En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Son las 22.15 de la noche del domingo 24. Hace casi dos horas que en el comando del Partido Nacional se festejó que Luis Lacalle Pou será el próximo presidente del Uruguay. Pero fue una cañita voladora. Tuvo la intensidad efímera de lo que explota en un fogonazo breve de luces y ruido, y después le sigue el silencio. Porque ahora no hay celebración. Se pasó del paroxismo a la incertidumbre tan rápido que dejó a todos desconcertados. Los dirigentes blancos, que hace unas horas habían entrado a la sede como se entra a una fiesta, tienen un gesto raro en sus caras: no es tristeza, no es mesura. Ni siquiera es incertidumbre. Es otra cosa. Es como que se les interrumpió el momento. Como que no hubo tiempo para el desahogo, para quitarse la presión y festejar la vuelta al gobierno después de 30 años. Cuando estaban en el medio de todo eso, tuvieron que rebobinar de golpe y entonces sus sensaciones quedaron bloqueadas. En stand by. El diputado Carlos Iafigliola, que tenía esa expresión extraña y congelada en su rostro, lo definió: “No llegamos a darnos el segundo abrazo”.
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Antes de eso, la jornada se había presentado perfecta. El candidato favorito en todos los sondeos previos se levantó temprano y cumplió su ritual habitual de la recorrida por Canelones acompañado de una militancia eufórica, triunfalista, y un enjambre de micrófonos y cámaras que siguieron cada uno de sus pasos.
A caballo de las últimas encuestas antes de la veda electoral, que marcaban entre seis y ocho puntos de diferencia con el oficialista Daniel Martínez, la atención y el despliegue mediático estaban puestos en Lacalle Pou. Repitió de forma casi idéntica las paradas que hizo en las elecciones de octubre: arrancó en Las Piedras, siguió por Cerrillos, fue hasta Canelones a votar y terminó por la zona de San Bautista comiendo un asado en la chacra de una familia amiga, los García.
Hubo una diferencia. Esta vez cada movimiento fue un desborde. Todos querían saludar al próximo presidente. Incluso el intendente de Canelones y jefe de campaña de Martínez, Yamandú Orsi, quiso ir especialmente hasta el liceo Guadalupe donde votó para darle un abrazo. Lo esperó unos cuantos minutos, atravesó medio a los empujones entre las personas que esperaban por una selfie con el candidato, y le palmeó la espalda. Lo que recibió, sin embargo, fue una respuesta fría. El blanco le extendió la mano al frenteamplista en un gesto distante, casi sin mirarlo. Un saludo apenas cordial.
Lacalle Pou se mostró calmo durante toda la jornada. Retrucaba con serenidad los embates permanentes de exitismo que recibía en cada lugar donde iba. “Parezco tranquilo, pero estoy ansioso”, confió a Búsqueda luego de picar unas carnes en la casa de los García. Casi sobre las tres de la tarde, los anfitriones despidieron al candidato con un brindis austero de vasos con refrescos en alto. “Por un mejor país, por una mejor sociedad y que sea lo mejor para todos”. Salud. Y Lacalle Pou se fue a su casa en La Tahona a prepararse para una noche larga. Inesperadamente larga.
Subibaja
Había fiesta en bulevar Artigas. Música, banderas, mediotanques con chorizos, pantalla gigante y militancia expectante de un lado de las vallas. Del otro, una carpa blanca con sillones y mesas altas con medialunas y refrescos para los allegados con acreditaciones colgando en el pecho. Los distintos invitados —no solo dirigentes políticos— iban llegando. Se veían las caras de siempre pero también otras que hace rato no estaban en escena. Por momentos parecía un revival de los noventa. Todos estaban ahí para celebrar.
Algunos de los dirigentes pasaban direcciones de otros lugares donde se seguirían los festejos después de los que se desatarían, inevitablemente, tras la apertura de las urnas. Hay fiesta después de la fiesta, anunciaban. Sobre las 20 horas llegó Lacalle Pou junto a su esposa y sus tres hijos. Mismo discurso, misma cautela, misma expectativa. Subió las escaleras y a esperar el resultado. Media hora después estaba todo listo para el estallido. Hubo una cuenta regresiva. Las pantallas mostraban todos los canales. En el 12 fueron derecho a los bifes: “Luis Lacalle Pou presidente electo”. Explosión. Arriba y abajo. Lágrimas, euforia, abrazos. Pero no duró casi nada. Uno de los integrantes del comando blanco contó a Búsqueda que en pleno fragor emocional alguien avisó que la transmisión de TV Ciudad estaba dando como ganador a Martínez. Los otros canales empezaron rápidamente a ajustar el resultado. En Canal 10 no se arriesgaba un ganador. Y entonces la luces de la victoria se fueron apagando de a poquito. Empezaban a caer mensajes con todo tipo de especulaciones. La fiesta quedó suspendida en el aire.
“Había sorpresa. No era pánico, pero sí sorpresa e incredulidad”, contó uno de los dirigentes que estaba en el segundo piso del comando. Las miradas se corrieron nerviosas a los números fríos de la Corte Electoral. La noche sería larga.
La convicción material
A unas cuadras de bulevar Artigas, en la casa del Partido Colorado, el expresidente Julio María Sanguinetti, casi que un padre de la coalición multicolor, le llevaba tranquilidad a los suyos. “Ya lo vivimos a esto. Es como en el 94”. En esa elección, Sanguinetti venció por muy poca diferencia al Partido Nacional y al Frente Amplio.
Algunos colorados, de todas formas, se mostraban preocupados. Miraban fijo la pantalla de una notebook donde se iba actualizando los datos que llegaban a la Corte Electoral. Cuando el conteo llegó al 75% de los circuitos, los colorados que integran la Corte transmitieron a los dirigentes que era seguro el triunfo de Lacalle Pou, aunque por escaso margen. En ese momento, el dirigente Ernesto Talvi partió rumbo a la sede de los blancos. Quería estar con él si las noticias eran buenas o eran malas, explicó. Minutos después, Sanguinetti también salió hacia bulevar Artigas.
La llegada de Sanguinetti, con el optimismo instalado, trajo calma a los nacionalistas. “Fue como ver a esos viejos sabios de la tribu”, definió un dirigente blanco. Mientras el resto de los líderes de la oposición se arrimaban al comando del Partido Nacional, el oficialista Martínez salió a escena. Los blancos no daban crédito a lo que veían. Martínez a los saltos y golpeándose el pecho con vehemencia. Hace un rato nomás se habían cruzado llamados entre los comandos para ver si el Frente Amplio asumía la derrota. Lacalle Pou recibió incluso un llamado del presidente Tabaré Vázquez para decirle que su intención era empezar la transición el día siguiente.
Pero el candidato frenteamplista estaba en plan de victoria. Lacalle Pou se reunió primero con los senadores y su jefe de campaña Nicolás Martínez. Ya se habían contado la mayoría de los votos. Se mantenía una leve ventaja a su favor, pero no era mayor a la de los votos observados, que de todas formas no cambiarían el resultado. Lacalle Pou había ganado, pero no había ganado formalmente. El festejo suspendido. El momento interrumpido. ¿Con qué postura saldría a comunicar eso? Era un brete que se debía sortear. Se reunió con todo el comando para pelotear cuál sería su discurso final. Los planes habían cambiado. “Estaba apesadumbrado pero en paz”, relató a Búsqueda uno de los integrantes. Sondeó distintas posibilidades, escuchó aportes. Y se quedó con ese discurso moderado del final.
Habló como presidente electo. Pero seguramente en un tono que jamás hubiera imaginado para ese momento histórico. “Tenemos la convicción material de que el 1° de marzo asume un nuevo gobierno ”, dijo. Habló de saber ganar y saber perder. Tuvo un momento para recordar y agradecer a su familia. Y le pidió a sus militantes que sigan aguantando el festejo un poco más. Unos días más. “Vayan a sus casas”. La gente se dispersó con esa sensación rara de la celebración a medias mientras algunos de los dirigentes de la coalición despotricaban contra la actitud de Martínez. El millonario y senador electo Juan Sartori gritaba a los cuatro vientos su calentura. “Es mala gente y es un irresponsable. Se puede ganar por un voto, ¿no? Yo quería festejar”.