, como empresa privada, dueño de un establecimiento, como empresa forestal, entender la dinámica del mercado de carbono, los compromisos internacionales y ubicarse en esa situación”, dijo a Agro de Búsqueda el consultor en cambio climático y desarrollo sostenible, Agustín Inthamoussu.
También se refirió a proyectos que no son de monocultivo, como los de silvopastoreo, tal como los define la Sociedad Uruguaya de Silvopastoreo, con plantaciones de dos o tres filas, callejones muy amplios para el pastoreo y se vuelve a plantar. “Eso es mejor recibido en el mercado de carbono. De hecho hay una regla que delimita a algunos proyectos, pero a estos no”, indicó.
Mercado
Inthamoussu informó que antes de 2018 costaba vender los créditos (un crédito equivale a una tonelada de carbono), y los precios eran de US$ 0,50 o US$ 1 como máximo, “si se lograban vender”. Sin embargo, después de esa fecha cambió el escenario mundial, hubo más preocupación por esta temática y el precio subió. “En 2020 y 2021 se comercializó a US$ 20, y ahora bajó a US$ 16 o US$ 17”, detalló.
Además, comentó que “es muy fácil venderle, por ejemplo, 100.000 créditos de carbono a un trader, que después lo vende al menudeo. El trader lo paga a US$ 17 y lo vende a US$ 20, pero lo difícil es llegar al consumidor final, que paga más pero compra menos, 100 créditos de carbono por ejemplo”.
Nuevas reglas
El consultor admitió que el potencial para desarrollar este mercado en Uruguay “ahora se vio disminuido, por estas nuevas reglas, aunque están en revisión, porque me parece que pusieron en la misma bolsa cualquier proyecto en el mundo”. Planteó que “hay proyectos que en ciertos lugares hacen mal, porque eran de biodiversidad y se talan, luego se siembra eucaliptos y se generan créditos de carbono”. Sin embargo, “acá los proyectos forestales tienen una contribución que vale la pena, por el impacto que tienen en el aumento de la fauna y demás”, sostuvo.
Consideró que cuando se ponen reglas de este tipo “no se está viendo la película completa”, porque una forestación como la de Uruguay “hace que haya oferta de madera en el mercado y permite que se deje de cosechar otro tipo de madera que es bueno preservar”.
Explicó que a través de estos proyectos se suministra fibra corta al mercado, pero tal vez si se le saca esta opción de generar créditos de carbono no se desarrollen y eso indirectamente termine generando deforestación en Paraguay, Brasil o Argentina para generar oferta de madera.
Por lo tanto, consideró que “el eucaliptos tiene un rol importante, para generar más oferta de fibra corta, al tiempo que es una herramienta eficiente para el combate al cambio climático, por su captura de carbono”.
Otros proyectos
De todos modos, existen otros alternativos para la generación de bonos de carbono en Uruguay. Inthamoussu se refirió a plantaciones de árboles en formato de cortinas, que no sean considerados monocultivos sino en pequeñas parcelas, de 2 hectáreas como máximo, dependiendo del tamaño del establecimiento y de los potreros. “No es otra cosa que hacer lo que siempre hicimos en Uruguay, y que lo habíamos dejado de hacer”, dijo el ingeniero agrónomo.
Además de proyectos de silvopastoreo, que “son bien vistos por los ganaderos y no tanto por los forestales, porque tienen que ir a un establecimiento a cosechar 100 hectáreas esparcidas, y eso tiene un mayor costo de caminería, de cosecha y de transporte”, admitió. Pero agregó que si bien esa área forestal no es tan eficiente desde el punto de vista operativo, “pero permite justificar la generación de créditos de carbono que compensa ese sobrecosto”.
También están los proyectos de bosque nativo, antes mencionados, y los de manejo forestal sostenible. Un ejemplo de este último puede ser una plantación que está rindiendo poco, a la que se le cambia la especie y se hace un manejo diferente para que capture más carbono.
Por lo tanto, cortinas, silvopastoreo, bosque nativo y manejo forestal sostenible son oportunidades concretas. Esto no quita que la regla de monocultivo sea revisada y se puedan presentar nuevos proyectos, insistió el consultor.
También se refirió a otros proyectos que no solo tienen que ver con la plantación sino con la cadena forestal. “Siempre existieron proyectos que queman la biomasa para producir electricidad, para generar créditos de carbono; o los que generan biochar, que es un producto histórico, que lo utilizaban los indígenas en el Amazonas, para echarlo al suelo y mejorarlo. Lo llaman terra preta (tierra negra en portugués)”, comentó.
A propósito explicó que el residuo de un aserradero, por ejemplo, “se puede pirolizar, con mucha temperatura y poco oxígeno, y hacer ese biochar, que es como un carbón pero con una característica diferente, que hace que el carbono de ese producto sea muy estable. Al tirarlo al suelo se hace como una enmienda del suelo, mejorando sus condiciones físicas y químicas. Esto también genera créditos de carbono y estamos trabajando en este tipo de proyectos”.
Demanda suiza
Inthamoussu comentó que también se está desarrollando dentro del Acuerdo de París la oportunidad de venderle créditos de carbono a Suiza. “Ahí ya es un mercado regulado entre países. Para este mercado hay ciertos proyectos que aplican, pero los forestales no. Aunque el día de mañana podrían interesarles los proyectos forestales de captura de carbono”.
Para ese mercado, Climit –empresa que dirige Inthamoussu– trabaja en proyectos de electromovilidad, biogas y manejo de ganado a corral.
Estrategia a 2050
Uruguay tiene definida una estrategia para 2050, donde se plantea ser neutral en dióxido de carbono (CO2). Esa estrategia consiste en reducir las emisiones con generación de electricidad y combustibles fósiles, con la compensación de las remociones de carbono del sector forestal, “que tiene un rol fundamental para que Uruguay pueda cumplir estos compromisos y demostrarle al mundo que somos neutrales en CO2”, comentó Inthamoussu.
Después están los compromisos de Uruguay en el marco del Acuerdo de París, sucesor del Protocolo de Kyoto. “Allí también hay metas de conservación del área forestal para mantener los niveles de captura de CO2. Por lo tanto Uruguay es un país que tiene preocupación y está trabajando en todos los temas que tienen que ver con la captura de carbono, tanto en el sector forestal como en los pastizales y la agricultura”, agregó el director de Climit.
Sin embargo, el partido se está jugando en un mercado voluntario, que no está dentro de esa estrategia climática a 2050 ni en los compromisos del acuerdo de París. Y ese mercado de carbono está activo, creciendo, y hubo muchos proyectos de plantaciones forestales en Uruguay que participan, destacó.
“La tendencia es que siga creciendo la demanda, porque hay mayores compromisos internacionales. Acaba de terminar la COP28, en Dubai, donde los países se juntaron, vieron los problemas del cambio climático, trataron de buscar soluciones y existen fondos para poder mitigar el cambio climático. Cada vez hay más conciencia y más fondos para desarrollar actividades”, dijo el especialista.
A su vez, hay más personas, empresas e instituciones comprometidas con esos acuerdos internacionales. “Hay un programa que se llama SBTI (objetivos basados en la ciencia, por su sigla en inglés), que he presentado a algunas empresas en Uruguay y en el exterior, que buscan alinearse con el Acuerdo de París”, señaló el consultor.