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Viqui Durán, referente en bullying: “Las familias tienen que nutrir el adentro para que lo de afuera impacte menos”
Uno de cada tres adolescentes sufre bullying en algún momento de su escolaridad; Viqui Durán, especialista en el tema, apunta a los adultos como parte responsable de este fenómeno, ya que les cuesta conectar con sus hijos, validar sus emociones y acompañarlos
Hace cinco años, cuando una alumna de su taller de plástica le contó sobre el bullying que estaba sufriendo en su colegio y la respuesta que había tenido de sus padres y maestra, invitándola a hacerse amiga de sus hostigadores o a ignorarlos, Virginia Viqui Durán sintió que no podía quedarse con los brazos cruzados. Era maestra de profesión y durante años había trabajado en el sistema educativo, por lo que conocía de cerca estas situaciones. Además, ella misma había sido víctima de bullying en su adolescencia y sabía en carne propia lo que se sufría. Con ánimo de hacer algo para frenar este fenómeno, decidió hacer una publicación al respecto en su “tímida” cuenta de Instagram. La tituló Las siete cosas que los adultos suelen hacer para que el bullying funcione. Entre ellas, mencionó: minimizar lo que el niño cuenta, naturalizar, ponerles apodos a las personas, discriminar y no validar lo que el niño siente.
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Para su sorpresa, la publicación comenzó a moverse como nunca antes lo había hecho alguna de sus publicaciones. “La gente empezó a escribirme por interno, contándome sus experiencias e inquietudes”. A los pocos días realizó otra publicación sobre el mismo tema y el efecto fue igual. “Así empecé, casi sin darme cuenta. A partir de allí comencé a formarme. Hice capacitaciones, cursos y me apoyé mucho en mi experiencia de docente, madre y niña. Mi experiencia de bullying la había dejado guardada en un cajón, con esto salió todo para afuera. Por eso, hay una carga muy emocional en todos mis posteos, y eso conecta”, señaló a Galería.
Hoy su cuenta (@viquiduranilustra) tiene más de 20.000 seguidores y 812 publicaciones sobre el bullying con ilustraciones propias, porque Durán, además de ser maestra, es artista. Asimismo, en marzo del año pasado publicó un libro titulado Son cosas de grandes, en el que ofrece a padres y docentes consejos y tips para prevenir el bullying a través de la crianza. “De cómo nos vinculamos con nuestras primeras figuras de apego, que generalmente son papá y mamá, dependerá cómo nos vinculemos después con los demás”, afirmó. “Si papá y mamá no me escuchan, por qué voy a escuchar a un compañero al que le pasa algo”. El alcance de sus publicaciones es tal, que este año viajó a Miami para presentar su libro allí. También recientemente inauguró una membresía para familias que quieran ser parte de este cambio. Por 12 dólares mensuales ofrece materiales, encuentros y una comunidad de WhatsApp para profundizar en el hostigamiento, compartir experiencias, consejos y propuestas de prevención. “Las familias pueden trabajar en prevención, va a importar mucho más lo que el niño viva en su casa que lo que viva afuera”.
Hoy, retirada de la docencia, además de ser una referente en temas de bullying, se dedica a su taller de plástica, donde ofrece a los niños un espacio de creatividad para ser ellos mismos, sin prejuicios. Fue allí donde recibió a Galería y mantuvo esta charla.
¿Qué tanto influye en el fenómeno del bullying la manera en que se educa a los hijos?
No hay una teoría tan clara, en psicología nada es tan lineal. Para mí, hay algo de gran impacto que tiene que ver con lo vincular. De cómo nos vinculamos con nuestras primeras figuras de apego, que generalmente son papá y mamá o el adulto que esté a cargo, dependerá cómo nos vinculemos después con los demás. Para mí, es una hipótesis: el vínculo que los adultos solemos tener con los niños no nos permite escucharlos y terminamos minimizando lo que les pasa, naturalizamos la violencia. Todo eso se va aprendiendo: si papá y mamá no me escuchan, por qué voy a escuchar a un compañero al que le pasa algo; si papá y mamá me dicen que lo que me pasa es una pavada, entonces cuando otro llora, para mí es una pavada; si mi hermano mayor me vive humillando y nadie me defiende, entonces, yo humillo a mi compañero.
En la mayoría de los casos, los adultos están demasiado conectados con su mundo adulto y eso aleja de la conexión familiar. Esto es producto de la era de la productividad, en la que todo el día hay que producir, además, ser deportista, tener buen cuerpo y tener una vida social espectacular. Eso, que hoy es el éxito para la gente, aleja mucho de la conexión familiar porque no hay tiempo para escuchar a los hijos. En los talleres siempre invito a las familias a conectar con esos espacios sencillos. Por ejemplo, la hora de la cena alrededor de la mesa, aprovechar para charlar; cuando vas en el auto manejando o en el ómnibus, no estar con el celular; cuando los vas a buscar a la escuela; acompañarlos cuando se van a acostar, aunque sean adolescentes. Yo todas las noches paso por el cuarto de mis hijos a darles un beso y decirles algo lindo: “Te quiero” o “sos importante para mí”.
Bullying, Son cosas de grandes, Viqui Durán
En el libro habla de los “adultos distraídos”. ¿Cuándo un padre se comporta como tal?
Hay un ejemplo muy claro, que es cuando es el niño quien hace la lista de invitados a su cumpleaños o cuando dice que a algún compañero no lo quiere invitar. El adulto distraído es el que invita solamente a los que están en la lista que hizo su hijo y no registra quién está en la clase, ni cómo se llaman sus compañeros. Solo sabe el nombre de sus amigos. Eso es un adulto distraído. El adulto consciente es el que sabe que es importante invitar a todos los de la clase y, en caso de que no pueda, separa por género.
Muchos padres te dicen: “No lo puedo obligar a tener afinidad con todos”, y dejan que el niño elija a quién invitar. Ese discurso hace que haya tres o cuatro niños que no estén invitados a ningún cumpleaños. Es importante entender que la crianza es colectiva, y como yo eduque a mi hijo va a impactar en el clima educativo. Pero la gente no se hace responsable de eso. Por eso, creo que los adultos están muy distraídos e infantilizados. Lo único que les importa es que su hijo pertenezca a determinado grupo a cualquier costo. Esos adultos no pueden acompañar ni sostener en lo vincular a sus hijos.
¿Cómo se educa en empatía?
La empatía se empieza a educar en el recién nacido. Por ejemplo, cuando lo dejás llorar y no lo consolás. ¿Por qué? ¿Quién dijo que no se puede? Te dicen que no lo agarres porque se malacostumbra. ¿A qué? ¿A mis brazos? ¿A mi amor? Con mi marido siempre fuimos puro brazo para todo con nuestros tres hijos, porque creíamos que esa era la forma, desde el instinto. Hoy se sabe la importancia del contacto físico con la mamá y los estragos que puede causar que a un bebé lo dejen llorar solo en una cuna. No es que finalmente deje de llorar porque se autorreguló, como se creía en una época; deja de llorar porque sufre abandono y se resigna a la posibilidad de que venga alguien a consolarlo. Ahí empieza la verdadera empatía. Cuando se cae y le decís que se levante y no llore, tampoco le estás enseñando empatía, porque no le estás enseñando a reconocer las emociones. Y si no sabe reconocer sus emociones, cómo va a reconocer las emociones de los demás.
¿Existe un perfil específico del niño que sufre bullying?
Para nada. Sí existen situaciones en las que el niño es más vulnerable a sufrir bullying. Por ejemplo, estar solo, ser extranjero, vestirse distinto, no tener championes de determinada marca. Pero la causa del bullying no está en el niño que lo sufre, sino en el que hostiga, que suele ser un niño popular, que desafía las normas y a quien le cuesta aceptar que las cosas no sean como él quiere. Es un niño que necesita tener el control y poder sobre los demás, que en algún punto se siente invadido o celoso de ese niño al que agarra de punto.
Entonces, no existe un perfil de niño que sufre bullying, pero sí del niño que lo ejerce.
Sí, pero de vuelta, no todo es tan lineal. Está comprobado que uno de cada tres adolescentes sufre bullying en algún momento de su escolaridad. También hay estudios que indican que el ser humano tiende mucho más hacia la maldad que hacia la bondad. Entonces, cuando en los colegios me dicen “acá no hay bullying” me mata, porque siempre hay. Es del ser humano, es algo grupal. Después, está el tema de la gran mayoría que mira para el otro lado, tiene miedo o se suma y fomenta. Ahí el problema es que no enseñamos a pararnos ante las injusticias. Solemos decir: “Vos no te metas”.
Es cosa de grandes libro
Grijalbo, 128 páginas, 850 pesos.
¿Cómo hacen los padres para darse cuenta de que su hijo hace bullying?
Primero, tienen que entender que su hijo seguramente genera microviolencias en los demás. Eso nunca lo descarten. Puede ser que no, pero lo más seguro es que sí. Esto porque no se educa para las microviolencias. No se les enseña a los niños que no se dicen secretos delante de los demás o que no hay que burlarse, por ejemplo. Acá el ejemplo es importante.
Después, es importante preguntarse cuánto hay de conexión verdadera con nuestros hijos, cuánto hablamos con cada uno de ellos, cuánto los conocemos y cuánto los escuchamos. Si conocés a tu hijo, te vas a dar cuenta cuando algo malo está pasando.
A los padres de los niños que sufren bullying, ¿qué les recomendás?
Lo primero es hablar con su hijo y generar pactos de confianza. La mayoría de las veces ellos no lo cuentan porque quieren proteger a los padres de ese dolor. Una vez que hablan con él, no deberían hacer nada sin el permiso de su hijo. En esto sí, tiene voz el niño porque es su vida y es él quien tiene que enfrentar todos los días esa escuela. Entonces, si nuestro hijo nos pidió que no vayamos a hablar al colegio, es importante que no vayamos. Lo peor que se le puede decir a una persona que sufre violencia todos los días, es: “Acercate” o “ignoralos”. Lo que los padres tienen que hacer es validar. Lo que hace que el trauma no se instale dentro de la psiquis es la validación del otro. El decir: “Entiendo lo que estás pasando, estoy aquí para ayudarte. Lo vamos a resolver juntos”. No es sencillo porque cuando uno se entera de que a su hijo le hacen bullying, se te viene el mundo abajo. Conozco muchas personas que han perdido su trabajo, su relación de pareja, su salud mental, todo por el bullying que sufre su hijo.
Bullying, Son cosas de grandes, Viqui Durán 1
¿Cómo debe actuar la institución educativa en estos casos?
Lo primero que hay que enseñarles es que lo que el padre o niño les cuenta no se lo pueden contar a nadie. Es confidencial. Eso es importantísimo. Lo que menos hay que hacer es exponer al niño que vino a contar, pero, por lo general, es lo que se hace. Tenemos que cuidar su confianza porque el bullying funciona como una mafia: si vos lo exponés, luego hay represalias. Eso hay que explicitarlo. La dirección y los docentes de los colegios eso no lo saben, porque minimizan lo que les pasa a los niños y creen que son cosas de niños. De ahí el nombre de mi libro.
Por lo general, la institución educativa culpa al niño hostigado y le suele decir a su familia que busque ayuda porque es un niño débil, que no sabe defenderse, como si uno pudiera defenderse de una violencia grupal. Entonces, se lo manda al psicólogo, pero no se hace nada con los hostigadores, ni con los que miran y avalan. Por ende, a esa familia se la deja muy sola y se siente señalada y abandonada.
El trabajo con las familias de los niños hostigadores es muy importante, pero como suelen ser muy escurridizas, no es un trabajo fácil. La mayoría de las veces no se hace. Si no se puede trabajar con las familias, al menos habría que hacerlo con el niño, aunque el efecto no será el mismo.
Luego deberían hacer una intervención de sensibilidad y reeducación de los vínculos con el grupo. Esto debe ser parte de un proyecto institucional anual. No basta con hacer un taller, unas carteleras y dos cositas más. Se tiene que trabajar realmente fuerte en el tema, en lo vincular. Lo malo es que no se trabaja en prevención. Si se hiciera, nos ahorraríamos muchas situaciones de bullying.
¿Cómo se puede trabajar en la prevención?
Por ejemplo, haciendo actividades para desarrollar la empatía, como hacer servicios en determinados lugares o con personas que lo necesitan. También trabajar y enseñar desde los contenidos, no solo desde el discurso bonito de que tengo que ser amable con el otro. El otro día me contaban de un colegio donde los chicos estuvieron trabajando en el iceberg de la violencia, es decir, en todo aquello que esconden las situaciones de violencia. Me parece que es por ahí.
También las familias pueden trabajar en prevención, porque va a importar mucho más lo que el niño viva en su casa, que lo que viva afuera. Siempre les digo a las familias que hay que nutrir el adentro, poner luz en el hogar, para que lo de afuera impacte mucho menos. Lamentablemente, no podemos cambiar la realidad, entonces si nutrimos su autoestima, estará fortalecido. El niño necesita que los padres lo escuchen, que le digan “acá estoy”. Como padres tenemos que estar conectados con la emoción del niño, darle un abrazo, quedarnos con él. Decirle: “No te invitó nadie, pero vamos al cine juntos o hacemos un pícnic en el parque”. Eso es lo que va a cambiar, no que le hagas unos discursos maravillosos.