“Este barrio fue la elección perfecta para Lasting Habits”, cuenta Cooper, coach deportivo y entrenador personal instalado en Uruguay hace casi dos años. Además del club de running gratuito, para el que los participantes deben registrarse a través de la página web (www.lasting-habits.com) o el Instagram del club (@_lastinghabits), durante la semana lidera sesiones de entrenamiento personalizado a través de Performance Club, también parte de su proyecto. “Lo que más me gusta de reunirnos acá es que, cuando corremos hacia el este por la mañana, vemos el sol. Sin duda, le da energía a cada sesión”.
Después del recorrido, en el que varios van charlando entre sí, se reagrupan en otra zona verde, también con vista al río, para estirar. Acompaña un parlante con la música bien alta, suena reguetón y pop. La parada final es en Acento, un café ubicado detrás de Punta Carretas Shopping que cada sábado espera a los corredores para desayunar. “La colaboración con Acento surgió de forma muy natural. Los contacté justo cuando estábamos empezando el club y ellos solo llevaban abierto un mes y medio. Empezamos a apoyarnos enseguida y, desde entonces, crecemos juntos”, cuenta Cooper.
Agobio virtual y hambre de comunidad
“Después de la pandemia notamos una falta de los llamados terceros espacios, esos lugares fuera del trabajo y de la casa donde uno puede conectar de verdad con otras personas”, dice Francisco Marichal, que fundó Evidence junto a Juan Bautista Montero y Juan Martino, otro club de corredores gratuito que comenzó a funcionar este año y al que uno se puede anotar enviando mensaje a través de su cuenta de Instagram (@evidence.uy).
“Teníamos ganas de hacer deporte en grupo, de conocer gente nueva, de formar parte de una comunidad. Evidence nace de esa necesidad de socializar, de compartir tiempo al aire libre, de construir vínculos reales más allá de la pantalla”.
El punto de encuentro de este grupo es la plaza Trouville en la rambla, a las 10 de la mañana los sábados, y su “sede” es el café Platz, en Punta Carretas.
Si bien salir a correr en grupo no es una novedad en Montevideo, la diferencia de esta nueva tendencia está en que la promueven, de forma gratuita, jóvenes menores de 30 años, o un poco más, que no buscan romper récords de velocidad ni entrenarse para una maratón. No son atletas profesionales ni obsesionados con el rendimiento: corren para disfrutar del aire libre, para desconectarse de las pantallas y reconectar cara a cara con otras personas.
En estos nuevos run clubs, correr es la excusa, más allá de que uno pueda utilizar estas salidas como complemento de un entrenamiento. Lo que se prioriza es la construcción de comunidad, el disfrute del exterior, las conversaciones que surgen durante los trotes y formar parte de un grupo que espera a sus miembros cada semana.
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Mauricio Rodríguez
La tendencia no es exclusiva de Montevideo. Hace tiempo que en ciudades como Nueva York, Londres, París y Buenos Aires surgen espacios similares. Incluso, se han escrito artículos que describen a los running clubs como el nuevo Tinder: lugares donde se vuelve a conocer gente pero personalmente, como antes. En tiempos de hiperconectividad virtual, estos clubes proponen justo lo contrario: contacto cara a cara, energía compartida y la posibilidad de formar vínculos en el mundo real.
“En varios asados con amigos hablábamos de cómo la mayoría de los espacios para jóvenes se concentraban en bares o boliches y, aunque está buenísimo que la gente celebre y se divierta, nosotros queríamos ofrecer algo distinto: un lugar que combine actividad física, comunidad y vida al aire libre, a la luz del día y compartir desde un lugar sano”, explica Francisco de Evidence.
Según cuenta, a la hora de construir la identidad de su propio club se inspiró en los clubes Rawdawg, de Texas, Mint, de San Petersburgo y UVU, un club y marca de ropa deportiva londinense. “La mayoría de los run clubs en Uruguay estaban enfocados en gente mayor o en atletas que entrenaban de forma más competitiva. Sentimos que faltaba un espacio como el que nosotros imaginábamos: algo más relajado, social, adaptado a los jóvenes”, comenta.
Encuentro, café y colaboración
Acento recibe a todos los integrantes de Lasting Habits para lo que se conoce como el after run, momento posterior a la corrida y el estiramiento del grupo. El café espera a los runners con mesas especialmente reservadas para ellos, dispuestas en varias filas largas, una configuración del café distinta a la habitual. Sobre cada mesa ya hay agua servida y, una vez que todos se acomodan en sus lugares, cada uno hace su pedido y paga cuando se va.
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Mauricio Rodríguez
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Mauricio Rodríguez
“Los cafés son lugares de encuentro de la comunidad en general”, dice Ignacio Gallo, fundador de Culto Café, que lanzó el run club Culto Corre a principios de este año. “Es un lugar que históricamente tiene un rol central en la sociedad. Me parece que la gente está queriendo cuidarse más, le está dando más lugar al cuerpo, al deporte, a las actividades al aire libre, y creo que es lógico que los cafés acompañen ese cambio cultural. Además, el café es un estimulante natural superpoderoso, es movimiento y energía, y eso se conecta directamente con el deporte”.
El grupo Culto Corre empezó a reunirse los martes en Culto EPA, en Palermo, frente a la rambla. A partir de junio, los encuentros serán un sábado al mes y seguirán saliendo desde el mismo punto. El recorrido, como siempre, será a lo largo de la rambla. Para averiguar el horario exacto hay que consultar las redes del café (@cultocafeuy).
“Siempre creí que si te concentras en hacer bien las pequeñas cosas, se van a convertir en hábitos, y van a poder crecer como una bola de nieve hasta convertirse en algo muy fuerte”, dice Cooper, de Lasting Habits, sobre el trasfondo sano y deportivo de su proyecto. “La idea detrás del club es conectar a las personas e inspirar un cambio positivo a través del movimiento, la comunidad y la constancia. Practiqué deportes de equipo toda mi vida, sé lo que es no siempre tener ganas de entrenar. Pero cuando sabes que hay otros te da ese empujón para ir. No se trata solo de salud física, sino también de bienestar mental”.
Así como algunos cafés deciden inaugurar sus propios clubes de running y otros se asocian con grupos ya formados para colaborar y unir fuerzas, también hay marcas de ropa que se suman a esta tendencia. Aunque en Uruguay todavía no se ven muchos ejemplos, del otro lado del charco está Revolver, marca de indumentaria que en Buenos Aires fundó su propio club: Unión de Corredores.
El valor de experiencias offline
La tendencia de lo “desconectado” y el cara a cara no se evidencia solo en el surgimiento de varios run clubs impulsados por generaciones jóvenes, sino también en el crecimiento de propuestas como las del offline club, que se llevan a cabo en Ámsterdam, Berlín, Copenhague, Barcelona, Milán, Londres y más ciudades europeas. El club propone tardes sin el celular, que se debe dejar en la entrada de distintos cafés de esas ciudades, incluidos los de algunos museos como el del reconocido Museo de Van Gogh. Se dan talleres de cerámica, dibujo y más actividades creativas en lugares alternativos, como en una iglesia antigua o unos decks sobre el río, y hasta retiros de detox digital.
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Mauricio Rodríguez
Correr, leer, hacer silencio, pintar, dibujar, charlar o escribir en grupo develan una necesidad profunda de encuentro físico y desconexión digital, algo que el Global Wellness Institute, conocido por impulsar y pronosticar las tendencias sobre el bienestar a escala mundial, describe con claridad.
En su reciente informe, presentado en el Global Wellness Summit de febrero de este año, advierte que, frente a la sobrecarga de hiperconectividad de la pospandemia, emerge un fuerte desplazamiento hacia lo que llaman softcare: experiencias más lentas, accesibles y sociales que priorizan el bienestar mental y comunitario sobre la optimización tecnológica, que sería el hardcare.
Esta corriente atraviesa todas las áreas: desde run clubs, bares que invitan a sus comensales a dejar el celular en la entrada, cafés que no permiten el uso de computadoras hasta desfiles de moda de casas de lujo, como los de The Row, que prohíben las fotografías y los videos. El informe deja en claro que todas las prácticas colectivas que devuelvan el valor al tiempo, al cuerpo, al vínculo y al silencio ganarán cada vez más terreno.