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    Tesoros frente a la rambla portuaria

    Las obras de arte o las piezas de valor histórico o patrimonial sufren el paso del tiempo, las condiciones ambientales y la manipulación de las personas. En Uruguay no hay una carrera académica de conservación y restauración, pero sí técnicos que se formaron con otros o estudiaron en el exterior. Es el caso de quienes impulsaron el Taller de Investigación, Conservación y Restauración del Museo Histórico Nacional (MHN), que funciona en la planta alta de la Casa Ximénez, una de las ocho que integran el museo.

    Al frente del taller está el restaurador Ernesto Beretta, que trabaja con la también restauradora Adriana Clavelli y el aprendiz Maximiliano Taborda. Ellos reciben las piezas que llegan de todas las casas del museo y que no están en exhibición, las restauran o las guardan en el depósito ubicado en el mismo lugar. Investigador en la Facultad de Humanidades (FHCE) y especialista en historia del arte uruguayo del siglo XIX, Beretta se formó con la restauradora argentina Patricia Sobrado en los años 90. Empezó a trabajar en el Museo Histórico en 2009, cuando la dirección estaba a cargo de Ariadna Islas, investigadora de Historia de Uruguay de la FHCE.

    “Cuando ingresé, hacía años que el museo no tenía un taller de restauración y muchas piezas necesitaban ser intervenidas para poder exhibirse. Entonces vimos la necesidad de establecer un espacio de trabajo. El taller empezó en 2013 en la Casa de Rivera en una habitación y cuando se recuperó la planta alta de Casa Ximénez, se decidió instalar allí el taller y los depósitos del museo”, contó Beretta a Búsqueda.

    Ubicada en rambla 25 de Agosto, la casa fue construida alrededor de 1820 y perteneció al comerciante andaluz Manuel Ximénez y Gómez, que vivió allí con su familia. Como museo abrió a fines de los años 60 y estuvo dedicado a Montevideo como plaza fuerte y puerto de mar. Por eso conserva muchas maquetas de barcos e instrumental de tipo naval. A los pocos años no se puedo mantener abierta por falta de personal y pasó a comodato. Recuperada la planta alta, el edificio se comparte con la Liga Marítima y la Academia Uruguaya de Historia Marítima y Fluvial, que ocupa la planta baja. La casa no está abierta al público, salvo por actividades puntuales.

    La idea de reunir todas las piezas del museo en un solo lugar apunta a ir adquiriendo contenedores adecuados para conservarlas y de esa forma evitar su restauración. Ahora se está instalando un sistema de peines para la conservación de la pinacoteca, que antes se guardaba en estantes de madera. Esas parrillas permiten mantener los cuadros colgados e impiden que se rayen.

    Para Beretta, la restauración ha ido evolucionando, pero lo fundamentel es conservar: mantener las piezas en condiciones y manipularlas de manera tal que no se dañen. “La restauración implica incorporar materiales nuevos o agregar partes que no están, y ese proceso muchas veces linda con lo falso. Entonces se apuesta a la conservación preventiva: cómo embalar las piezas, cómo transportarlas, cómo mantener las condiciones de temperatura y humedad y protegerla contra plagas o la incidencia de la luz”.

    El museo trabajó en distintas líneas, en una época compró obras en remates o en casas de antigüedades, pero después estimuló la política de donaciones. “En un momento fueron muy intensas”, recuerda Beretta. “La Casa de Lavalleja se donó íntegra, igual que las quintas de Herrera y de Batlle. Hay un goteo permanente de donaciones hasta el día de hoy. Hace poco recibimos el ropero de Roberto de las Carreras que donó su familia”.

    El museo tiene un acervo variadísimo, integrado por mobiliario, vestimenta, armamento, pinacoteca, monedas, esculturas, fotografías, estampas, muñecas antiguas, medallas, cuadros y hasta animales embalsamados. “Es un acervo que impresiona y que aún no hemos terminado de conocer”.

    En manos de Belén

    Una de las más recientes donaciones es un boceto que el escultor Federico Reilly (Montevideo, 1922-2013) presentó a un concurso para realizar un monumento a Juan Antonio Lavalleja (ver foto). Donado por la hija del artista, ahora la pieza está siendo restaurada por Belén Arreche, una joven uruguaya que se licenció como restauradora especializada en escultura en la Escuela Superior de Arte del Principado de Asturias. Belén tiene 23 años, vino a visitar a su familia a Uruguay y, buscando dónde podía colaborar, encontró que el MHN tiene un programa de voluntariado en el taller de restauración. Entonces, envió su currículum y allí está trabajando durante febrero.

    “Hice Bachillerato Artístico y siempre me gustaron las pinturas y esculturas. Me interesó la restauración, pero aquí no había dónde estudiar. Entonces mi madre encontró una carrera en Barcelona y me encantó. Al segundo año, me fui a Asturias y ahí terminé mis estudios”, comenta frente al boceto.

    La pieza es de yeso con una estructura interna de metal y una pátina de pintura verdosa que le da un color bronce. Tenía suciedad y varias pérdidas volumétricas, entre ellas en el sable y su estuche, que ahora Belén restauró.

    “Lo que más me cuesta es la reintegración cromática. Es en lo que estoy trabajando ahora. Uso acuarela, que es un material reversible y estable. Se trata de usar materiales que se puedan quitar por si en otro momento se encuentra información en la obra o si el material está envejeciendo mal. El óleo cuesta mucho quitarlo y puede perjudicar a los otros materiales”, explica. En una habitación contigua, Maximiliano está reparando una ventana de un gran portón de la Casa de Herrera. Él entró como becario y hace seis años que está en el museo. Trabajó en todas las casas y desde mayo del 2022 está en el taller de la Casa Ximénez. “Se aprende de todo, de arte, de historia. Además muchas de estas técnicas se adoptan también para cuidar los objetos de nuestras casas”, dice. En este momento, otra de sus tareas es acondicionar un juego de mates antiguos para una exposición. Son pequeños, tienen bases de plata y grabados. Hay uno extraño con forma de escorpión, otros tienen incrustaciones de símbolos patrióticos.

    Belén va a regresar a España después de esta estadía. “Aquí es muy complicado trabajar en esta profesión, aunque poco a poco siento que se va desarrollando. Faltaría una carrera específica”, dice. Habría que tenerlo en cuenta.