Rescate de un pícaro campero

escribe Silvana Tanzi 
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“Como todos los pueblos de la Tierra, el nuestro ha preferido también las fábulas de animales para el ejercicio de su imaginación”, escribió Serafín J. García (Treinta y Tres, 1905-Montevideo, 1985) al inicio de su prólogo para el libro Las aventuras de Juan el Zorro, un conjunto de relatos breves protagonizado por un sabandija del medio rural, astuto y tramposo. En cada episodio, el Zorro logra vencer al Tigre, animal poderoso y bastante torpe, que piensa solo en propinar palizas a su enemigo.

Publicado por primera vez en 1950, Las aventuras de Juan el Zorro se nutrió de la tradición oral y de las fábulas populares que adjudican características humanas a los animales. Serafín J. García adaptó estas historias al ambiente criollo, por eso sus personajes hablan con un lenguaje campero, sencillo y reconocible, a la vez que priorizó la ironía y el humor más que la moraleja propia de la fábula. La pareja protagonista está rodeada por una galería de bichos autóctonos que suelen festejar las victorias del Zorro, igual que lo hacen los lectores, porque “siendo el más débil, sabe burlarse de la arbitrariedad y poner en ridículo a la fuerza bruta”, explicaba el autor en su prólogo.

En 1981, a dos veinteañeros se les ocurrió publicar Las aventuras de Juan el Zorro en forma de historietas en la revista para niños Patatín y Patatán, dirigida por Juan José Ravaioli. Uno de esos jóvenes firmó sus dibujos como Jazmín Ombú, un apodo que le había puesto un compañero del liceo como broma sonora de su nombre, Fermín Hontou. Después se perdió el Jazmín y continuó solo como Ombú, la firma de uno de los dibujantes y caricaturistas uruguayos más reconocidos. Su compañero coautor de la historieta es el guionista y psicólogo Carlos di Lorenzo, más conocido como Dilo, que adaptó los textos de Serafín J. García y firmó como Chicharra Yankee, sobrenombre que surgió de una casi surrealista conversación que mantuvo con el compositor Osiris Rodríguez Castillos.

“Nos pusimos esos seudónimos porque nos hacían gracia y parecía que tenían algo que ver con el campo. Eran tiempos muy duros y nos aferrábamos al humor en todo momento, una especie de escudo contra el bajón y la oscuridad de la época en que vivíamos”, escribió Dilo para la reciente publicación de Las aventuras de Juan el Zorro (Estuario, 2021) un libro de preciosa edición que incluye una selección de seis cuentos de Serafín J. García y sus correspondientes adaptaciones a la historietas publicadas en Patatín y Patatán hasta 1982.

En el prólogo, el escritor Damián González Bertolino analiza la función que han tenido las fábulas populares, no solo como una forma de conocimiento del mundo, sino también como una forma de sospechar del mundo. “De todos los animales que pueden encarnar esta sospecha, ¿cuál mejor que el zorro?, se pregunta, y destaca su carácter ambiguo y desconfiado hacia el ser humano, que lo hace una figura “ideal para cuestionar el poder”.

Francisco Espínola fue otro de los escritores que retomó la misma figura en su Don Juan el Zorro, y profundizó su carácter libre enfrentado a los poderosos, de los que además se burla.

El libro incorpora una Pequeña enciclopedia ilustrada de animales, con los personajes dibujados en redondelitos que acompañan las características reales de los bichos. También hay algunos bocetos de Ombú y un bonus track con un derivado de la historieta original que se llamó Juan el Zorro y Pepe Zorrino, que Ombú y Dilo publicaron en El Pulgar, una revista juvenil dirigida por Antonio Dabezies que apareció en 1985, pero tuvo poca vida.

De esta forma, el libro hace también un repaso por las revistas que con su humor dieron un poco de respiro en los años 80, cuando se abría algo de esperanza para el fin de la dictadura, como lo hicieron El Dedo y Guambia. Por su parte, en la revista Opción, Ombú y Dilo publicaron El Manicero, un personaje que sentado en una esquina hacía comentarios que insinuaban cuestionamientos a la realidad. Una viñeta del Manicero, que les reclama al Zorro y al Tigre el pago de dos meses de maní, aparece también en esta edición de Las aventuras de Juan el Zorro. Con todas estas incorporaciones y el cuidadoso diseño de Lucía Boiani, es un ejemplar que vale la pena tener para reencontrarse con Serafín J. García y el arte de la historieta.

“Fue precioso trabajar para Patatín y Patatán, éramos unos niños con Dilo. Fue mi primer trabajo profesional”, recuerda Ombú en conversación con Búsqueda. “Cuando Ravaioli vio la historieta nos dijo: ‘No puedo pagar ni en pedo esto’. Yo pasaba dibujando toda la semana, y era un trabajo importante. Igual lo hicimos, a pesar de que nos pagaban poco. Lo que más me atrapaba de los relatos de Serafín era la cantidad de animales que manejaba. A algunos bichos los iba a ver al Zoológico, les miraba la cabeza y la forma del cuerpo para después dibujarlos. Fuimos con Dilo a la casa de la serpiente para observarlas”.

Ombú dibujó al Zorro con vestimenta autóctona, de poncho y sombrero de paisano. Así cabalga por el campo a lomo del Ñandú, convertido en otro personaje. La pulpería del Tatú es el centro de reunión y comilonas, donde los demás animales se enteran de los planes del Tigre para atraer al Zorro y vengarse de sus maldades, aunque nunca tiene éxito. El Tigre de Ombú es gigante, se ajusta la bombacha de campo con un cinturón ostentoso y usa un chaleco que le queda chico para ese cuerpazo.

La publicación de historietas a color y con un papel de calidad tiene costos altos como para que las asuman solo las editoriales. En ese sentido, Ombú destaca la ayuda que significa el Fondo Concursable para la Cultura que otorga el MEC, que hizo posible la edición de Las aventuras de Juan el Zorro y de varias novelas gráficas del estilo.

Dilo recuerda que desde hace muchos años quería rescatar los dibujos que había hecho Ombú para esta historieta. “Merecían estar en un libro con buena impresión, cosa que no pudo ser en su momento porque Patatín y Patatán, que era una revista muy digna, no tenía una buena impresión y los dibujos no se lucían”. Entonces empezó a buscar editor y así llegó a Martín Fernández, responsable de la editorial HUM y del sello Estuario.

“Serafín J. García se había convertido en un best seller en Uruguay. Tacuruses (1936) fue de los primeros libros de literatura uruguaya que tuve. Amalia de la Vega cantaba varias canciones que tenían letra de Serafín, y la canción más popular de Los Olimareños, Orejano, también le pertenece. Cuando salió la oportunidad en Patatín y Patatán decidimos adaptar Juan el Zorro. Era una época difícil, con mucha censura como para crear una historia propia y la de Serafín, con su ambiente rural, nos sonaba muy uruguayo y tenía gracia porque el zorro era un transgresor, un pícaro que se enfrenta a la autoridad arbitraria del tigre. Muy indirectamente era una forma de reivindicar un personaje rebelde”, comenta Dilo.

En su adaptación de los relatos de Juan el Zorro mantuvo la esencia del original, sobre todo la picardía del personaje. Con mayor sarcasmo creó el guion para Juan el Zorro y Pepe Zorrino, en el que aparece el personaje de Silver Tiger, con botas y sombrero de cowboy. “En 1985 era el primer año de la democracia recuperada y estábamos todos explorando nuevas alternativas de historietas y narración. Esa fue una historieta muy hija de su tiempo, de los nuevos vientos. Los dibujos habían quedado dormidos, y cada vez que los veía en lo de Fermín, con sus originales del doble de tamaño de la revista, pensaba qué tremendos trabajos y que la gente no los conocía”.

Junto con Ombú adaptó también el cuento Rodríguez de Francisco Espínola. “Para mí, es nuestra obra cumbre. Los dibujos de Fermín en blanco y negro son de otro planeta. Es una obra mayor del relato gráfico uruguayo”.

Serafín J. García fue un autodidacta y un gran observador de las costumbres de los paisanos y de los hábitos rurales. Poeta y narrador, tuvo varios trabajos, desde periodista en la localidad de Vergara hasta policía en Treinta y Tres. Fue varias veces premiado por sus obras, y, entre otros reconocimientos, obtuvo el Premio Hans Christian Andersen de Literatura Infantil en Bolonia por su obra para niños Piquín y Chispita (1968). Integró la Academia Nacional de Letras y dictó varias conferencias en el país y en el extranjero.

“En Las aventuras de Juan el Zorro hay un homenaje a Serafín, pero el gran homenaje es a mi amigo y fantástico artista Fermín Hontou”, dice Dilo.

Para enterarse de cómo el Zorro se salvó de una golpiza del Tigre gracias a un espejo o cómo le ganó una carrera o le dejó el cuerpo bañado de miel y comido por las hormigas, hay que comprar este libro cargado de relatos populares, de elaboradas ilustraciones y de mucha historia uruguaya.

Vida Cultural
2021-10-13T22:37:00