• Cotizaciones
    lunes 16 de junio de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    Peores que el Corsario Rojo

    Supongamos por un momento, o por lo menos dentro del marco de los 4.500 caracteres que por mandato superior ocupa esta columna (espacios incluidos, que parece un detalle menor pero no lo es), que los políticos son quienes realmente tienen el poder en un país.

    Supongamos que ese país tiene un pie afuera del mundo. Es, por lo tanto, un país que está y no está. Suponiendo eso tenemos que aceptar, necesariamente, que estamos hablando de Uruguay.

    Bien, partamos de la base de que los políticos tienen el poder en Uruguay. Ellos hacen y deshacen, proponen, deciden, impiden e impulsan: le imprimen, en dos palabras, el curso a los acontecimientos. Son el Deus ex machina en la escena nacional. Su palabra es ley y la ley rige por sobre cosas y personas. El país que hay es el que ellos quieren que haya.

    Si suponemos todos estos postulados, y somos descarnadamente exigentes en nuestra relación con la verdad, tendremos que reconocer —no nos queda otra salida al ver la realidad— que nuestros políticos son todos fallados. Son tan fallados como una partida entera de embudos sin agujero. No sirven para nada, y menos que menos para la política.

    Pero por suerte para los políticos, ellos no tienen el poder. Son simplemente figuritas aparecidas de casualidad (o mejor dicho: por golpes de carambola) en el tablado de la vida pública. Tablado suena a carnaval, se me dirá. Quien eso diga tendrá razón. Y, respondo de antemano, por eso mismo me parece muy adecuado elegir esa palabra, pues la vida pública nacional no es otra cosa que un tablado en donde murguistas y comparsas con muchas plumas y pocas ambiciones dan vueltas y vueltas, hablan y hablan, van y vienen sin cesar y al final marean por completo a la perdiz sentada en la platea.

    Como en El sombrero de tres picos, del ingenioso Pedro de Alarcón, nada es lo que parece ser en el teatro de la vida pública nacional, en donde la oposición no opone y el gobierno no gobierna.

    Un ducho abogado defensor, más conocedor de los trucos de turco mercachifle que de los principios republicanos de la jurisprudencia, podría usar este argumento y predicar: “Señor Juez, mis clientes políticos son inocentes, pues no son ellos los principales culpables del circo reinante”. Y tendría bastante razón.

    Pero no haciendo lo que tienen que hacer (que no es otra cosa que usar el mandato otorgado para actuar en provecho de la nación), los políticos son, de cualquier manera, culpables.

    Los políticos gobernantes en décadas anteriores al golpe militar desaprovecharon el tiempo, sus mayorías apabullantes y sus buenas posibilidades. Los militares ídem (aunque a estos los salva un poco el hecho de que estaban acostumbrados a dirigir cuarteles, y un país, en definitiva, no es una suma de cuarteles).

    En los últimos tiempos, la irresponsabilidad y el cretinismo les ha correspondido a los opositores de antaño, los que durante décadas prometieron y juraron (sin nombrar a Dios que es pecado, se entiende) que el día que tuvieran el poder terminarían con las injusticias, los escándalos, la pobreza y la mala administración y convertirían a la patria en un paraíso. Resultaron, estos últimos, ser multiplicadamente peores que los anteriores.

    Pero bueno, pensará algún lector ya cansado de mi dialéctica: al final, ¿tienen o no tienen el poder los políticos? Digamos que sí y no. Los políticos tienen el poder de establecer reglas de juego claras, marcos para la acción, un telón moral, una ética ejemplarizante.

    En un país como Uruguay, que está y no está en el mundo, el poder de los políticos no alcanza para mucho más. Basta con que aparezca Uber para descubrir qué cortita les queda la ropa. Basta con que China decida comprar o no. Basta con que un grupo de jóvenes de California invente o no nuevas herramientas de acción o de diversión. Basta con que un indio (un indio de la India, por supuesto) apueste o no por la minería. Dicho lo cual, me quedan 496 caracteres para la moraleja.

    Nuestros políticos (los que tenemos, pues otra cosa no nos merecemos) no manejan la verdadera olla del poder. Esa olla en donde se cuecen las grandes decisiones está en manos de otros (que no son políticos). Pero los políticos cargan inevitablemente con la responsabilidad moral de usar la cacerolita que tienen a su cargo para crear mejores condiciones de desarrollo, en vez de dedicarse al saqueo filibustero de las arcas del Estado con menos arte y gracia que los legendarios piratas caribeños…