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A la Biblioteca Nacional la invaden afiches y grafitis por sus tres frentes: por 18 de Julio, por Guayabos y por el Pasaje Frugoni. El muro que rodea al viejo edificio se convirtió desde hace años en un inmenso mural para que sindicatos, partidos políticos, organizadores de espectáculos y cualquiera que tenga algo que difundir pegue allí su publicidad. El efecto parece ser contagioso y los anuncios se acumulan uno sobre otro y forman así una especie de horrible palimpsesto, grueso, rotoso y desprolijo.
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El lunes 4 permanecía en la fachada la convocatoria del PIT-CNT al acto del 1º de Mayo que se entreveraba con afiches del sindicato de Artes Gráficas por el despido de Loreley Corbo del diario La Juventud. También había anuncios de un espectáculo de música en la Sala Zitarrosa, que tapaba otros de un show de Ruben Rada. Por encima de todos se destacaba el pedido de liberación “inmediata e incondicional” de Mumia Abu-Jamal (activista norteamericano) y varios afiches que lucían el mensaje “¿Ya te podés sentar?” con el escudo del Club Atlético Peñarol y el 5 a 0 de hace un año. El martes 5, esos anuncios ya estaban tapados por los del candidato a la Intendencia de Montevideo Gustavo López.
La vandalización de los muros de la Biblioteca Nacional se ha vuelto un problema endémico del que nadie se hace cargo. Su ex director, Carlos Liscano, denunció en varias oportunidades la situación desde que asumió en marzo de 2010, hasta poco antes de que la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, le pidiera la renuncia la semana pasada. Ayer, miércoles 6, Liscano fue sustituido por la bibliotecóloga Esther Pailos Vázquez (ver recuadro).
“Desistimos de limpiar la fachada porque durante todo 2010 lo hicimos y siguieron vandalizando. Está el estúpido que pasa y hace una raya, están los vándalos contra la contaminación en Aratirí, pero no contra la contaminación en la ciudad. Están las empresas privadas, los promotores de espectáculos, los sindicatos, los maestros, todos”, dijo Liscano en radio El Espectador en abril, cuando los afiches de Lucía Topolansky y su lista a la IM tapizaron el frente de la Biblioteca.
En la misma entrevista, Liscano acusó a quienes patrocinan espectáculos y no hacen nada por evitar las pegatinas, y nombró al Sodre, a la Intendencia de Montevideo (IM), a Ancap, a UTE y Antel, entre otros organismos estatales. “No alcanza con denunciar, es un tema cultural. El fiscal con el que nos reunimos nos dijo ‘hagan la denuncia’, pero yo no tengo una oficina jurídica ni asesor letrado para estar haciendo denuncias continuas”.
Es difícil conocer a quién corresponde controlar esta situación. Búsqueda se comunicó con Eleonora Bianchi, directora de Acondicionamiento Urbano de la IM, quien aclaró que la Intendencia se encarga de actuar sobre los bienes municipales, monumentos y espacios públicos. “Suena antipático, pero de la Biblioteca Nacional no nos ocupamos”, dijo.
Bianchi aclaró que en época de campaña electoral su dirección se contacta con los partidos políticos y les da lineamientos para la propaganda. “En general los aceptan. Nos da un poco más de trabajo con los clubes deportivos porque las directivas plantean que son las hinchadas las que hacen las pegatinas. Con el PIT-CNT hemos conversado mucho sobre este tema y llegamos a acuerdos, pero no tengo idea si otros organismos del Estado asumen ese control de la misma manera, puedo opinar de lo que es competencia nuestra”.
La Biblioteca Nacional es una Unidad Ejecutora del Ministerio de Educación y Cultura. Su edificio, creado por el arquitecto Luis Crespi en 1938, es monumento histórico nacional. “La Ley de Patrimonio establece que cada organismo es responsable de este tipo de bienes. Compete al usuario hacerse cargo de su mantenimiento y no se puede modificar sin pedir permiso. Cuando hay irregularidades, la Comisión puede enviar un técnico y hacer un pedido para tomar medidas, pero no tiene un cuerpo inspectivo como la IM, por lo tanto tiene restringidas sus funciones”, explicó el arquitecto Domingo Gallo, miembro de la Comisión de Patrimonio, que desde marzo está presidida por el arquitecto Nelson Inda.
El lunes 4 se conoció una iniciativa alentadora y, ojalá, contagiosa. El grupo La Vela Puerca se hizo cargo del daño al mural “La Abuelita”, del colectivo Grafitteo, ubicado en Duvimioso Terra y Goes. El mural, pintado en torno a una obra en construcción, había sido tapado por diferentes afiches en solo un día, entre ellos, los que promovían un recital de La Vela Puerca. “Nos pareció una buena idea que tanto la empresa de pegatina como nosotros nos hiciéramos cargo de los gastos de volver a pintarlo. No fue mala voluntad de la empresa, pegaron encima de otros afiches y no sabían que había un mural debajo”, dijo a Búsqueda Juan Zas, mánager del grupo.
Mientras tanto, ni el Estado ni los particulares se responsabilizan por el daño a la Biblioteca y les echan la culpa a los pegatineros. Y como nadie recibe sanciones, la fachada continúa pareciéndose al muro de un terreno baldío. Allí están Sócrates y Cervantes flanqueando la escalinata con sus estatuas garabateadas. Ellos son testigos y víctimas del engrudo y de las pintadas, de la mugre y de la indiferencia.