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    Los temas de género han avanzado “hasta demasiado rápido” y con pocos “matices”; el cambio cultural no se produce “a decreto”

    “Es horrible” que haya varias facultades “sin expresión de voto” en el Consejo Directivo Central de la Udelar, según la decana de Facultad de Ciencias, para quien cambiar esa disposición es solo una cuestión de voluntad política

    En medio de un parque en Malvín Norte emerge una mole de 16 pisos que luce joven. Desde hace 31 años la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar) ocupa un terreno amplio en el que convive con el Instituto Pasteur y en un tiempo también lo hará con la Facultad de Química, según proyecta la decana de Ciencias, Mónica Marín.

    Ese campus universitario que ahora se empieza a visualizar, a principios de los 90 era un descampado rodeado de asentamientos. Una zona de difícil tránsito a la que solo llegaba una línea de ómnibus. Hasta 2019 los alumnos se apuntaban de a cientos a la Facultad de Ciencias. Llegó marzo de 2020 y ese centro de estudios mutó en estrella de televisión, radio y páginas de diarios. Las opiniones y análisis de sus alumnos, docentes y egresados se volvieron noticias en medio de una guerra contra un virus del que poco se sabía.

    “Se me viene a la cabeza el ejemplo de Gonzalo Bello, asesor en temas de virología. Es un egresado de acá”, destaca Marín, entre otros. El virólogo contribuyó con el Grupo Asesor Científico Honorario que trabajó con Salud Pública para diseñar las estrategias de combate al Covid-19. Pero, como tantos profesionales de Ciencias, Bello emigró y hoy trabaja en el Instituto Oswaldo Cruz, de Río de Janeiro, Brasil. Una cuarta parte de los graduados de esa facultad deja el país por ofertas del exterior. La decana asegura que “una porción importante quiere volver”, pero al intentar hacerlo se enfrentan con una gran “falta de estímulos”.

    La fama que adquirió la Facultad de Ciencias con el advenimiento de la pandemia se reflejó también en un importante aumento de inscriptos. Marín dijo a Búsqueda que en 2020 la cifra aumentó 40%, llegando a casi 1.000, y ese número se repitió en 2021. Sin embargo, para la decana, este “fantástico aumento de la matrícula” no se explica solo por esa fama, sino también por esfuerzos de coordinación con la Administración Nacional de Educación Pública, que acercaron a la facultad a muchos estudiantes que son la primera generación universitaria de sus familias.

    Al Instituto Pasteur, la Facultad de Ciencias y la de Química en un futuro, a Marín le gustaría sumar una guardería para que asistan los hijos de docentes, funcionarios y estudiantes. La decana se imagina ese lugar “precioso”. Tanto que señala por la ventana un espacio arbolado y sonríe: “Ya lo veo ahí”. Ese proyecto fue una de las prioridades que definió al asumir su decanato en octubre de 2018, pero aún no se pudo concretar. Lo atribuye a la pandemia, pero también a “un asunto de financiamiento”. Porque cuando surgió la idea, la facultad hizo un relevamiento, pensando en un espacio para unos 50 niños. El resultado excedió esa cifra y la decana se enfrentó a interrogantes que no preveía: “¿Cómo recortamos esto? ¿A quién dejamos afuera?”. Había que crear algo “grande” y no fue fácil resolver cómo costearlo.

    Marín es la primera decana mujer de la Facultad de Ciencias y desde su rol fue testigo de cambios de concepciones en materia de género en el ámbito académico. Durante su gestión enfrentó denuncias por casos de abusos de funcionarios de la facultad, acciones de colectivos feministas, y participó de la discusión institucional sobre cómo enfrentar estos asuntos. “Las cosas van avanzando y por momentos capaz que hasta demasiado rápido”, dice. Decide no manifestarse “en lo más mínimo” sobre la denuncia de acoso sexual contra el profesor Martín Sambarino, grado 5 del Centro de Matemáticas de la facultad. “Primero porque (el caso) está en proceso, porque la Oficina Nacional de Servicio Civil todavía lo está tratando, y porque ha sido muy doloroso...”, justifica. Añade que en este tipo de discusiones deberían considerarse “los grises” y no solo las posturas de extremos.

    El decanato de Marín irá, en principio, hasta octubre de este año. En el primer semestre habrá elecciones universitarias, pero la actual decana aún no tiene definido si se volverá a presentar. “Por un lado tengo ganas de seguir, y por otro evalúo en qué medida me parece factible hacer cosas. Tengo esta contradicción a veces”, reflexiona.

    Lo que sigue es un resumen de la entrevista de la decana de Facultad de Ciencias con Búsqueda.

    —Al asumir como decana anunció medidas para una “mayor inclusión social” de la facultad en el barrio y en la sociedad, y de “visualización” del trabajo científico en general. ¿Se cumplió ese objetivo? 

    —En ese sentido, sí. Creo que se ha visualizado la ciencia, al científico, a los investigadores, y eso ha sido muy positivo.

    —¿Y en qué medida impactó la pandemia?

    —Ha sido positiva, rompiendo un poco esa imagen de la ciencia como algo aislado, encerrado, con un fin en sí misma, como una actividad muy para una elite o para un grupo. Cuesta o es más difícil de entender el financiamiento y el apoyo del Estado a la ciencia si no se ve en qué rinde o para qué es. Y creo que en todo eso se ganó mucho, en el sentido de que ahora los científicos y científicas tienen rostro, se ve lo que hacen, el rol que pueden tener, su actividad, cuando hay una voluntad y un compromiso de abordar temas concretos y de interés general.

    —Un gran desafío es el de la emigración científica: una cuarta parte de los graduados deja el país por ofertas del exterior, y pocos retornan o devuelven los conocimientos, según datos oficiales. ¿Cómo se corta esa fuga?

    —Para muchas áreas es sumamente importante esa salida al exterior y conocer otros laboratorios y otras formas de trabajar. Es una manera de vincularse y de tener mayores posibilidades de financiamiento a través de redes o de colaboraciones. Pero que vuelvan. Un altísimo porcentaje quiere volver, y una prueba es que vienen a concursar, por ejemplo, donde hay una posibilidad en la universidad. Y si ganan, se quedan. Y si no, se vuelven a ir o van reprogramando la vuelta al país. Es realmente importante generar esas mayores posibilidades de inserción.

    —El último censo de la facultad mostró que 70% de los graduados en ciencias consideraban que la formación recibida era de calidad. Sin embargo, menos del 20% creía que esa capacitación se ajustaba a la demanda laboral esperada, ¿qué falta?

    —Sistematizar una formación para trabajar fuera del ámbito académico. Porque una empresa necesita determinadas técnicas, por ejemplo, de control de calidad. Esa parte la adquirían en el lugar de trabajo y sentían que la facultad no se las había dado. Es uno de los cursos que queremos incluir en la posibilidad de formación y que sea optativo. Otra iniciativa sería tener cursos más técnicos. Por ejemplo, hay industrias o laboratorios muy grandes que tienen equipamiento sofisticado, y la facultad no lo tiene...

    —Eso requiere inversión.

    —Claro. Y eso lo planteó también la Facultad de Química, por ejemplo. En 2021 hubo un llamado especial para eso, que destinó fondos a la universidad.

    —Usted es una de las ocho mujeres de un total de 16 decanos del Consejo Directivo Central (CDC) de la Udelar... 

    —¿Viste? Es impresionante eso, ¿no? (ríe)

    —Sin embargo, esa realidad no se refleja en el voto de todos los servicios universitarios. 

    —No.

    —Su colega de Enfermería, Mercedes Pérez, consideró “increíble” que hoy facultades como Ciencias Sociales, Psicología, Bellas Artes, Enfermería y Ciencias no tengan voto...

    —Los decanos y decanas de los centros que no tenemos voto en el CDC hicimos un pedido por carta en el cual expresamos que aunque no pudiéramos votar formalmente, que se nos permitiera expresar el voto: que se registre lo que pensamos los que no tenemos derecho a voto.

    —¿Tener voz, sin voto, pero sí expresión de voto?

    —Expresión de voto, y de todos los centros. Creo que es importante porque cada centro tiene que sentirse comprometido a generar una opinión, a determinar su posición sobre los temas más diversos. Lo que existe hoy es una “comodidad” un poco destructiva, digamos: saber que uno como centro, ya no digo como decana, no vota ni expresa su voto. La idea es que frente a cualquier tema quede expresado qué opina Ciencias o Enfermería sobre el punto. Y hubo acuerdo en el CDC para eso.

    —El tema viene de la Ley Orgánica de 1958...

    —Sí, igual creo que es una cuestión de voluntad política. Así como llegamos a este acuerdo de posicionamiento frente a los distintos temas se podría tener un acuerdo de voto. Por ejemplo, si el problema es que aumenta más el número de decanos y decanas respecto a los órdenes, bueno, si es por eso que se ajuste... El problema de fondo está ahí, no por parte del rector, por cuestión política general, y se podría encontrar una solución. Hay un acostumbramiento a muchas cosas que no están bien. Acostumbrarte a que el (decano) de al lado no vota, que vos levantás la mano y el otro se queda ahí, sin esa posibilidad, aunque tenga ganas de expresarse, es horrible, me parece.

    —¿En qué ve usted que ha cambiado la percepción de los temas de género en el ámbito universitario en estos años, a partir de las denuncias presentadas por casos de abusos, la acción de los colectivos feministas y las respuestas institucionales?

    —Las cosas van avanzando y por momentos capaz que hasta demasiado rápido (sonríe). Pero, bueno, lo que ha hecho la facultad y la universidad en este período es importante: se creó la Comisión de Género, se hizo un protocolo, se han hecho talleres… Se trata de que esté el tema más presente y en eso hay otra conciencia y otra proximidad. Y creo también que es un tema difícil, a veces... (ríe)

    —¿En qué sentido?

    —Difícil en el sentido que también hay visiones diferentes… que yo a veces las atribuyo a la parte más generacional… Los jóvenes tienen una visión mucho más fuerte o con una perspectiva distinta a la nuestra, capaz que porque lo han visto y vivido desde más chicos. Tengo esa sensación, también de que los cambios culturales no es a decreto que se dan, llevan tiempo y estamos transitando eso. Los cambios son difíciles, pero sin duda que son positivos y esperamos que sean realmente por una sociedad más justa en este sentido también.

    —¿Usted percibe una naturalización de malas prácticas asumidas en la relación entre mujeres y hombres a nivel de la sociedad y de la academia?

    —Sí, claro. Eso es parte de este cambio que se va procesando en todos los niveles. Sí, por ejemplo, bromas que antes eran corrientes y ahora son algo impensable. Pero igual no es sencillo.

    —¿En qué medida cree que la denuncia de acoso sexual (que Jurídica de la Udelar consideró probada tras un sumario) contra el profesor Martín Sambarino, doctor en Matemáticas y catedrático grado 5 en el Centro de Matemáticas de la Facultad de Ciencias, impacta en la comunidad universitaria pública?

    De este caso en particular no quiero manifestarme en lo más mínimo. Primero porque está en proceso, porque la Oficina Nacional de Servicio Civil todavía lo está tratando, y porque ha sido muy doloroso... A nivel general, hay gente que piensa que en estas cosas no hay grises, y yo creo que hay que considerar los grises. Pero eso forma parte de las distintas visiones que se discuten y se llevan adelante los temas. Es parte de ese cambio cultural, que yo creo que no puede ser de un día para el otro ni blanco o negro. Y hay gente que lo ve como que “sí, hubo acoso, ya está” y no hay ni un matiz, ni un gris ni nada. Y yo creo que en todas las cosas uno tiene que también visualizar los matices.

    —¿Cree que se ha radicalizado la discusión del tema?

    —Creo que existen esas visiones en blanco o negro. Pero no es solo de acá (en la facultad), existen a nivel general, de la sociedad. Pero esta discusión (por el caso Sambarino) todavía no ha terminado y creo que cuando llegue al Consejo Directivo Central se completará.

    • Recuadro de la entrevista

    “¿Fiesta en la ANII? No sé quién la tuvo”