Por el contrario, Rosselli opina que Uruguay ganó mucho más de lo que perdió en su pasaje por el Consejo, al que no ingresaba desde hacía medio siglo. Ser un país pequeño y sin intereses geopolíticos le permitió tener una posición “principista”, muy valorada en la comunidad internacional, aunque en ocasiones también lo llevó a cuestionar a las potencias mundiales y a recibir críticas de “amigos” como Israel.
Álvaro Diez de Medina, exembajador de Uruguay en Washington entre 1995 y 2000, escribió a fines del 2015 en El Observador que sumarse al consejo implicaba “muchos problemas” para el país y pocos beneficios. Recordó que, durante la segunda presidencia de Julio María Sanguinetti, Estados Unidos sondeó al gobierno sobre si quería ingresar al organismo multilateral, pero que el presidente respondió de inmediato que no.
“El precio de presentar ante la opinión pública uruguaya un supuesto logro internacional de su administración sería el de someter al país a incesantes presiones, inquinas, trapisondas y, sobre todo, incursiones en imprevisibles conflictos siempre ajenos al interés nacional, y (Sanguinetti) no estaba dispuesto a pagarlo”, aseguró Diez de Medina.
Las posiciones que defendió Uruguay como miembro rotativo del Consejo en los últimos dos años le valieron algunos dolores de cabeza. El incidente más reciente ocurrió la semana pasada como consecuencia de la decisión de Estados Unidos, anunciada el miércoles 6 por el presidente Donald Trump, de reconocer a Jerusalén capital de Israel y anunciar que mudará su representación diplomática de Tel Aviv hacia esa ciudad.
La postura norteamericana rompió con la política internacional vigente hasta el momento, avalada por el Consejo de Seguridad y la Asamblea General de la ONU. El gobierno de Benjamín Netanyahu celebró la declaración de Trump, mientras que la Unión Europea la criticó con dureza. Uruguay y otros siete integrantes del consejo solicitaron una reunión de urgencia del organismo multilateral para discutir el tema. Mientras, la violencia en Jerusalén aumentaba por los enfrentamientos entre manifestantes palestinos y las fuerzas de seguridad israelíes.
La Cancillería uruguaya emitió un comunicado el jueves 7 en el que recordó su respaldo a la resolución de la ONU aprobada en 1947, que establece la creación de un Estado judío y un Estado árabe en el territorio de Palestina y que otorga a Jerusalén un régimen especial. “En tal sentido, el gobierno de Uruguay expresa su preocupación y discrepancia con la decisión del gobierno de Estados Unidos, que no contribuye al imprescindible clima de paz y respeto mutuo necesario para alcanzar una solución justa, completa y duradera en Medio Oriente”, dice la declaración.
En la sesión del consejo, desarrollada el viernes 8, el embajador Rosselli leyó el comunicado de la Cancillería y recordó que para Uruguay la “solución de dos Estados continúa siendo la única opción viable para terminar el conflicto”.
El canciller Rodolfo Nin Novoa cuestionó la decisión de Estados Unidos, porque ponía “en mucho peligro las tratativas de paz y de convivencia pacífica”.
Las declaraciones de Nin provocaron la reacción de la embajadora de Israel en Uruguay, Nina Ben-Ami. “Sorprendida y decepcionada de escuchar el canciller declarando que Tel Aviv es la capital de Israel. (¿)Capaz Salto es la capital de Uruguay? Israel tiene una capital, Jerusalén, ya (desde hace) 70 años”, escribió en su cuenta de Twitter. Agregó que en esa ciudad están el Parlamento, los ministerios, la residencia del primer ministro y del presidente, y la Corte Suprema de Justicia.
La Cancillería convocó a Ben-Ami para que brindara “explicaciones sobre sus comentarios”. El gobierno emitió un nuevo comunicado en el que informaba que “en el marco de la tradicional relación de amistad y cooperación que une a Uruguay e Israel, se instó a la embajadora Ben-Ami a mantener los intercambios gubernamentales por los canales oficiales correspondientes”.
Esa fue la segunda ocasión en la que Uruguay tuvo un choque diplomático con Israel a partir de las posiciones que tomó como miembro del Consejo de Seguridad. El 23 de diciembre del 2016, el organismo votó una resolución que, entre otras cosas, urgía a Israel poner fin a los asentamientos en “territorios ocupados”. Por primera vez en décadas, Estados Unidos, todavía gobernado por Barack Obama, se abstuvo de vetar la resolución contraria a los intereses israelíes.
En aquella oportunidad, el gobierno de Netanyahu anunció que iba a tomar represalias contra países como Nueva Zelanda, que habían redactado la resolución. En el caso de Uruguay, la embajadora Ben-Ami sostuvo que el país “se alejó de la tradicional amistad y apoyo que ha caracterizado las relaciones” entre los dos países (Búsqueda Nº 1.899).
El embajador Rosselli sostiene que Uruguay defendió su posición histórica sobre el conflicto en Medio Oriente y que sus decisiones no “sorprenden a nadie”.
“Nunca tuvimos ningún cruce con los israelíes. Simplemente que ellos han protestado y están en todo su derecho de hacerlo”, asegura. “El tema no es que protesten o no, sino que los Estados tenemos canales para expresar esas discrepancias”. De acuerdo con el diplomático, en la sesión del consejo que discutió el tema “hubo 14 países que pensaron lo mismo”, y que el único que cambió de parecer fue Estados Unidos.
Rosselli añade que, durante su participación en el consejo, Uruguay fue “muy crítico con las posiciones de los palestinos”, que cuestionó “la glorificación de los terroristas” y el hecho de que “el Estado palestino sigue pagando subsidios a los que están presos en Israel por actos terroristas”.
Otras fuentes de la Cancillería recordaron que el segundo gobierno del presidente Tabaré Vázquez se puso como objetivo mejorar las relaciones con Israel después de que durante el gobierno de José Mujica se enfriaran. Y añadieron que pese a estas críticas por las posturas en la ONU, el objetivo se logró.
Pasar a la historia.
El rol de Uruguay como un Estado que reivindica los principios internacionales en el consejo, según el representante de Amnistía Internacional ante la ONU, Renzo Pomi.
“Uruguay ha logrado mantener un curso claro basado en principios también claramente definidos, lo que le ha posibilitado navegar aguas difíciles con más éxitos que sinsabores, a pesar de que institucionalmente el consejo fue incapaz de hacer frente de manera unida y efectiva a las crisis más importantes que afectan la paz y la seguridad internacionales”, escribió Pomi en un artículo, publicado en mayo, en el que analizó el primer año de participación uruguaya.
Pomi opinó que, a lo largo del 2016, el país cumplió con las promesas que había hecho antes de asumir. Propuso y apoyó “medidas que tendían a proteger los derechos de las personas afectadas por conflictos armados”, “promover la transparencia en la actuación del consejo” y “que haya rendición de cuentas en un órgano que no está acostumbrado a rendirlas”, detalló.
Es habitual que el consejo adopte resoluciones por 15 votos en 15. Cuando eso no ocurrió y hubo votaciones divididas, Uruguay quedó usualmente del mismo lado que Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, según surge de la revisión de las resoluciones del consejo. Este patrón se vio más claro cuando se discutía la situación en Siria, cuyo gobierno es aliado de Rusia.
Cada vez que una mayoría del consejo votaba a favor de una decisión muy crítica con el gobierno sirio, el representante ruso aplicó el derecho a veto que tiene su país sobre las resoluciones de la ONU. Uruguay quedaba en la vereda de enfrente.
Rosselli no quiso hacer un balance general sobre los dos años de Uruguay en el consejo, porque todavía tiene pendiente una reunión de análisis con las autoridades.
Aun así, al ser consultado sobre si el país ganó algo por integrar el organismo, el embajador responde que sí.
El diplomático opina que en Naciones Unidas hay muchas delegaciones que destacan la actuación de Uruguay. “Hemos roto una tradición de silencio que había acá en el consejo; levantamos la pancarta para hablar en cada sesión y ahora hay otros que lo hacen”, dice. Y añade que el país peleó por una “mayor transparencia” del sistema y que planteó “críticas cada vez que fue necesario”.
“Claro que nuestra participación no va a quedar recogida en los libros de historia”, aclara. “Y tampoco es que lo busquemos”.