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    Los homicidios de niñas y mujeres no son casos aislados sino la consecuencia del sistema machista y patriarcal

    “El castigo, por más que sea la pena de muerte o la cadena perpetua, no resuelve el problema. (…)Lo que tenemos que hacer es transformar la estructura cultural, las prácticas sociales y de convivencia”, sostiene el secretario de Derechos Humanos

    Nelson Villarreal es una rara avis en el Poder Ejecutivo. El secretario de Derechos Humanos de la Presidencia se identifica con la izquierda cristiana y tiene muy buena relación con el cardenal Daniel Sturla, pero defiende la causa feminista y advierte que la sociedad uruguaya debe desmontar el sistema patriarcal.

    Villarreal lanzó a fines de noviembre el Mes de los Derechos Humanos, una instancia de reflexión sobre la democracia y sobre cómo consolidar y ampliar las “conquistas sociales”. El día de la primera actividad, jueves 23 de noviembre, apareció muerta Brissa González, una niña de 12 años que estaba desaparecida. La segunda niña asesinada en pocas semanas. Era imposible que la discusión sobre los derechos humanos no fuera dominada por esa coyuntura violenta. Así sucedió. El tema apareció en seguida en la actividad organizada por Presidencia y también en la entrevista que Villarreal dio a Búsqueda esta semana.

    Villarreal sostuvo que estos asesinatos no son hechos aislados, sino que son “emergentes” de una estructura cultural y social. Para el jerarca hay que desarmar las relaciones de poder que dan al varón una posición dominante.

    En la entrevista, Villarreal aprovechó para criticar a quienes denuncian el avance de una “ideología de género” impulsada por feministas y organizaciones sociales vinculadas a la comunidad LGTB.

    —¿Qué opina de las reacciones políticas y sociales tras los asesinatos de dos niñas ocurridos en las últimas semanas?

    —La indignación debe provocar la búsqueda de la justicia, pero sobre todo, la reflexión de cómo cambiamos las pautas que generan este tipo de hechos. Tenemos que entrar a rediscutir las estructuras culturales que tenemos y que impiden, de alguna manera, visibilizar que estos no son individuos aislados per se. Más allá de que es un individuo el que lo hace, y todos podemos condenarlo, hay estructuras que lo generan.

    —El movimiento feminista denuncia que el patriarcado es el generador de estos fenómenos. ¿Está de acuerdo?

    —Hay que percibir la complejidad de estos temas y, dentro de esa complejidad, ver cuáles son los ejes fundamentales que están mostrando una estructura de poder. Hay que ver qué tipo de relaciones de poder están establecidas y que son las que generan que los varones tienden a ser los que determinan el valor de la vida. En ese sentido, el machismo y el patriarcado son formas de calificar esto. Hay que centrarse en cuáles son las relaciones de poder. Parece claro que si la mayoría de las que mueren son mujeres, los varones somos los que tenemos un poder que nos habilita, por la estructura cultural, a esto. Esto se ha denominado “una estructura de machismo y de patriarcado”, entendido como la incapacidad de ver la paternidad o lo paterno o el ser varón, desde otro lugar. El cuestionamiento al patriarcado y al machismo es, sobre todo, descentrar al varón del lugar de un poder dominante, para pasarlo a un lugar de diálogo.

    —Esa es una de las banderas de los movimientos feministas. En algunos sectores, incluida la Iglesia católica, advierten que ese tipo de reclamos está asociado con la “ideología de género”, detrás de la cual hay intereses económicos.

    —Ideologías de género hay muchas. ¿No? Son ideologías de género aquellas que pretenden solo visualizar el tema en una lógica que tiende a desconocer el hecho de que los varones tenemos poder en la sociedad. Es una ideología de género el hecho de que se les da los mejores lugares a los varones que a las mujeres.

    —¿Es una contraargumentación a quienes cuestionan la ideología de género?

    —Sobre todo este hecho de que ideologías de género hay muchas. Pareciera ser que solo se quiere situar al movimiento feminista en la ideología de género. Cuidado que en esa diversidad de militancia del feminismo hay formas con las que no estoy de acuerdo, como por ejemplo el hecho de agresividad descontextualizada al cardenal Sturla en la puerta de la catedral y las pintadas en la iglesia de Cordón. No son representativas de las feministas en Uruguay a mi entender. Más allá de todos los cuestionamientos compartibles respecto a los pederastas y machismo común con la sociedad, creo que la Iglesia uruguaya para mí es distinta, en la dictadura fue espacio de libertad y hoy de solidaridad.

    Pero insisto en que decir que la ideología de género es solamente lo que están haciendo las feministas, es encubrir que es ideología de género también las formas de estructuras de poder donde el varón domina. Hay que alcanzar una práctica dialógica donde habría igualdad de relación. En todo caso, un humanismo, una manera de pensar al ser humano, donde alguien no está sumido al poder de otro. El problema, en realidad, es de los varones y de las mujeres, de cómo creamos una estructura de relación igualitaria, dialógica. No es dominar, sino construir con el otro.

    —Estos episodios violentos reactivaron viejas discusiones sobre la aplicación de la pena de muerte o la cadena perpetua. ¿Qué opina al respecto?

    —La reacción no puede ser retroalimentar la violencia. El castigo, por más que sea la pena de muerte o la cadena perpetua, no resuelve el problema; lo que hay que resolver es, fundamentalmente, que no sucedan este tipo de cosas. Y no es simplemente con el hecho del aislamiento o la eliminación del individuo que lo provoca que lo resolvés. Lo que tenemos que hacer es transformar la estructura cultural, las prácticas sociales y de convivencia. No es un mero individuo, más allá de que la libertad humana se define en la toma de decisión personal, es el emergente también de una estructura que limita o habilita la posibilidad de la toma de decisiones.

    —¿Pero por qué resurgen estos reclamos de aplicar la pena de muerte?

    —Cuando ocurre el horror de la guerra o un crimen como es este, lo que emerge, si no hay reflexión, es la venganza. ¿Por qué? Porque está el miedo a que nos suceda lo mismo. Entonces, para que no nos suceda lo mismo, tenemos que eliminar a ese sujeto que lo provoca. Pero en realidad, en el momento mismo que se busca la eliminación nos estamos transformando en el monstruo que queremos destruir. Solo podemos ser libres si reflexionamos, si nuestra capacidad de toma de decisiones no reproduce lo mismo.

    —Podrían decirle que su discurso es muy loable, pero que quien cometió esos crímenes merece un castigo duro.

    —¿La Justicia debe ser el ojo por ojo, diente por diente? ¿O la Justicia debe ser establecer el límite, la norma de que alguien cometa injusticia? Privar de libertad y castigar a alguien dentro de los parámetros de la ley es la forma de establecer justicia. Esto hay que atarlo con el pasado reciente y con el lejano. El control y el encierro parecería ser lo que masivamente se demanda, pero debe primar la racionalidad social, la racionalidad política; el Estado, las organizaciones sociales, empresariales, las iglesias tienen que reaccionar sobre la base de la prudencia, sobre la base de la reflexión.

    Hay que tomar lo que dijo la madre de esta niña que falleció. Es brutal. Pidió que no le hagan recordar a su hija muerta, sino que quería recordarla con toda su alegría. Pidió que se sacaran de las redes todos esos mensajes de odio contra el asesino. Y ahí entramos en otro tema que son las redes. Son un espacio que retroalimenta esto de la venganza, del linchamiento.

    —¿Le parece que hay que ejercer algún tipo de control sobre las redes sociales?

    —No es el control de esas cosas lo que va a hacer que no sucedan, es promoviendo la reflexión con las redes, con la gente. Digo esto porque tiene mucho que ver con la libertad de expresión. La libertad de expresión no es decirle a alguien que no diga lo que piensa, sino que se pueda provocar una reflexión para que se haga cargo de las consecuencias de lo que dice. Podés decir que esto puede ser idealismo, pero no hay capacidad de vivencia democrática y republicana sin un ideal fuerte de respeto del otro, un ideal fuerte de reconocimiento de cuál es el límite desde el cual nos vinculamos. No hay posibilidad de una sociedad más humana que no se haga cargo de fundamentar este tipo de cosas.

    —¿Se puede esperar una reflexión desde las redes sociales?

    —No soy partidario de que el control sea el que haga que la gente sea más libre. Con esto voy contra mucha gente que cree que si controlamos… entonces tenemos mucha más cantidad de cámaras, tenemos mucha más policía en la calle. No, no creo que sea el control lo que genere la mayor responsabilidad y libertad, sino la construcción de un compromiso deber ser. Eso no quiere decir que si alguien increpa o dice algo, no deba ser juzgado. No soy apocalíptico. Creo que las redes van a evolucionar, van a ir cambiando. La sociedad humana puede repensarse, recrearse, innovar. Y para eso, evidentemente, las nuevas formas de comunicación tienen que provocar otras cosas.

    —El fiscal Gustavo Zubía, después de que se confirmara la muerte de Brissa González escribió en Twitter que hay mucha hipocresía, porque se habla del dolor por ese asesinato, pero después se legisla para “pobrecitos” que no hay que sancionar. “Que conste, no quiero más penas, me conformo con (que) SE CUMPLAN y no en papel” (sic).

    —Depende desde donde uno lo lea. Si está dicho desde el lugar del que pide que la norma se cumpla, yo estoy de acuerdo. Tenemos que fortalecer la idea de que si no cumplimos las normas que nos damos democráticamente, las transgresiones múltiples que se pueden dar terminan destruyendo la convivencia. Y esto lo estamos viendo en el tránsito, lo vemos en el fútbol, lo vemos en todo: la idea de que la norma no se respeta. Creo que sí es importante desde mi perspectiva de derechos humanos, como persona de izquierda, que el concepto del deber ser, el tema de la norma son parte de la convivencia social. Los derechos humanos no son solo reconocimiento, son también obligación. Es necesario incorporar en la idea de los derechos la idea de la obligación y la norma entendida como deber ser, como ejercicio de la ética práctica. Reconozcamos que tenemos que pactar en la vida cotidiana y en ese pactar es como podemos convivir.