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    Con precios en caída, pero buena producción, se gana tiempo para pensar una era postsoja en Uruguay

    A lo largo de este siglo, la soja ha sido el gran cultivo motor de la expansión agrícola y ha sostenido un área superior a 1 millón de hectáreas por año, a lo que ningún otro cultivo se acerca, algo a lo que ha llegado desde apenas unas 10.000 hectáreas que se sembraban al comienzo de este siglo

    Durante 20 años la soja ha sido el cultivo por defecto en las siembras de primavera de Uruguay. Desde la llegada de la siembra directa y las nuevas genéticas la expansión fue casi un hecho habitual y Uruguay se convirtió en uno de los países con una mayor relación soja-maíz, quintuplicando el área del cereal con el que comparte las chacras en verano. Y este año se encamina a una buena cosecha, que puede cerrar un buen ciclo agrícola 2024-2025. Pero la trayectoria de importancia creciente del cultivo enfrenta más desafíos que nunca.

    A lo largo de este siglo ha sido el gran cultivo motor de la expansión agrícola y ha sostenido un área superior a 1 millón de hectáreas por año, a lo que ningún otro cultivo se acerca, algo a lo que ha llegado desde apenas unas 10.000 hectáreas que se sembraban al comienzo de este siglo.

    Ese aumento del área estuvo marcado por la expansión del consumo de China, cuya población conoció la carne y los lácteos como productos cotidianos a lo largo de este siglo. La harina de soja fue el alimento base de la expansión en la producción de carnes de China.

    Al mismo tiempo, Brasil se incorporaba a la carrera para abastecer a China, en tanto los vaivenes políticos y climáticos mantenían a la producción Argentina como un protagonista secundario del comercio exterior.

    Ahora la situación ha cambiado respecto a lo que se observaba 20 años atrás. Brasil sigue creciendo sin freno en su producción y será récord, probablemente superando los 170 millones de toneladas, un registro récord que se traslada a otros datos inéditos como el stock mundial.

    El área de soja creció de la mano de precios que se ubicaban por encima de US$ 400 por tonelada y a veces alcanzaba los US$ 500 por tonelada. Los anteriores gobiernos argentinos intentaron poner un freno a esa expansión, a través de retenciones diferenciales que daban competitividad al maíz.

    Graficos soja 2025.jpg

    El crecimiento en la región no solamente ocurrió en área, sino también en productividad. Particularmente en Brasil, que se convirtió en el líder mundial, incontenible en su ascenso como productor de la oleaginosa.

    Del otro lado del mundo, otro fenómeno importante se ha ido desarrollando: la economía de China frenando y la población del gigante asiático directamente cayendo, en 2024 por tercer año consecutivo.

    La consecuencia ha sido que el crecimiento de la producción de soja de Brasil dejó de ser acompañado por un incremento similar en la demanda de China, y el resultante ha sido una acumulación persistente de reservas en el mundo, que empezaron a tener una incidencia relevante en el precio.

    Así se llega a esta zafra. Con un precio de exportación y al productor bastante menor al que se daba en años anteriores, y que abre una perspectiva de incertidumbre.

    Anatomía del desbalance. En estos días está a pleno la mayor cosecha de soja que cualquier país haya levantado en la historia, probablemente más de 170 millones de toneladas será la cosecha brasileña. Al empezar este siglo la producción brasileña era de 35 millones de toneladas. Al 2010 la producción se duplicó a 70 millones. Para 2020 volvió a duplicarse a 140 millones. Y la cosecha de este año superará a la del año pasado en 17 millones de toneladas, algo que será complejo para absorber por parte de la demanda, que tiene a una China muy estabilizada en 110 millones de toneladas.

    Mientras Brasil sigue con el acelerador a fondo, China ha llegado a un tope de compras. Al empezar el siglo compraba 10 millones de toneladas por año, en 2010 sus compras se habían disparado 500% a 50 millones y para el comienzo de este siglo se habían duplicado a 100 millones de toneladas. Pero ese crecimiento se ha detenido. Por un lado, el descenso de la población de China, el crecimiento de una producción interna menor, pero relevante. Las importaciones de China en 2024-2025 son estimadas por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por su sigla en inglés) en 109 millones de toneladas, 3 millones menos que en 2023-2024.

    Esa falta de crecimiento en China se traslada al mundo, donde las importaciones totales se mantienen estables en 178 millones de toneladas. Puede que el bajo precio actual sea un estímulo a las compras, pero difícilmente puedan ponerse a tiro con la marcha ascendente tan fuerte de Brasil, probablemente acompañada por Argentina y en esta zafra por el resto del Mercosur, con Argentina más afín a producir con el nuevo gobierno y un clima benévolo que llevará a que Uruguay tenga también una cosecha abundante, que permitirá disimular el bajo precio.

    Las reservas de soja a nivel mundial vienen en un ascenso muy importante. Nunca antes habían llegado a 100 millones de toneladas hasta dos años atrás. A mediados de este año estará en una cifra sin precedentes, de 135 millones de toneladas. Eso con la cosecha de Brasil sin ingresar, lo que asegura un abastecimiento fuerte para todo 2025 y 2026.

    La respuesta en Estados Unidos será plantar menos soja en la próxima primavera boreal, pero este descenso no será demasiado importante, seguramente una caída de 1 millón de hectáreas, un tercio de lo que aumenta Brasil cada año.

    Para Uruguay esta situación, que luce bastante estructural, es un desafío importante de mediano plazo por una razón: su productividad en soja ha quedado rezagada respecto a la brasileña.

    En la actual zafra es posible que el rendimiento se acerque a los 3.000 kilos por hectárea, pero la lógica de productividad uruguaya en soja está más cerca de los 2.500 kilos, 1.000 kilos menos que el promedio de Brasil.

    La causa de este desfasaje creciente es un tema central de la agricultura de los próximos años. Una posibilidad es que la acidificación de los suelos sea lo que esté poniendo un tope de productividad. En muchos lugares Brasil el encalado es una rutina, un componente más de la estrategia de fertilización.

    Pero mientras las causas de ese diferencial creciente de productividad, y la presión creciente de los bajos precios no se resuelve, cabe reflexionar sobre estrategias posibles para una agricultura postsoja.

    El mayor peso del maíz en las rotaciones puede ser un camino a futuro. En esta zafra el maíz no creció en área por el temor causado en el ciclo anterior por la llegada de la chicharrita y las enfermedades relacionadas. Pero tenderá a crecer seguramente tras un buen resultado este año. Con esa amenaza pendiente, pero por ahora no concretada, varios productores optaron por el maíz nuevamente como cultivo de segunda, en lugar de la oleaginosa para escapar al factor precio. Un maíz de buen rendimiento genera mejor margen.

    Si las cotizaciones se mantienen bajas, como cabe esperar, otra relación de precios que cambia es con la carne. La ganadería tiene un panorama de mucha firmeza en el precio de exportación y abundancia de terneros. Para otros productores habrá una salida virtuosa de la agricultura apostando a praderas y a dar más peso relativo a la ganadería. Eso genera una recuperación de los suelos, que permite volver luego con más potencial productivo cuando por alguna razón los precios se recuperen. Para las empresas que son mixtas esto no es difícil, y ya sucederá en este otoño e invierno una vez que se levanten las cosechas.

    Una tercera estrategia será la de priorizar más los cultivos de invierno respecto a los de verano. Allí la colza y cultivos similares como carinata y camelina aumentarán su área por una cuestión de mejores márgenes en la zafra pasada y porque esa diversificación colabora grandemente en el control de temas sanitarios y especialmente de malezas. Para la próxima siembra el buen antecedente de la colza y un panorama estable a firme en la perspectiva de precios de trigo y cebada estimularán otra siembra importante, que puede ser continuada en la rotación por alternativas a la legumbre.

    En los últimos años los cultivos de invierno han generado un ingreso más estable y han sido un soporte clave a los sistemas agrícolas. Los rendimientos de trigo y cebada han aumentado y se han estabilizado, aunque los problemas de calidad suelen generar complicaciones. Por otro lado se perfila una lógica de precios por la cual los granos con alto contenido de aceite muestran un comportamiento más firme en los precios que los de la soja. La razón es simple, de lo que se trata es de eludir la competencia brasileña. Y aunque Brasil crece como productor de trigo y colza, es difícil pensar que vaya a tener una competitividad comparable a la que tiene en soja.

    Hasta hace pocos años el centro de gravedad de la agricultura era el cultivo de verano, mientras el de invierno colaboraba en licuar el costo de la renta. Eso está cambiando. La revolución de los biocombustibles de nueva generación abre la opción para migrar a oleaginosas con más alto contenido de aceites, sea girasol en el verano o colza en invierno.

    En este año las lluvias permitirán resistir los bajos precios. Pero la buena suerte no dura para siempre, y la lógica de hacer la mayor área posible de soja todos los años probablemente es ya parte del pasado. Para la soja en Uruguay llega un desafío que se va volviendo urgente, si no logra aumentar la productividad y ponerse a tiro ante los países vecinos entrará en un proceso de márgenes en caída y riesgos en ascenso. Esto obligará a repensar las estrategias agrícolas.

    Brasil probablemente tendrá una productividad mayor a 3.500 kilos por hectárea este año. Si ellos sacan una tonelada más por hectárea y tienen menores costos y un dólar mucho más amigable, o cambia algo estructural en la agricultura uruguaya o es imprescindible entrar en una estrategia postsoja.

    Esto no significa que no se plante más soja en Uruguay, pero sí que en el portafolio agrícola la oleaginosa tendrá una participación menor. Ya sea por algo ordenado y planificado previamente, o porque los veranos cada vez más calurosos golpean a los incautos con la dupla de bajos rendimientos y bajos precios.

    El camino de la diferenciación, con trazabilidad, para poder competir

    Otra alternativa para poder competir en un mercado donde la producción brasileña de soja no para de crecer y el nivel de demanda se mantiene estable, es la diferenciación, un terreno donde Uruguay corre con ventaja, por su escala, por su reconocimiento como país serio y respetuoso de las normas internacionales, así como por su experiencia con la trazabilidad ganadera.

    Para competir con Brasil, Uruguay puede apuntar a “nichos”, para diferenciar la soja en los mercados del mundo, consideró el presidente del directorio del Grupo Don Mario (GDM), Gerardo Bartolomé, al ser consultado por Agro de Búsqueda (ver edición del 12 de setiembre de 2024). El empresario analizó que el país, “al contar con menos superficie, puede tener trazabilidad” y generar elementos que le permitan diferenciarse, como los vinculados con la huella de carbono o la agricultura regenerativa.

    Agregó que “los nichos son para poca superficie, con lo cual esta alternativa no corre para Argentina, porque tiene 15 millones de hectáreas sembradas de soja y creo que tampoco para Paraguay, que tiene 3 millones de hectáreas”.

    Por su parte, el gerente de Cofco International Uruguay, Christian Nolte, dijo a Agro de Búsqueda (ver edición del 12 de octubre de 2023) que el incremento de la producción de soja en Brasil “nos deja en una situación incómoda”, algo que “también nos pasa con otros productos, como la carne vacuna”. A propósito, planteó que “debemos alejarnos” lo más posible de los commodities.

    En Uruguay, “con 3 millones de toneladas de soja, “hay que buscar alternativas, diferenciarnos, descomoditizar, para eso tenemos que ofrecer una soja de mejor calidad que la brasileña, no podemos atarnos a Brasil”, dijo.

    En el mismo sentido, el director comercial de LDC en Uruguay, Mario Sampaolesi, afirmó que la producción agrícola en Uruguay “tiene ventajas respecto a otros países de la región en materia de deforestación y sustentabilidad”. En entrevista con revista Verde, el ejecutivo sostuvo que el país “tiene una gran posibilidad de destacarse, y es una ventaja cuando miramos la escala”, ya que “las cosas se están haciendo bien y de manera ordenada”.

    Además, dijo que crear un sello de soja con la marca Uruguay “es un anhelo”, porque “favorecería a todos y nos permitiría trabajar mucho mejor que otros países de la región”, pero para ello “todos debemos estar convencidos”.