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    Para Cotugno, los homosexuales están “más allá de la norma común” y eso “no es un juicio moral”

    “La Iglesia tiene su escala de valores, no se los impone a nadie pero se los ofrece a todos”, dice el arzobispo de Montevideo, quien asegura que es “idéntico” a Francisco cuando está con la gente

    Diez años atrás, el arzobispo de Montevideo, Nicolás Cotugno, desató la polémica cuando en una entrevista con Búsqueda dijo que la homosexualidad responde a “manifestaciones ‘aberrantes’ de la realización del ser humano” y que en cierto modo es una “enfermedad de quien sufre en el propio ser y en la propia carne los desvíos y la desvirtuación de lo que llamamos naturaleza humana”.

    Una década después, en un contexto marcado por la llegada al Papado del cardenal argentino Jorge Bergoglio y con él un cambio en el discurso de la Iglesia Católica, Cotugno sostiene que lo de la entrevista en 2003 fue un “malentendido” y que lo que quiso decir es que la homosexualidad “es algo que está más allá de la norma común tradicional”.

    El arzobispo de Montevideo, que presentó su renuncia al cargo porque el 21 de setiembre cumplió 75 años —edad límite prevista en el Derecho Canónico—, afirma que la Iglesia “no quiere imponer nada a nadie” y se limita a ofrecer su “escala de valores” a todos.

    Durante una entrevista con Búsqueda, Cotugno sostuvo que la aprobación de la ley que despenalizó el aborto, la que autorizó el matrimonio homosexual y el aumento en la concurrencia en la “Marcha por la Diversidad” expresan una “realidad que existe en la sociedad”, a la que “no puede cerrar los ojos”.

    “Es lógico que la postura de la Iglesia Católica sea la de no aprobar pero no juzgar. El Papa ha dicho “¿quién soy yo para juzgar?”, añadió.

    Cotugno dijo que es “idéntico” a Francisco cuando está con la gente y que el nuevo Papa y el presidente José Mujica son parecidos en cuanto a su capacidad de comunicar.

    —Los estilos de manejo público del papa Benedicto XVI y del papa Francisco lucen bastante diferentes. ¿Usted qué opina?

    —Creo que hay puntos de coincidencia y de divergencia. Cada persona es una realidad con una identidad propia. Benedicto tenía una identidad muy fuerte y muy propia como Papa. No todos los alemanes son iguales. Benedicto es un teólogo de primera, un estudioso; tan es así que quería retirarse para seguir estudiando antes de ser nombrado Papa, pero no tiene atrás el recorrido de Jorge Bergoglio. Él asumió en el 98 como arzobispo de Buenos Aires, en el mismo año en que yo asumí en Montevideo. Estuvimos quince años con un recorrido común. Yo lo llamaba por teléfono, lo consultaba.

    —¿Usted se considera amigo del papa Francisco entonces?

    —Sí, sí. Yo quisiera que usted viera una foto increíble que nos sacamos hace 15 días en el Vaticano. Antes de reunirnos por espacio de una hora, me saludó con un gran abrazo. Yo la verdad me sentí muy querido. Yo le devolví el abrazo. La manera tan expansiva y cariñosa de Francisco no es la de Benedicto. Yo estuve también en su momento media hora con Benedicto. Son dos personas completamente distintas. De todos modos, cuando me reuní con Benedicto sentí en su mirada una ternura y un deseo de manifestar su cariño hacia mí realmente muy grande. Claro, el carisma de la comunicación masiva no lo tiene. Francisco tiene el carisma de la frase incisiva y de la pedagogía popular. De cierta forma, en contenido de las ideas y de la interpretación del Evangelio Francisco es deudor de Benedicto.

    —¿Usted se siente más identificado con el estilo de Benedicto?

    —Me gusta Benedicto como teólogo. Sé percibir, humildemente, por dónde iba Benedicto y me encantaba. Pero yo cuando estoy en comunidad con la gente soy idéntico a Francisco. Claro, siempre me agarran dando misa. Desde siempre he sido así, muy abierto, afectuoso, escuchando. ¡Me encanta estar con la gente! Como siempre estuve.

    —Hay quienes encuentran semejanzas en la manera de comunicar de Francisco y Mujica. ¿Qué opina al respecto?

    —Son análogos. Tienen en común la capacidad de llegar a la gente, de tomar actitudes, de relacionarse, de que la masa, la gente, se siente querida. Acabamos de escuchar al presidente (alude al discurso en la botadura de la embarcación Francisco Papa de la empresa Buquebus): es, lo digo en el sentido positivo de la palabra, un artista de la comunicación. Le sale espontáneamente, creo que no hizo ningún curso de actor. Cuando quiere ponerse firme se pone firme y cuando quiere ponerse tierno se pone tierno. Cuando quiere ponerse cómico se pone cómico. Y tiene una innata capacidad de llegar a la gente. El recorrido y su sufrimiento lo marcan. No sé si se encontraría tan cómodo en un grupo de científicos o intelectuales.

    —En este gobierno de Mujica se aprobó la ley que habilitó el matrimonio entre homosexuales y la que despenalizó el aborto. Además, la “Marcha por la Diversidad” tuvo una gran convocatoria. ¿Cómo valora estos hechos?

    —Por un lado me produce una sensación de realismo. Es una realidad que existe en la sociedad y uno no puede cerrar los ojos. Por otro lado me genera respeto por esas personas que tienen un valor inmenso. Es lógico que la postura de la Iglesia Católica sea la de no aprobar pero no juzgar. El Papa ha dicho “¿quién soy yo para juzgar?”.

    —Usted hace diez años fue muy categórico en juzgar a los homosexuales. En agosto del 2003 declaró en Búsqueda que “en cierto sentido” la homosexualidad es una “enfermedad de quien sufre en el propio ser y en la propia carne los desvíos y la desvirtuación de lo que llamamos naturaleza humana”...

    —No, eso fue un malentendido. Lo que quise decir es que (la homosexualidad) es algo que está más allá de la norma común tradicional. Y eso todos lo constatamos. Ahora, ¿que eso sea un juicio moral sobre la persona? Eso, no. Por eso el Papa tiene razón en lo que dice en cuanto a que solo Dios ve en el corazón. La Iglesia no quiere imponer nada a nadie. La Iglesia es muy realista, comprensiva y clara. La Iglesia tiene su escala de valores, no se los impone a nadie pero se los ofrece a todos.

    —La Iglesia uruguaya hizo campaña contra la despenalización del aborto y la aprobación del matrimonio igualitario, pero ambas leyes se aprobaron. ¿La institución que integra debe hacer autocrítica?

    —Sí, nos tenemos que preguntar qué está pasando. En el 2007 discutimos en Aparecida, en la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano nos preguntamos eso. La Iglesia se pregunta qué está pasando. De pronto la Iglesia debe hacer una revisión de sí misma y preguntarse si somos fieles como discípulos de Cristo. En Montevideo llevamos a cabo lo que se decidió en Aparecida.

    —¿Y usted tiene que hacerse alguna autocrítica respecto a cómo se posicionó y opinó en el debate sobre la despenalización del aborto?

    —Yo fui firme en ese tema. De pronto porque uno tiene claro cuál es la opinión de Jesucristo para el hombre de hoy. Yo sentía que el servicio que debía dar era el de decir que no me escuchen a mí sino a Jesucristo. El pensamiento de la Iglesia en este tema es A, B, C. Yo comparto mil por mil la opinión de Francisco, que hace la distinción entre pecado y pecador. No puedo aceptar el pecado pero sí acepto la misericordia que Dios tiene conmigo.

    —Según los datos oficiales, desde que se despenalizó, centenares de mujeres abortaron. ¿Qué sensación le genera esto?

    —Íntimamente siento dolor. No condeno ni juzgo, pero tengo pena por esa criatura que no aparece y en segundo lugar por la mamá. Y uno las escucha en la confesión.

    —La convocatoria a la ciudadanía para derogar esta ley fracasó...

    —Hubo falta de oportunidad, no fue oportuna la convocatoria. Pero además, mucha gente es muy sensible a la publicidad, a la propaganda, a cómo se presentan las cosas. El poder de la comunicación social es tremendo. No siempre la Iglesia tiene la posibilidad de poder comunicar...

    —Pero tienen una radio...

    —Pero es una. La televisión es dueña de la comunicación. La Iglesia igualmente se siente interpelada a no bajar los brazos y a seguir transmitiendo sus valores.