Salsa podrida

REDACCIÓN  

Una pareja discute porque el bebé, que no es de ellos sino de su vecino que acaba de morir, no se duerme. La ventana está abierta y, fatalidad mediante, el niño cae. Cosas que pasan. Un dealer en apuros desbarranca, se pone muy pesado, y su novia lo deja. “Está bien, mi amor, no más alcohol ni cocaína ni metadona ni prostitución”, promete. Un joven defeca en el baño de su jefe, es despedido y se vuelve emprendedor: quiere vender peras acarameladas. Su madre recibe un diagnóstico fatal, se propone tener una buena noche de sexo antes de dormir. Un hipocondríaco googlea sus síntomas y entra en crisis de ansiedad. En una charla de ascensor alguien habla sobre la torta frita más grande del mundo, de 340 metros, que se está preparando en Uruguay. Un vagabundo vestido de blanco y con aires de poeta imagina su último día: “¿Hay muerte más profunda que la muerte en nuestras entrañas, atrapada, obligada a presenciarlo todo?” Mientras alguien habla de una jarra salsera que tiene un dibujo estampado con jirafas y gorriones, suena Dance Me to the End of Love, de Leonard Cohen.

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