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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá“Las cosas no se ven como son. Las vemos como somos.” (Hilario Ascasubi).
“La percepción es el proceso activo de atender una realidad y de organizarla en interpretaciones sensatas. Suele hacer que diferentes personas tengan diferentes interpretaciones o visiones, en ocasiones contradictorias, del mismo hecho o persona.” (Gordon, 1997: 29) Se atienden los estímulos mayores, más intensos, en movimiento, repetitivos, o nuevos o muy conocidos o que contrastan con un telón de fondo. Prestamos atención de acuerdo con nuestro estado interno y nuestras experiencias culturales. La memoria guarda esquemas, categorías de individuos, guiones de hechos.
Las percepciones son subjetivas y presentan distorsiones e inexactitudes, los prejuicios son normales y humanos. “La percepción siempre tiene algo de imaginación. Se parece más a pintar que a fotografiar. Y de acuerdo al efecto confirmatorio, creemos ciegamente la realidad que construimos.” (Sigman: 2015: 98)
Los seres humanos tienden a dividir el mundo social en grupos, a preferir el propio grupo e ir en contra de los otros y eso se hereda; son predisposiciones que se expresan muy temprano en la vida (Sigman, 2015: 51).
Operan factores de tipo inconsciente, Agustín Ibáñez, jefe del laboratorio de psicología experimental del INECO, demostró en un trabajo publicado en Frontiers in Human Neuroscience, que el cerebro detecta automáticamente (en menos de 170 milisegundos) si un rostro integra el propio grupo de pertenencia y le asigna una valoración positiva o negativa mucho antes que el sujeto responda. “Esta investigación demuestra que los procesos asociados a la discriminación y al prejuicio son automáticos y muchas veces pueden primar sobre otros mecanismos mentales.” (Manes, 2014: 328)
Entender cómo percibimos debe ayudar a comprender y luego respetar la visión ajena, y a ser más empáticos.
Sesgos cognitivos
Son esquemas mentales que ayudan al cerebro a procesar la información y dar respuesta a situaciones a las que se debe enfrentar de manera rápida. Nuestra mente comete errores sistemáticos sin que nos demos cuenta. Es víctima de factores que distorsionan nuestra interpretación del mundo. Las personas estamos continuamente dando forma al mundo. Vivimos rodeados de información incierta y parcial, que debemos organizar, en función de lo que ya sabemos, para predecir lo mejor posible el mundo que nos vamos encontrando y adaptarnos a él. Puede que la forma en la que editamos los recuerdos sea sesgada por nuestras preferencias políticas y caigamos en la ilusión de que nuestro partido está haciendo bien las cosas cuando los datos no lo avalan. O puede que nuestra estimación de si existe o no relación causal entre unas hierbas que estamos tomando y los síntomas de una enfermedad también esté sesgada por nuestras creencias y concluyamos que esas hierbas nos curan, aunque ello no sea cierto. Así pues, comprender cómo funcionan estos errores de la mente se convierte en algo absolutamente necesario para poder combatir muchos de los problemas que afectan a nuestra sociedad.
Nuestra percepción del mundo no es una copia exacta de la realidad, sino que se filtra a través de nuestras creencias y nuestra propia historia. Tanto que, aunque enfrentemos datos objetivos que contradigan esta visión previa, nos resulta muy difícil cambiarla. Se trata de un conflicto cognitivo que experimentamos al ver amenazada nuestra forma de concebir las situaciones. Así, se pone en juego la propia identidad. Nuestra mente, incluso, es capaz de hacer malabares para mantener la coherencia entre los pensamientos.
Más que analizar minuciosamente todos los datos disponibles, el cerebro se apresura a tomar la información a partir de patrones que permiten interpretar rápidamente los hechos nuevos en coherencia con nuestros pensamientos. De esta manera, se liberan recursos cognitivos para otras tareas. Muchos experimentos demuestran cómo las personas cambian los hechos para adaptarlos a sus creencias con el objetivo de disminuir la incomodidad que resulta de sostener simultáneamente dos actitudes u opiniones conflictivas entre sí. Los sesgos cognitivos son errores sistemáticos que cometemos todos, en nuestros razonamientos, nuestra atención, la memoria, la percepción del mundo y la manera de dar sentido a lo que nos rodea. Nuestra manera de aprender, de buscar información, de recordar y de editar los recuerdos está también sujeta a sesgos cognitivos.
El llamado sesgo de confirmación actúa en este sentido. Consiste en buscar información que apoya las opiniones que sostenemos. Así, leemos los editoriales de los diarios que confirman nuestras convicciones políticas, miramos en la televisión los programas que coinciden con nuestra visión de la realidad y seguimos en redes sociales a quienes opinan cosas parecidas a nosotros. Además, consideramos a los expertos como más legítimos y respetables en tanto apoyen lo que creemos. Y más todavía: somos mejores para aprender y recordar los hechos que coinciden con nuestra forma de ver el mundo.
Los sesgos influyen en que tomemos o no en serio los problemas. Cuando estamos muy fatigados y agotados mentalmente, somos más propensos a actuar de forma automática e impulsiva. Para moderar el efecto de estos sesgos cognitivos en nuestras creencias, decisiones y conductas es importante saber que existen y reflexionar sobre ellos. Tener mayor capacidad de pararse en distintos lugares, de observar a través de diferentes perspectivas y de permitirse abordar diversas ideas ayuda a comprender a los demás, sobre todo a aquellos que no piensan de la misma manera que nosotros, y nos ayuda a vivir mejor en comunidad.
Pero estos errores de la mente no son aleatorios, sino predecibles. Pueden provocarlos los investigadores en el laboratorio de manera controlada para fines científicos y sin consecuencias serias para los voluntarios que se prestan a participar en los experimentos. Pero también pueden provocarlos las empresas de publicidad, las redes sociales y las grandes plataformas de Internet a través de sus algoritmos de inteligencia artificial, que a menudo son diseñados con el propósito de sacar provecho de estos sesgos. En estos casos de explotación de los errores cognitivos con fines no científicos, las consecuencias para los usuarios pueden ser graves.
Para explicar lo que es un sesgo cognitivo, se utiliza la metáfora de una brújula. Si estuviera estropeada o rota, sin más, cometería errores aleatorios: un día nos llevaría hacia el norte, otro día hacia el sur. Probablemente nos daríamos cuenta enseguida de que algo va mal. Pero si la brújula estuviera sesgada, los errores serían sistemáticos. Si lo estuviera hacia el noroeste, nos acabaría llevando siempre en esa dirección. No nos llevaría al azar, sino siempre en una dirección errónea concreta y de manera consistente. Y estos errores son más difíciles de detectar. Podemos no darnos cuenta nunca, pensar que el norte está allí donde nos indica nuestra brújula sesgada. Si no somos un poco escépticos y no ponemos la brújula a prueba, es fácil que no nos demos cuenta del fallo hasta que sea demasiado tarde y nos hallemos ante un error de mayores consecuencias.
La proyección como distorsión de la percepción
Si bien hay toda una gama de distorsiones que pueden afectar las percepciones, se señalan los estereotipos (igualar a todos los pertenecientes a determinado grupo_ los gordos, los rubios, los “rosaditos”), efecto halo (una característica sobresaliente de alguien, lo hace hábil para todas las demás_ un buen cantante opinando de política), proyección (atribuir sus propios valores y sentimientos a otros_ esperan que haga lo que él haría y si no lo hace es malo, culpable, etc.), la profecía que se cumple (esperar ciertos comportamientos de los demás, y luego perciben que dichos comportamientos se cumplen, sea verdad o no. Sus expectativas se convierten en profecías que se cumplen_ mis representantes “siempre o nunca” actúan así) (Gordon, Judith. 1997. Op. Cit. Pág. 35).
En el caso particular de la proyección (atribuir sus propios valores y sentimientos a otros), las personas recurren a ella como mecanismo de defensa, para echar la culpa a otra persona o para protegerse contra sus propios sentimientos inaceptables. Las personas muchas veces atribuyen sus propios prejuicios a otros, no entienden o desconfían de los diferentes a ellas, y les proyectan sus inseguridades. La proyección implica un prejuicio emocional de las percepciones. El miedo, el odio, la inseguridad, la ira, el engaño o la desconfianza propias, son atribuidas a la otra parte (Gordon, Judith. 1997. Op. Cit. Pág. 36).
Valores y sentimientos
Si mis relaciones son de confianza, naturalmente confío para que confíen en mí, como práctica normal de convivencia y camino al desarrollo. Enorme desilusión con quién nos falla, máxime si también hubo engaño. Aquel enorme celo en el cumplimiento de la única responsabilidad asumida, era una pantalla para cometer todo tipo de delitos, fruto de una personalidad desquiciada. Una gran enseñanza, cerciorarnos primero que merecen nuestra confianza, máxime cuando yo represento mucho más de lo que soy como ciudadano común.
¿Qué pasa si soy desconfiado, otros son mis valores y sentimientos?
Mis valores están signados por la violencia (lucha de clases), “mis valores _que son el motor que me guían_ (resentimiento, miedo, odio, inseguridad, ira, engaño y desconfianza), crean una “proyección perceptiva” en la cual se cree que existe una organización mafiosa liderada por…
Si en función de mis valores, a lo largo de mi vida delinquí, robé, maté, secuestré, realicé actos terroristas, hice piquetes, escraches, mentí, manipulé, amenacé, falseo normas, engaño, conspiro, trampeo, oculto verdades, etc., etc., o tengo alta tolerancia a esos hechos, porque el fin justifica los medios, percibo que TODOS hacen lo mismo.
Bibliografía utilizada
Gordon, Judith (1997). Comportamiento Organizacional, Un enfoque diagnóstico, Prentice Hall Hispanoamericana S. A., 5ª Edición.
Manes, Facundo y Niro, Mateo (2014). Usar el cerebro. Editorial Planeta S. A.1ª Ed.
Sigman, Mariano (2015). La vida secreta de la mente, 7ª ed., Buenos Aires: Debate.
Rafael Rubio
CI 1.267.677-8