Poco más de la mitad de los hogares uruguayos son de estrato “medio”, considerando la ocupación laboral de sus miembros
Las clases medias son concebidas como un factor positivo para la democracia, el desarrollo económico y social de un país porque, entre otras cosas, sustentan una mayor cohesión ciudadana y estabilidad política, a la vez que habilitan a que haya más emprendimientos y propician un mercado doméstico fuerte como motor de crecimiento. Según uno de los criterios más difundidos, que considera una escala de ingresos de los hogares, los estratos “medios” en Uruguay se ampliaron de 51,5% en 2002 a 74,2% en 2019, antes de la pandemia, como consecuencia de la reducción de aquellos “bajos” (45% a 18,9%), ya que los “altos” crecieron (3,5% a 6,9%). Si la clasificación se hace con base en las ocupaciones —un enfoque que ayuda a comprender las dimensiones de las relaciones sociales y las desigualdades, que no son capturadas al centrarse únicamente en los ingresos—, la expansión de esos estratos “medios” fue menos pronunciada: pasó de 45,9% a 51,5% en esos mismos años. En 2019, el resto de los hogares —casi la otra mitad— categorizaban como “bajos” (41%) y “altos” (7,3%).
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