Todas las películas del mundo

escribe Ch. 

¿Cómo puede morir alguien que aparece en tantas películas buenas? Imposible. Las voy tirando sin orden. Z (1969), de Costa-Gavras, en la que hace de un misterioso fiscal envuelto en un evidente asesinato político, de esos en los que están implicados altos funcionarios del Estado. Detrás de unos lentes oscuros que ocultan su intención termina enjuiciando a los militares responsables, uno tras otro, que desfilan ofendidos con sus charreteras y medallas ante su escritorio, y solo les dice con fría determinación: “Apellido, nombre y profesión”, mientras el notario pulsa las teclas de la máquina de escribir, que suenan como balas. Los militares chillan ofendidos, esgrimen su cargo (capitán, teniente, general), la deshonra a la que conduce el asunto, todo en vano. El fiscal sigue sin chistar: “Lo acuso de homicidio voluntario con premeditación”. Uno de los peces gordos de la cúpula castrense le pregunta a su abogado: “Pero este tipo, ¿es comunista?”. La respuesta es tajante: “Es hijo de un coronel”.

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