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    Todos los problemas de Nicolás Maduro, nuevo presidente venezolano

    Rio de Janeiro (Gerardo Lissardy, corresponsal para América Latina). Es probable que la historia registre como meras anécdotas del día que Nicolás Maduro asumió la Presidencia de Venezuela, tras 14 años de mandatos de Hugo Chávez, los cacerolazos opositores en las calles y el incidente protagonizado por un hombre que interrumpió por sorpresa el acto de investidura, subió al estrado y fue detenido. Pero ambos episodios también pudieron servir como aviso para el oficialismo venezolano de que —tras la muerte de Chávez, una elección reñida de resultado disputado y una larga lista de problemas pendientes— gobernar se ha vuelto una tarea de sobresaltos y desafíos para Maduro desde el arranque mismo de su gestión el viernes 19.

    En un país como Venezuela, con índices de inflación y homicidios que figuran entre los más elevados del mundo y con escasez de alimentos y medicamentos a pesar de su riqueza petrolera, Maduro está obligado a encontrar soluciones con una mayoría bastante más ajustada que la que tuvo Chávez y con una legitimidad cuestionada. Este ex conductor de ómnibus y ex canciller de 50 años fue declarado oficialmente vencedor de las elecciones del domingo 14 con una ventaja de cerca de 1,8% (unos 270.000 votos) sobre su rival Henrique Capriles, quien se negó a aceptar los resultados, denunció diversas irregularidades y reclamó una auditoría de los comicios. El Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano aceptó verificar la totalidad de las mesas de votación a partir de esta semana, pero descartó que esto sea un nuevo escrutinio o que implique revisar los cuadernos donde los ciudadanos se registraron a la hora de sufragar, como pretendía la oposición, que entre otras cosas habla de gente que votó dos y hasta tres veces el mismo día.

    Más allá de lo que ocurra con la auditoría de votos, Venezuela parece haber iniciado una nueva era política con una paridad mayor de fuerzas entre oficialismo y oposición, en la cual será más difícil para el gobierno “imponer sus decisiones”, evaluó Alonso Moleiro, un analista político con sede en Caracas. “Hay una crisis económica grave con escasez y control de precios: lo que no permitas que aumente de precio, desaparece del mercado. Y hay otro problema grave con la seguridad: Maduro, a diferencia de Chávez que normalmente disimulaba ese problema, ha prometido de forma directa enfrentar el asunto”, explicó en diálogo con Búsqueda. “Le va a costar mucho a Maduro mantener la mayoría”.

    “Preparando la celda”

    Por cierto, nada hay de nuevo en los problemas que enfrenta Venezuela en estos días respecto a los que tenía con Chávez. La inflación en torno a 25%, el déficit fiscal superior a 9% del año pasado según estimaciones privadas, el desabastecimiento, los apagones constantes o la tasa superior a 50 asesinatos cada cien mil habitantes son parte de la herencia que dejó el “comandante” fallecido en marzo, que señaló a Maduro como su sucesor. Pero nadie discute que éste carece del carisma y la llegada que tenía Chávez en los sectores más humildes de la población, tras haber reducido considerablemente la pobreza (de 62% en 2003 a 32% en 2011 según el Banco Mundial) y aumentado la cobertura de salud mediante planes de asistencia social inéditos para ese país. Fue eso sumado al uso indiscriminado del aparato estatal con fines proselitistas lo que permitió a Chávez ganar en octubre un sexto mandato con una ventaja de 11 puntos (más de 1,6 millones de votos) ante el mismo Capriles. Pero el crédito político que recibió Maduro ahora parece evaporarse.

    “El gobierno acusó un golpe muy fuerte: perdió casi 800.000 votos de un día para el otro y su candidato no perdió más votos porque no tenía más tiempo. Encuentra un país sin Chávez, que era el mago que aparecía en televisión y transformaba a su favor cualquier crisis, con un hombre limitado como Nicolás Maduro, que tendrá sus méritos como dirigente pero que está a un millón de años de Chávez”, señaló Moleiro.

    Maduro pareció ceder a la idea de responder a estos retos con una radicalización, entre otras cosas en procura de asegurarse el apoyo del heterogéneo movimiento chavista. Sus primeros pasos tras la elección incluyeron la prohibición de una manifestación en su contra en Caracas tres días después de los comicios, aduciendo supuestos planes golpistas tras los enfrentamientos de fuerzas pro y anti gubernamentales que dejaron ocho muertos y decenas de heridos, según cifras oficiales.

    El actual mandatario ha prometido impulsar “una revolución dentro de la revolución” y algunos de sus correligionarios se muestran dispuestos a darle una mano. El presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, advirtió que negaría el derecho a la palabra a diputados opositores que eviten reconocer a Maduro como jefe de gobierno y removió a algunos de ellos de la titularidad de comisiones parlamentarias. La ministra de Asuntos Penitenciarios, Iris Varela, declaró el martes que está “preparando la celda” para Capriles, a quien acusa de promover la violencia pos electoral.

    No obstante, el presidente de la encuestadora venezolana Datanálisis, Luis Vicente León —quien tras la muerte de Chávez había anticipado en declaraciones a Búsqueda la posibilidad de una radicalización de Maduro— expresó dudas de que el presidente pueda ir mucho más lejos con esa estrategia. “Hubo un Maduro muy radical en la campaña y quizás en los primeros días de gobierno. Sin embargo, eso va a tender a enfriarse un poco. Maduro sabe que necesita negociar, quizás no con el sector político pero sí con el sector empresarial, para garantizar abastecimiento y una mejora en el proceso económico. De lo contrario, podría ser peligroso para él”, evaluó León.

    Como ejemplo citó el nombramiento esta semana de Nelson Merentes como ministro de Finanzas en reemplazo de Jorge Giordani, un ingeniero electrónico marxista que ejercía el cargo desde 2008 avanzando en la planificación central: fue artífice del sistema de control cambiario y de precios en Venezuela (Giordani seguirá en el gabinete de Maduro como ministro de Planificación). Aunque nadie duda del apego de Merentes a la “revolución bolivariana”, este matemático que ejercía la Presidencia del Banco Central es visto como más moderado y pragmático para lidiar con una inflación que llegó a 7,9% en el primer trimestre (Maduro planteó reducirla a un dígito en tres años) y con una economía que puede desacelerarse respecto al 5,6% de crecimiento de 2012, cuando el gasto público propulsó la reelección de Chávez.

    ¿Revocable?

    Así las cosas, por el momento en Venezuela parece improbable que haya un verdadero diálogo entre chavistas y opositores. “El gobierno no va a incorporar a la oposición al debate político como en un país democrático normal. La oposición tendrá que ganar sus espacios, retenerlos o incrementarlos en su trabajo político, en la calle, en la conexión con la gente”, evaluó León.

    La estrategia opositora tiene como elemento principal hasta ahora el cuestionamiento del resultado oficial de la elección, algo que le permitió reconquistar parte de la iniciativa política. Capriles, gobernador del estado de Miranda, uno de los más poblados del país, dijo esta semana al diario español “El Mundo” que sus quejas apuntan sobre todo a “inconsistencias” entre el acta de votación y el escrutinio, violencia y proselitismo en centros de sufragio, votos asistidos y ciudadanos que votaron más de una vez. A su juicio, es posible que la auditoría electoral determine la necesidad de repetir los comicios a corto plazo, pero el CNE ya anticipó que los resultados proclamados son “irreversibles”.

    Maduro cuenta además con el apoyo de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), cuyos jefes de Estado reunidos en Lima el jueves lo saludaron por “su elección como presidente”. Ante la presencia del propio Maduro, la Unasur instó “a respetar los resultados oficiales” de los comicios venezolanos, aunque también señaló como positiva la decisión de auditar la totalidad de las mesas electorales.

    Muchos dentro y fuera de Venezuela dan como seguro que la oposición apostará al desgaste de Maduro y convocará a un referéndum revocatorio de su mandato dentro de tres años, como habilita la Constitución. Sin embargo, también hay quienes advierten que es demasiado pronto para decir si eso es cosa segura o si Maduro gobernará hasta 2019 como está previsto. “Existe un presidente que ha ganado por un margen muy estrecho, que puede tener un tiempo de inestabilidad con la crisis económica y con las negociaciones dentro de su partido. Eso podría ponerle en aprietos”, indicó León. Pero también consideró posible que el gobierno tome algunas decisiones rápidas que mejoren la percepción de la gente sobre el rumbo de la economía, por ejemplo aumentando la oferta de productos que escasean. “Venezuela no es un país clásico y su ingreso petrolero es muy relevante. Ese ingreso siempre permite maquillar un poco las crisis”, dijo el analista. “Muchas veces hemos proyectado explosiones que nunca ocurrieron: habrá que mirar las cosas con el tiempo”.

    Fuera de Fronteras
    2013-04-25T00:00:00