Además, hay un “plus” vinculado a que “si se dan condiciones climáticas propicias, se puede llegar a producir más kilos de miel”, valoró el presidente de la CHDA. “Desde ese punto de vista es ampliamente beneficiosa para el sector” la producción de colza, destacó.
Causa reconoció que hay situaciones de “conflictividad por el uso de agroquímicos con otros cultivos”. “A veces algún accidente hay”, señaló.
Planteó a su vez que considerando el área de siembra de colza y la cantidad de colmenas en los 19 departamentos del país, hay 4,5 colmenas por hectárea. Con las perspectivas de crecimiento del cultivo de esa oleaginosa está el “desafío de que faltarán colmenas para polinizar”, indicó.
Causa informó que la idea es que los productores apícolas puedan articular con los de colza para ver la posibilidad de trasladar o instalar colmenas en las zonas donde se plantará ese grano desde otras regiones en las que no se planta. El cultivo de colza “no por ser monofloral es malo”, porque “tiene un polen con nivel de proteína muy alto” y significa un “complemento nutricional”, agregó.
En línea con la diversificación aludida por el titular de la CHDA hay que considerar que actualmente la producción agrícola sumó granos en las chacras al contar con los cultivos de invierno (trigo, cebada, colza y carinata) y de verano (soja, maíz y sorgo). Además, algunos de esos granos tienden a ampliar el área de siembra y registran aumentos en la cantidad de kilos cosechados por hectárea.
Más miel con menos apicultores
Los departamentos en los que están instaladas la mayoría de las colmenas son: Soriano, Paysandú, Río Negro, Colonia y San José, que en conjunto representan el 57% del total, con 321.624 de las 565.654 registradas, según datos del anuario 2021 de la Dirección de Estadísticas Agropecuarias (Diea).
Dichas cifras muestran la evolución en cuanto a la cantidad de propietarios y de colmenas, lo que deja en evidencia una mayor concentración, considerando que entre 2010 y 2016 hubo más de 3.000 apicultores, llegando a máximos de unos 3.200 en 2010, 2011 y 2.014 y luego la tendencia fue hacia una disminución.
En 2018 bajó a 2.644 propietarios de colmenas y en los años siguientes cayó a 2.489 y a 2.438.
La cantidad de colmenas por propietario pasó de 155 en 2010 a 232 en 2020, y mientras se dio ese proceso de concentración también hubo altibajos en el volumen de miel producida por colmena.
En 2011 se recolectaron 27 kilos por colmena, luego bajó a un promedio cercano a los 20 kilos, en 2016 cayó a 17 kilos, al igual que en 2018 y 2019, y luego repuntó a 24 kilos por colmena en 2020, según la Diea.
Respecto a la producción total de miel, tras el pico de 13.193 toneladas de 2015 hubo un período de disminución hasta 2019 con 9.253 toneladas, pero en 2020 se recuperó al alcanzar 13.811 toneladas.
Mirada al negocio agrícola
Respecto a los datos presentados por el Observatorio 2020-2021 de la MTO en cuanto a indicadores sectoriales y escenarios futuros, el crecimiento del área sembrada con colza y carinata continúa llegando casi a 160.000 hectáreas, que con un rendimiento promedio de unos 1.900 kilos por hectárea significarán un volumen de producción de 303.485 toneladas.
Esa tendencia a una mayor área destinada a la siembra de colza se mantendría en la próxima zafra agrícola, especialmente por la firmeza en el precio de ese grano, que en 2021 registró “fuertes subas”, con un valor promedio de unos US$ 580 la tonelada, y que al considerar los ingresos y costos de ese cultivo determinan un margen algo superior a US$ 400 por hectárea, según la MTO.
Esas y otras informaciones fueron presentadas por el técnico del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (Inia), Bruno Ferraro.
La estructura de costos de la zafra 2020-2021 en US$ por hectárea fue de US$ 146 en fertilizantes, US$ 151 en labranza y aplicaciones, US$ 74 en fletes, US$ 66 en agroquímicos y fitosanitarios, US$ 30 en combustibles, US$ 25 en comercialización del grano, US$ 16 en semillas, US$ 15 en seguros y US$ 14 en servicio técnico, lo que resulta en US$ 537 por hectárea en total, precisó Ferraro.
Destacó además que “ante la fuerte advertencia de un verano seco y precios relativamente bajos en la previa a la siembra, el área de soja se mantuvo estable en esa zafra”. “El porcentaje de siembra de soja de segunda aumentó, reflejando el mayor interés del productor particularmente por la siembra de colza y cebada”, señaló.
Sobre la importancia de la cadena oleaginosa, principalmente por el cultivo que ocupa mayor extensión de tierras como es la soja, con casi 1 millón de hectáreas, el informe de la MTO muestra que la industria local procesaría 213.000 toneladas de oleaginosos este año, produciendo 58.000 toneladas de aceites y 40.000 toneladas de biodiesel.
El subproducto harinas y pellets con destino a alimentación animal fue calculado en 132.000 toneladas, y la producción de glicerina se posiciona en torno a 7.000 toneladas, detalla el trabajo.
El informe indica también que la producción local de aceites aumentó 71% en el caso del producto de colza, con 34.000 toneladas, mientras que el elaborado de soja bajó 24%, con unas 24.000 toneladas.
Es notable el incremento alcanzado por el aceite de colza canola en los últimos años, ya que en 2018 se produjeron 14.000 toneladas, luego, 15.000 toneladas y en 2019 fueron 20.000 toneladas, conforme al Observatorio en cuestión. Y advierte que “el Producto Bruto Interno (PBI) del complejo oleaginoso habría alcanzado los US$ 783 millones en la zafra 2020-2021” y “el valor agregado en chacra fue el que aportó la mayor parte”. Ese valor representa alrededor de 1,4% del PBI total de la economía uruguaya, asumiendo un crecimiento de 3,4% respecto a la zafra 2019-2020, resalta.
Tierra, seguros y futuro
Otros datos relevantes de la MTO se refieren a que “la renta de la tierra subió hasta US$ 225 por hectárea en 2020-2021 en promedio” y que “la modalidad de renta en términos de kilos de producto continuó siendo la preponderante (74%)”.
La evolución de ese indicador del costo del arrendamiento del campo muestra que en la zafra 2013-2014 era de US$ 347 por hectárea y en los siguientes años entró en una tendencia a la baja, principalmente desde 2015-2016 al caer a US$ 230 por hectárea, llegando incluso a un valor promedio de US$ 195 por hectárea en 2019-2020.
Una de las situaciones que justamente se registra en este momento de auge de los precios de los granos es, según operadores del mercado de inmuebles rurales, que hay una mayor demanda de tierras para arrendar pero que resulta escasa la oferta. Eso sucede pese a la expectativa de un incremento en la presencia de potenciales inversores argentinos en la producción agropecuaria uruguaya, específicamente, en la de granos. Es que el campo local pasa por un momento favorable en la producción de carne y en la diversificación de rubros como una estrategia de minimizar los riesgos, además de la participación de interesados en predios para la forestación.
En cuanto a los valores de las rentas por departamentos, un mapa presentado en el encuentro de la MTO revela que la región del litoral oeste es la que registra los precios más altos, con US$ 275 por hectárea en Colonia, US$ 254 en Soriano, US$ 248 en Río Negro y San José; mientras que, en el otro extremo, Artigas con un precio promedio de US$ 65 por hectárea, Treinta y Tres con US$ 70 y Rivera con US$ 78 figuran con los valores más bajos.
Otro de los asuntos de creciente interés de los productores de granos es la necesidad de contar con seguros. En la zafra 2020-2021 hubo un “aumento en la contratación de seguros y en la necesidad de usarlos”, dijo Ferraro, basándose en la encuesta realizada entre los empresarios del sector para la elaboración del análisis. Comentó que “el seguro contra granizo e incendio siguió siendo el más contratado”, con 43% del total, y “se incluyó por primera vez el seguro contra sequía”, que llegó a 34% del total. Los productores también contrataron seguros de resiembra (42%), que generalmente son necesarios cuando por algún fenómeno climático u otro factor se pierde la primera siembra en el campo, y los contratos de seguros contra pérdidas por vientos llegaron a 12%.
Entre las principales conclusiones y recomendaciones planteadas por los técnicos de la MTO figuraron que en la zafra 2020-2021, “si bien estuvo muy marcada por la sequía, los precios hicieron que su impacto se atenuara en el promedio, con resultados dispares según la zona del país”. Una “buena gestión de costos puede hacer la diferencia” a la hora de pasar raya al cierre de una zafra, indicaron.
Valoraron además que la cadena de oleaginosos es “altamente competitiva, genera un alto valor agregado y realiza una contribución muy importante a la economía” uruguaya. “La rotación (de cultivos en las chacras) y la cartera de productos (agrícolas) son clave para disminuir riesgos y materializar una estabilidad de largo plazo”, advirtieron.
Los técnicos del MTO consideraron que los “cambios tecnológicos que atenúen los efectos de los déficits hídricos tienen un gran impacto en la estabilidad de los rendimientos y el negocio”, pensando en el futuro de la actividad. Y “el incremento de los cultivos de invierno implicaría un aumento en la proporción de soja de segunda respecto de la zafra pasada”, señalaron. Vaticinaron “una zafra 2021-2022 con precios similares a la anterior, costos en alza y ciertas incertidumbres respecto al clima para el verano”.