Advirtió, por otra parte, que “en toda la economía en la medida en que se progresa sube todo más del fondo (y) los salarios son más caros, los costos son más caros”. “Diez años de crecimiento económico y creer que no vamos a elevar el costo del salario y todo lo demás es una ilusión”, opinó.
Lo que sigue es un resumen de la entrevista.
–¿Por qué decidió que la estancia de Anchorena tenga un perfil más agropecuario, especialmente de producción de leche?
–La idea es explotar los recursos que existen para que se pueda sostener y realizar algunas inversiones importantes en estos edificios, que a esta altura son una especie de museo y un patrimonio del pueblo uruguayo. Parece sensato no traer dinero presupuestal sino tratar de generar recursos acá para que se puedan gastar en este lugar. Lo segundo es reponer especies del bosque, que está viejo, y tal vez haya que hacer gastos de apaisarlo. Todo eso significa gastos. Lo tercero es ayudar a sostener en lo posible la cultura de la tierra, de la producción intensiva que significa el tambo. En una zona tan peculiar, con varias colonias y que sirva para que vengan niños del interior, de escuelas rurales. Además de hacer algunos cursos de inseminación artificial y otras cuestiones del trabajo en el tambo con los organismos de enseñanza del país.
Eso sin perder la perspectiva de que no pretende ser un tambo de vanguardia, pero tampoco de relleno. Que los números cierren y deje un plus. Con esa visión elegimos una dirección a cargo de gente que hace años trabaja en el tambo y conoce las peripecias de esta producción. Le pedimos cierto asesoramiento a la Asociación Nacional de Productores de Leche.
–La lechería es un sector priorizado por su gobierno.
–Peculiarmente sabemos que tenemos una lucha un poco a contramano y no acompañamos esa idea superficial de concepto de industrialización, que cree que industrias solo son chimeneas; para nosotros industrializar es producir más valor en menos tiempo. Por lo tanto, Nueva Zelanda es un país industrializado. Aunque lo que vende es lo mismo que vendemos nosotros en el mercado internacional. Pero lo hace de una forma que introduce tecnología, cultura, conocimiento, investigación, que le permite extraer un conjunto de valor que al final es eso lo que determina la industrialización.
Y dentro de este país el sector lechero, por condiciones naturales, por lo que ha significado Conaprole, que fue uno de los grandes aciertos políticos de este país y no olvidemos que ha sido un modelo operativo traído de Bélgica, que tuvo mucho que ver con iniciativas del Estado, orientación estatal, monopolio del abastecimiento de Montevideo durante algún tiempo hasta esta Conaprole de hoy. Es toda una historia. Pero ha ido desarrollando una actividad interconectada y ensamblada, en todos los aspectos, muy intensiva, que propende a generar un tejido social muy fuerte.
Que para nosotros es un modelo de tipo de sociedad y en donde más encaja lo que podemos llamar la seguridad de la existencia de la clase media social rural, comprometida con el trabajo y en el afincamiento en el campo. No los con campo, sino los de campo, que es otra cosa.
Por supuesto, no se puede ser exclusivista, hay otros sectores muy importantes.
–La lechería y en este caso puntual Conaprole además fue protegida por el gobierno.
–Tiene una historia de protecciones y ahora tiene mayoría de edad, tiene independencia. Hay que estar en guardia para el día en el que la vengan a comprar. Que inevitablemente algún día la van a venir a comprar.
–Hubo interés de inversores extranjeros en instalar industrias lecheras en el país que quedó parado, como el caso de Bom Gosto de Brasil.
–Lo más difícil es que los fierros son suplantables, el alma de la lechería es la fidelidad de los tamberos. Después se precisa mucha cosa, pero sin eso... Y Conaprole por ahora eso lo tiene asegurado. No le voy a hacer propaganda a Conaprole pero le tengo sincera admiración.
–¿Qué otros sectores son importantes para lograr ese objetivo de la “seguridad de la clase media rural”, del afincamiento de la población en el campo?
–Cada sector es distinto pero hay que tender a replicar eso. No hemos logrado que en la producción de carne y sobre todo en la cría de ganado, donde existe la mayor cantidad de pequeños productores del país, que están asentados en campos más o menos (productivos) y muchos son arrendatarios. No hemos logrado una política que pueda converger en cosas parecidas a Conaprole trasplantadas a la ganadería. Son de las cosas que nos debemos. Y hoy existe una irrupción de las grandes empresas, que es un modelo, sobre todo en la producción de granos, que apunta hacia otro lado.
–En ese tema que usted reconoce que quedó en el debe, ¿qué debería haberse hecho o podría hacerse en los próximos años?
–Creo que en este período la suba abrupta en el precio de la tierra ha congelado una expansión más acelerada de la política de Colonización. Aunque ha crecido bastante, pero hay mucho que trabajar en ese sentido. En el mundo de hoy hay que tener cierta escala y cuando no la tenés hay que juntar a varios chicos para hacerlo. Y estamos lejos de lograr una conciencia en ese sentido y tampoco hemos podido agilizar los mecanismos.
Es imposible tener maquinaria moderna accesible para un montón de productores chicos. Lo que es posible es que puedan construir alguna empresa o puedan obtener una maquinaria en común. Eso es posible. Sin embargo, eso nos cuesta horriblemente porque tenemos barreras. El ser chico también nos achica el horizonte. No es solo chico en propiedad o en el bolsillo, sino también se nos tiende a achicar un poco la visión. ¿Y hacia dónde se vuelca la tecnología? Hacia los sectores que más pueden pagarla. Se expresa mucho en esas limitaciones.
–Para que exista Conaprole el Estado le otorgó varios apoyos en su momento. Si su idea es replicar ese modelo en la ganadería, ¿sería posible destinar recursos públicos para eso?
–El Estado en su tiempo ensayó algo y después fracasó. Eso fue el Frigorífico Nacional.
–¿Podría ser algo diferente?
–No quiero meter el dedo en el ventilador pero es un debe. Estoy para irme y más bien que lo teoricen quienes van a venir. Pero es un debe que Uruguay tiene.
–En los últimos tiempos el planteo más insistente ha sido el de crear un frigorífico por parte de sindicatos de trabajadores del sector. ¿No ha existido alguna iniciativa de ganaderos en ese sentido?
–Recordemos la historia del (frigorífico) PUL (en Cerro Largo).Hubo varios intentos de productores de tener un frigorífico y por las razones que fueran y no los voy a criticar, después fracasaron. Eso generó como una cultura global en el gremio ganadero de que ese rumbo no era para ellos. Y uno no se puede explicar por qué la ganadería, que ha sido la fuerza motriz de la economía uruguaya, no ha cumplido las distintas etapas de ir desde la pradera hasta la faena.
–Operadores del sector de los frigoríficos hablan de la posible venta de plantas de faena de parte de grupos de Brasil que hace unos años habían comprado esas industrias. ¿Eso no le preocupa?
–Puede ser. Lo van a vender y comprar entre ellos, probablemente. Pero hay un frigorífico del inglés (Breeders & Packers Uruguay) que anda fuerte.
–¿Y en el caso de los granos, la soja y el maíz, es factible la instalación de industrias?
–Estamos en una apuesta a la industrialización. En el caso de la soja está a la vuelta de la esquina. Miremos lo que está haciendo Cousa con una inversión de casi U$S 60 millones (en un planta de industrialización de soja) y hay dos o tres proyectos más en camino.
En la medida en que la producción agropecuaria en el país se hace más intensiva va a tender a consumir más soja, además de la demanda mundial.
A (Tabaré) Aguerre lo sacamos del sector arrocero porque pese a ser un rubro pequeño en número de productores estaba muy integrado. Pero fundamentalmente con otra visión, que es el manejo del regadío, que es el salto que el Uruguay del futuro tiene que afrontarse a dar. Hay mucha plata que invertir en eso.
Por eso, el proyecto de Aratirí y otros son importantes, para tener cash a invertir en obras relevantes en el riego. Hay que invertir mucho en el riego y también en fosforita (para la fertilidad del suelo). Hace 50 años que exportamos fosforita en los productos agropecuarios y hay que reponerlo, porque es un mineral que se acaba también.
–Considerando que hoy los productores de arroz tienen problemas de menor rentabilidad, y uno de los factores es el aumento de los costos, entre ellos el riego ¿hacer grandes inversiones para regar otros cultivos no es muy riesgoso para el país?
–Eso será inevitable en la medida en que progresemos. Eso nos pasa como país. En toda la economía, en la medida en que se progresa sube todo más del fondo. Los salarios son más caros, los costos son más caros. Diez años de crecimiento económico y creer que no vamos a elevar el costo del salario y todo lo demás es una ilusión. Eso pasa, le pasó a Europa y le pasa a Estados Unidos.
Hay que seguir poniendo para aumentar la productividad, (esto) no para más. Crea crisis circunstanciales, sube todo.
Estábamos hablando de la lechería. Quisiera ver si a los productores se les ponen precios de U$S 0,25 centavos por litro de leche lo que llegara a pasar. Ahí solo van a aguantar los tamberos, que se manejan con pasto y tienen bajo presupuesto y habrá una (caída en) picada en la producción.
Es inevitable. Los costos siempre se nos tienden a elevar.
De a poco los arroceros van a corregir esa situación. Tal vez planten menos arroz y rieguen otros granos, soja o maíz. Y gastarán menos en riego y se van a aguantar. El precio del arroz no estará siempre deprimido. Estas contradicciones son inevitables.
En la cuenca del río San Salvador hay que hacer una inversión importante para hacer un sistema de riego que cubra unas 150.000 hectáreas. También en otros lugares del país hay que poner muchos chanchos. Y habrá resistencia, van a gritar, pero después que estén (hechas las obras) va a marchar.
–Algunos sectores lo critican porque usted siempre planteó darle prioridad al pequeño productor y ahora sale en defensa de los grandes inversores, como Aratirí, Montes del Plata y otros. ¿Es posible un equilibrio entre ambos sectores?
–Lo que pasa es que con la pequeña producción mantenemos la sociedad y es importante. Pero no atendemos los ingresos y las divisas que necesita este país para vivir. Esto lo tenemos que entender. Mil millones de dólares de exportación que tenga una de estas empresas no los cubrimos con pequeños productores. En mi corazón lo siento perfectamente, pero estoy condenando a la muerte al país. Porque no puedo equilibrar la demanda y el consumo que tiene el país y las necesidades de divisas si pretendo cubrir eso con la franja de pequeños productores. No. Tengo que tener un superávit para poder invertir. Como estamos haciendo en Colonización (en la compra de tierras).
Pero pequeños productores para que después los hijos vendan la tierra de inmediato, porque el padre está viejo y no camina más y se van para la ciudad. ¡No! Esa experiencia yo la vi.
Prefiero expandir colonias, que las tierras se arrienden a rentas razonables para que los productores que quieran se puedan sostener. Pero la vocación de trabajar en la tierra no viene en línea recta. El tipo es trabajador y los hijos se le rajaron. Tiene un pedazo de campo que lo mantuvo pasando hambre y haciendo maravillas. Se peló el viejo y los hijos vendieron el campo y lo compró un (productor) grande del costado. Esa película la vi muchas veces. Y yo no estoy loco, eso lo viví. Entonces me enseña que el Estado tenga la tierra y la arriende.
Son importantes los pequeños productores porque alguien tiene que poblar el campo. Los grandes productores no viven en el campo, hace rato que rajaron. Los que viven en el campo son los peones o los pequeños productores.
El país necesita inapelablemente y por desgracia las divisas que genera el campo y el empresariado. Porque el país, si le cortamos eso se desmorona. Ahora, si queremos salvar a pequeños productores tenemos que tener ese mundo rico, sacar recursos e invertir mucho. Porque sostener a los pequeños agricultores no puede ser una fábrica de pobres. Si lo que queremos es favorecer el desarrollo de la pobreza no queda ni el loro en el campo. Entonces tiene que prosperar y el Estado tiene que poner cosas que no tiene. Y tiene que sacar. ¿Y de dónde? De donde hay.
–De Aratirí, Montes del Plata y otras inversiones...
–O Mongo Pérez, pero igual.