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    Sin acuerdos con países del Pacífico, Uruguay perdería negocios de exportación y la posibilidad de hacer crecer más su Producto

    La integración al Trans-Pacific Partnership traería mayores beneficios al país, aunque incorporarse a la Alianza del Pacífico o negociar un tratado bilateral con Japón también sería provechoso, según una investigación de Pharos, el centro de análisis de la Academia Nacional de Economía

    Quedar afuera de los tratados que están concretando países conectados al océano Pacífico supondría para Uruguay perder negocios de exportación, especialmente de lácteos, carne, alimentos, químicos y autopartes, sobre todo a destinos como México, Colombia, Estados Unidos y Japón. Otro efecto sería que su Producto Bruto Interno (PBI) crecería menos que si formara parte de estos acuerdos.

    Ante esa perspectiva, Uruguay debe plantearse la siguiente estrategia. Con relación a la Alianza del Pacífico (AP), profundizar los tratados comerciales que ya posee con Chile, Perú, Colombia y México e iniciar un proceso de entrada a ese espacio regional. Respecto al Trans-Pacific Partnership (TPP), “lo posible” en el corto plazo es seleccionar una lista corta de países —Vietnam, Japón, Malasia y Singapur— para negociar acuerdos bilaterales.

    Eso plantean Ignacio Bertasaghi, Carmen Estrades y Marcel Vaillant en una investigación —a la que accedió Búsqueda— hecha para Pharos, el centro de análisis de la Academia Nacional de Economía.

    Según los investigadores, la plataforma del Mercosur le dejó a Uruguay un conjunto de acuerdos preferenciales “muy reducido” y hoy el país “necesita de forma urgente mejorar el acceso al mercado internacional” para sus productos.

    Uruguay es de las economías que pierden al concretarse acuerdos como la AP y el TPP y quedar fuera: el efecto es una reducción real tanto en sus exportaciones de bienes en general y alimentos (0,29%) como de su PBI (0,045%).

    Bertasaghi, de la Universidad Católica del Uruguay, Estrades y Vaillant (ambos del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales) sostienen que Uruguay ya ha venido desarrollando acciones unilaterales en la dirección de profundizar la internacionalización de su economía, pero “no logró contar con un conjunto de acuerdos preferenciales recíprocos, que son el complemento necesario para consolidar estas políticas”, plantean. A su juicio, el TPP y la AP “plantan la posibilidad de iniciar una nueva metodología de acción”.

    En el gobierno, varios ministros comparten esa visión —como Danilo Astori (Economía) y Rodolfo Nin Novoa (Cancillería)— aunque no hay unanimidad. Y el PIT-CNT se ha manifestado en contra de la posibilidad de que Uruguay adhiera a ese tipo de espacios.

    El presidente Tabaré Vázquez ha dicho que el país debe “abrirse al mundo”, una batalla que la discusión en torno al acuerdo sobre comercio de servicios (TISA, por su sigla en inglés) dio muestras de que será dura. El mandatario resolvió bajar a Uruguay de esa negociación luego que así se lo pidió el Frente Amplio.

    En el análisis elaborado para Pharos se deslizan argumentos que parecen aludir a las posturas antiaperturistas: “La evidencia comparada muestra que las economías más abiertas de forma sostenida registran niveles de gasto público alto con relación al Producto, asociados a mecanismos de seguridad social extendidos y profundos. Este hecho da por tierra con una falsa oposición entre liberalización, integración de mercados y papel del Estado en la regulación de la actividad económica”.

    Los acuerdos

    El TPP o acuerdo Transpacífico involucra a Australia, Brunei, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam, 12 economías que, en conjunto, representan 37,5% del PBI y 11% de la población mundial.

    El tratado apunta a establecer una zona libre de aranceles entre sus integrantes (que hoy son de 4,2% en promedio). Las negociaciones terminaron en octubre de 2015; el acuerdo prevé que las rebajas de impuestos aduaneros se completen en 21 años. El proceso de puesta en vigencia del tratado llevará hasta dos años; algunos países (Canadá, Australia, México y Japón) están a la espera de la decisión del Congreso de Estados Unidos, que debe aprobarlo o rechazarlo sin posibilidades de modificar el texto.

    El acuerdo contempla la posible adhesión de cualquier otro Estado que las partes acepten.

    Para Bertasaghi, Estrades y Vaillant, Uruguay no tendría dificultades importantes para avanzar en negociaciones en el marco del TPP, ya que el acuerdo da margen para “contemplar las especificidades de gran parte de las políticas públicas y comerciales de mayor sensibilidad para el país”. El problema —dicen— podría ser la restricción que impide a los socios del Mercosur entablar negociaciones con otros de manera independiente del bloque.

    Alianza.

    Este acuerdo tiene menor profundidad que el TPP pero supera ampliamente las condiciones negociadas por Uruguay en el Mercosur, contextualiza la investigación. Sus miembros son Chile, Colombia, México y Perú.

    El acuerdo definió una reducción automática para el 92% de los aranceles que entró en vigor el pasado domingo 1º; el resto se liberará gradualmente (según un cronograma que va hasta 2030), si bien seguirán operando mecanismos de restricción a las importaciones.

    Uruguay fue aceptado formalmente como observador de la AP en noviembre de 2012.

    Escenarios

    Los académicos desarrollaron en el estudio escenarios de negociación de Uruguay con países de la región Asia-Pacífico usando modelos que tienen en cuenta información sobre los aranceles aplicados, las barreras al comercio de bienes y servicios, así como los flujos de inversión extranjera directa.

    Las simulaciones en el caso del TPP y la AP fueron realizadas bajo el supuesto de que, al integrarse a esos acuerdos, Uruguay iría bajando sus aranceles hasta llegar a 100% al cabo de 18 años. También se simuló la negociación bilateral con Singapur, Vietnam, Malasia y Japón.

    En el supuesto de que tanto el TPP como la AP se hacen realidad, el estudio halla que, para Uruguay, el mayor impacto sobre sus flujos de comercio se da bajo el escenario en que el país ingresa al primero de esos acuerdos. Tanto las exportaciones como las importaciones aumentan casi seis puntos porcentuales anuales respecto a si no se incorporase. En términos de PBI la ganancia es de 0,7 punto porcentual anual.

    Al año 2040 el Producto per cápita de Uruguay integrado al TPP y a la AP casi duplicaría el que tendría quedando afuera de ambos acuerdos. “Es decir que a pesar de que el impacto de corto plazo puede ser no muy grande”, en 22 años de trayectoria “sí lo es”, recalcan los investigadores.

    El efecto para Uruguay de participar en la AP es “más modesto pero también significativo”, con ganancias de comercio (suba de casi dos puntos porcentuales anuales) y de PBI (0,3 puntos).

    Firmar un tratado de libre comercio con Japón reportaría más ganancias que la integración a la AP, ya que si bien las exportaciones crecerían menos, lo harían en sectores clave para Uruguay por sus encadenamientos en la economía, señalan los investigadores. Agregan que, además, un acuerdo bilateral contrarresta en parte los efectos negativos del TPP en forma aislada.

    En el caso de los otros tres países asiáticos para los que se simuló la negociación de tratados bilaterales, el incremento del comercio es menor y el impacto sobre el PBI casi no llega a anular el efecto negativo que tiene para Uruguay el acuerdo Transpacífico.

    Sectores.

    En el estudio —fechado en abril y titulado “Estrategia de negociación comercial en la nueva realidad internacional: caso TPP y AP”— también se analizaron los impactos en sectores de actividad para Uruguay bajo diferentes escenarios.

    El aumento de las exportaciones se da para todos los rubros en caso de que el país ingrese al TPP, si bien es más pronunciado para productos agrícolas como el arroz, carne y lácteos, así como manufacturas (cercano a U$S 400 millones en ambos sectores). Algo similar ocurre en un escenario de entrada de Uruguay a la AP, aunque las ventas de minerales y de servicios caerían respecto a la hipótesis de que el país no participe de esa alianza. Para la carne prácticamente no hay beneficios.

    El sector de bienes agrícolas y alimentos incrementaría sus exportaciones en unos U$S 450 millones en promedio anual con un acuerdo de libre comercio con Japón, incluso más que en el escenario de entrada de Uruguay al TPP. Los investigadores recalcan, sin embargo, que este dato debe ser tomado con cautela dado el cierto proteccionismo japonés para rubros relevantes de la canasta uruguaya, como los lácteos o el arroz.

    Un tratado bilateral con Vietnam beneficiaría sobre todo las manufacturas —especialmente textiles y cueros—, cuyas exportaciones se incrementarían anualmente alrededor de U$S 50 millones.

    Los tratados con Malasia y Singapur traerían beneficio —aunque relativamente modestos— sobre las exportaciones uruguayas de pocos sectores; químicos, madera y carne en el primer caso, y químicos y lácteos en el segundo.

    En otro capítulo, el estudio aborda el asunto de la negociación desde el punto de vista de la especialización comercial, identificando a países complementarios (aquellos que compran lo que Uruguay vende con ventaja) y los rivales (que tienen una canasta de productos similar a la uruguaya).

    Vietnam, Perú y Japón, tres socios del TPP, se destacan como complementarios.

    Dentro del TPP los rivales de Uruguay son Nueva Zelanda, Estados Unidos y Canadá. Los autores observan que la rivalidad tiene importancia desde la perspectiva de la competencia en los mercados y también de atracción de la inversión extranjera directa.

    Según los autores, para algunos productos-mercados en donde Uruguay puede enfrentar problemas de acceso se requiere una política comercial de “control de daños” en el corto plazo.

    A modo de conclusión, señalan que el “costo de oportunidad” para Uruguay de no participar activamente en tratados comerciales con la región Asia-Pacífico “es elevado”. La integración al TPP traería mayores beneficios al país, aunque incorporarse a la AP o acordar un tratado bilateral con Japón también sería provechoso, sostienen. Aclaran que la negociación con economías asiáticas debe ser “cuidadosa”, dado que el tratamiento a sectores de exportación clave para Uruguay puede traer aparejados impactos muy diferentes.