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    Lealtad irlandesa

    Pacto criminal, con Johnny Depp en su papel de malo

    Lleva un tiempo identificar que ese que está ahí, detrás de esas capas de cosmética y pecas artificiales, detrás de esos lentes de contacto color acuático, intenso, que le confieren una mirada eléctrica, vampírica, como la que tenía y tiene el personaje en la vida real, James “Whitey” Bulger, está Johnny Depp. Ese. El que entregó emocionantes actuaciones en El joven manos de tijera, ¿A quién ama Gilbert Grape?, Sueños de Arizona y Ed Wood, desbordes histriónicos en Pánico y locura en Las Vegas, y que fue nominado al Oscar por el revoltijo de tics dispensado en Piratas del Caribe: La maldición del Perla Negra. Ese, al que todavía hay personas que le dicen “Johnny Deep”. Ese, que en los últimos años divide parte del tiempo artístico entre su trabajo como actor y su afición a la música, saliendo de gira con su banda Hollywood Vampires —con Alice Cooper, Duff McKagan, Matt Sorum y otra gente de Los Ángeles—, se ha volcado a productos como El llanero solitario, Mortdecai, El turista y Sombras tenebrosas, de los que no se pueden conceder adjetivos demasiado elogiosos ni amables. Ese, en estos últimos tiempos precisamente amaga con ofrecer una gran —grande, de adentro hacia afuera— actuación pero que al final no, no llega.

    Bueno, llegó.

    No se trata solamente de un excelente trabajo del departamento de maquillaje. Junto al látex y los apliques que emulan una progresiva calvicie, junto a la lentilla que oscurece una de sus piezas dentales, hay una actuación notable. Depp se sale de la caja, se aparta de sus papeles habituales y de las payasadas más celebradas para desaparecer debajo de la piel de un cretino frío y calculador, un monstruo real que pedía a gritos pasar a la ficción.

    James Bulger llegó a ser el criminal más buscado por el FBI después de Osama Bin Laden. Alto personaje. Luego de que se descubrió el pacto con John Connolly, la oficina del FBI de Boston, fue la más investigada en la historia de la agencia. Y la vida de “Whitey” ha sido protagonista de varias investigaciones periodísticas y aproximaciones documentales. La de Bulger, su hermano Billy, un político prolijo interpretado en este filme por Benedict Cumberbatch (el de El código Enigma), y la compleja relación de ambos con el agente Connolly, del FBI, papel de Joel Edgerton, es apasionante. Fue registrada en el libro Black Mass, una investigación de los periodistas Dick Lehr y Gerard O’Neill, del periódico Boston Globe, que además hacen cameos en la película. En el libro, Lehr y O’Neill asumen parte del protagonismo, son los narradores, mientras que en el filme, dirigido por Scott Cooper, el mismo de Loco corazón (aquella en la que Jeff Bridges interpretaba a un viejo y alcohólico cantante country), se van desplegando los hechos, de forma fragmentada, a través de interrogatorios a testigos, privilegiando, sobre todo, los puntos de vista de “Whitey” y Connolly.

    La historia, básicamente, comienza a mediados de la década de los 70, cuando Bulger, salido de Alcatraz, vuelve a las andanzas y se reencuentra con su viejo amigo de la infancia, con quien creció en las calles de Boston: Connolly, que, por una cuestión de lealtad, le pasa un dato de vital importancia. El dato realmente es muy valioso. Connolly necesita atrapar a Jerry Angiulo, un capo italiano que domina gran parte del bajo mundo bostoniano. Su plan parece sencillo y eficaz. Si Bulger le pasa información sobre Angiulo y la Cosa Nostra, él le garantiza inmunidad para operar. Según Connolly, esto no lo convierte en un soplón, esto sería una alianza entre hermanos irlandeses para eliminar a la competencia. Bulger duda, pero al rato se da cuenta de que el pacto le viene al pelo. Pasará la década, llegarán los 80, y mientras un Bulger seguirá adelante en la política, jugando limpio, el otro ascenderá por otros caminos, metiéndose en cuanto negocio sucio se pueda meter, aprovechando que el FBI le da vía libre, ensuciándose las manos con sangre y pólvora, comiendo toda la zona que la mafia italiana va perdiendo. Mientras su amigo, el agente Connolly, también gana terreno en lo suyo.

    Depp va a ser nominado al Oscar por este trabajo. Tiene demasiado maquillaje para ganarlo, pero esa nominación es toda suya. Con ese rostro anguloso y esa voz mete miedo, parece un Sr. Burns vitaminizado. Hay escenas memorables. Más allá de las obvias, en las que se lo ve a Depp siendo verdaderamente un tipo jodido, hay instancias en las que se funde en su mefistofélica criatura (que también tiene su lado tierno: véanlo jugando a las cartas con la mamá). Por ejemplo: cuando le ofrece a su hijo pequeño un pique sobre cómo comportarse en la escuela ante una situación determinada (“Si nadie lo ve, no sucedió”) o cuando va a la habitación de la esposa de John y que, con una serie de gestos y unas pocas palabras crea un clima difícil y perturbador, del mismo modo que lo hizo, minutos antes, en una cena, simplemente preguntando por la receta de una salsa. Cuando estalla la violencia Pacto criminal lo hace de forma brutal, sangrienta, y en verdad no puede compararse con la intensidad que logra Depp en la breve escena en la que se acerca a esta mujer y genera ese momento en el que se producen varias emociones cruzadas.

    El actor no es el único con chances de nominaciones. Está clarísimo que esta es su película, aunque en este gran elenco también figuran Peter Sarsgaard, en un breve pero justo papel, y Kevin Bacon, que sigue sin envejecer, y están muy bien Jesse Plemons y Rory Cochrane, y hasta Dakota Johnson actúa, en el rol de esposa de “Whitey”. Lo de Edgerton, en su trabajo como Connolly, el agente del FBI que cocina este pacto criminal que posiblemente lo hizo con las mejores intenciones y que al final le sirvió para ascender mientras corría sangre por las calles de Boston, es sencillamente grandioso, una actuación que se va construyendo paso a paso. El tipo es la contracara de Depp, cero maquillaje, cero látex. Y seguro que se lleva una nominación.

    Si en algún momento, por cómo se ven las relaciones entre los mafiosos y los federales, por todo este asuntillo de triángulo criminal, por la música, la onda de los policías que parecen delincuentes y delincuentes que parecen oficiales, algo huele a Los infiltrados, de Martin Scorsese, se debe a que el largometraje con Jack Nicholson, Matt Damon y Leonardo DiCaprio, remake de Infernal Affairs, de Andrew Lau y Alan Mak, tomó partes del oscuro caso Bulger-Connolly. Se parece, de hecho, a un filme de Scorsese, aunque con el freno de mano puesto. El caso Bulger-Connolly es una historia de ambiciones, donde los valores como la amistad y la lealtad se ubican por encima de cualquier concepto parecido a la moral. Una historia sobre pactos entre hermanos putativos y codiciosos aferrados a un plan simple que saben los va a destruir. Una tragedia acerca de las zonas permeables y grises de dos mundos que parecen muy distintos y que, en algún punto, se juntan. Y todo esto en un encantador marco donde la gente se muere acribillada a balazos dentro de un auto en marcha o es ahorcada con una cuerda en un sótano mientras clama desesperadamente por su vida. Todo muy normal.

    Pacto criminal (Black Mass). EEUU, 2015. Dirección: Scott Cooper. Guion: Mark Mallouk y Jez Butterworth sobre Black Mass, de Dick Lehr y Gerard O’Neill. Con Johnny Depp, Joel Edgerton, Benedict Cumberbatch, Kevin Bacon, Dakota Johnson, Rory Cochrane. Duración: 122 minutos.