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Ha protestado Brasil. Ha protestado Paraguay y lo ha hecho Argentina. ¡Hasta Estados Unidos ha protestado! Erin Borror, vicepresidente de análisis económico de la Federación de Exportadores de Carne de Estados Unidos (Usmef), ha criticado que los pasos necesarios para cumplir con el EUDR (regulación europea de productos libres de deforestación) no están bien definidos y la regulación hace que la Unión Europea (UE) sea un mercado aún más difícil de atender para la industria de la carne de vacuno estadounidense.
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“La UE podría haber hecho que esto fuera viable con una clasificación de riesgo insignificante, que permita que un país proveedor quede excluido de la regulación (europea) si tiene datos rigurosos que demuestren que su producción de carne de vacuno —y otros productos— no se ve afectada por la deforestación”, dijo Borror.
“Pero tal como está redactado actualmente, los buenos actores están sujetos a los mismos requisitos que las regiones donde la deforestación es una preocupación genuina. La agricultura estadounidense simplemente no contribuye a la deforestación en Estados Unidos. La industria de la carne de vacuno estadounidense es parte de la solución, no parte del problema, y no deberíamos ser penalizados por esta regulación”, reclamó.
Uruguay, como Estados Unidos, es un país en el que la deforestación es mínima. Es fácil demostrar que la carne uruguaya no proviene de zonas deforestadas. Pero para gran alegría de quien esto escribe, además de protestar por la acción europea, está trabajando en lo que realmente es interesante.
Convertir una exigencia en una gran oportunidad de poner en valor monetario los servicios ambientales que la carne uruguaya posee. Y tal vez incluso más que eso. Mostrar a los demás países que hay un camino a recorrer y que puede desarrollarse el agro sin talar y quemar árboles con sus jaguares, monos y tucanes. La ganadería de este siglo no merece ese oprobio. Y Uruguay puede mostrar ese camino de una ganadería limpia.
Por eso, no puedo evitar entusiasmarme con la plataforma que los ministerios de Ganadería, Agricultura y Pesca y de Ambiente, el Instituto Nacional de Carnes (Inac), el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) y el Plan Agropecuario están empezando a diseñar. La trazabilidad dará un segundo paso de agregado de valor, dando certezas de que en la historia de nuestra carne no hay motosierras ni fogatas.
Pero mucho más que eso, que en el historial hay virtudes. Entre ellas, un campo natural que está aquí desde hace varios millones de años y que preservamos con ligeras modificaciones y con su fauna casi intacta.
Pero necesariamente habrá más. Será necesario conducir a la ganadería hacia la neutralidad climática y estará la oportunidad de hacerlo como nunca antes. No se trata de inventar algo inexistente. Se trata de conjugar distintos proyectos sobre ganadería y clima ya existentes, así como los trabajos que la Sociedad Criadores de Hereford del Uruguay e INIA vienen realizando. Y en la medida que avanzan y se verifican, se podría cobrar un premio en tasas, de esa otra innovación uruguaya que son las emisiones de bonos con tasas vinculadas con el buen desempeño climático.
Aparecerán los consumidores que quieran carne con campo natural certificado en el origen, o los que aprecien cualquiera de las otras características que tiene la mejor carne del mundo originada en la Banda Oriental del Uruguay. Y los países vecinos, más tarde o más temprano, como los ranchers de Montana se sumarán a la lógica de registrar, bajar emisiones, optimizar capturas y tratar bien a los animales. Porque el mundo y los consumidores han cambiado, y lo que hoy empieza en Europa seguirá por China, hoy atravesando graves inundaciones y poniendo fuertes restricciones a sus propias emisiones. Y antes de China llegarán Canadá, Japón, Corea del Sur.
Uruguay empieza, empujado por exigencias que no gustan, a construir una plataforma de agregado de valor ambiental certificado en ganadería. Y eso no significa que no haya razones para enojarse con la UE. Basta ya de no comprar carne ovina uruguaya con hueso por un supuesto riesgo que no tiene absolutamente ninguna base científica. Aceptamos la exigencia y el due dilligence, ustedes de una buena vez acepten los deliciosos cortes ovinos uruguayos, cuyo único riesgo es que quieran más.
Para miles de pequeños productores y productoras uruguayos, para miles de trabajadores y trabajadoras, eso hace una diferencia crucial entre el arraigo y la inmigración. Deforestar está definitivamente mal. Discriminar un producto sano, poniendo excusas sanitarias, también. Solo imaginemos qué etapa de desarrollo económico y ecológico se desatará cuando demostremos al mundo las bondades ambientales de la ganadería uruguaya y nos terminen de levantar una barrera injusta al comercio.
Uruguay nunca se niega a que un buen cliente le exija más calidad certificada. Por su historial ganadero y de país tiene la llave para poner en práctica una normativa incómoda, pero necesaria en el mundo entero. Pero al cerrajero hay que tratarlo con la reciprocidad del caso. Israel ya levantó esa restricción que no tiene más sentido, es hora de que la UE acepte la carne ovina con hueso, libre de deforestación, que tantos otros países del mundo disfrutan sin riesgo alguno.