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Fue un maestro de la novela breve y del drama costumbrista, reconocido por Otra vuelta de tuerca (1898), En la jaula (1898) o Los periódicos (1903), entre otras obras. Henry James había nacido en Nueva York en 1843, donde se crio en el seno de una familia adinerada de origen irlandés, pero finalmente se nacionalizó inglés cerca de su muerte, ocurrida en Londres en 1916.
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Desde muy pequeño, el novelista creyó en fantasmas, o por lo menos en la idea de que había presencias no humanas que podían aparecer en cualquier momento. Así lo cuenta Leon Edel, especialista en la obra de James, en la introducción a Fantasmas (Penguin Clásicos, versión en e-book), libro que recopila sus relatos sobre apariciones, algunas como presencias terroríficas, como el “fantasma diurno” que camina dando gritos y haciendo horribles ruidos, otras se desarrollan en ambientes góticos y también están las que tienen fantasmas bondadosos y a veces hasta graciosos. El propio James había escrito el ensayo ¿Hay vida después de la muerte? (1910) con reflexiones sobre este tema que lo inquietaba.
“Una manifestación fantasmal tiñó toda la infancia y la juventud de Henry James”, dice al inicio de la introducción Edel, y luego relata cómo su padre, teólogo y estudioso de las sagradas escrituras, vivió durante años un “terror y temblor” inexplicable, similar al que encontraba descripta en los Salmos. Algo parecido sufrió su hijo mayor, William James.
Henry no vivió lo mismo, pero sí padeció habituales pesadillas y sueños en los que incluso llegó a verse a sí mismo como fantasma. En este volumen se reúnen algunos de sus cuentos fantasmagóricos, como El alquiler del fantasma, La bestia en la jungla, El rincón de la dicha, Lo mejor de todo y La vida privada.