Los precios bajos obligan a ser muy competitivos, porque ya no es un tema de márgenes, sino de supervivencia. Y todo lo que las empresas hayan invertido en los buenos momentos en aspectos que mejoren la competitividad, hoy les aporta un nivel oxígeno diferente. Veo empresas que están creciendo, que les va bien y hay otras que empiezan a tener problemas. Aparece la discusión sobre el diseño de los sistemas y si es necesaria o no la inclusión de pasturas. No se ve a productores dejando campos masivamente y en la zona núcleo te enfrentas a rentas que siguen firmes, por suerte en la mayoría de los casos fijadas en kilos de producto (soja).
La diferencia la haces con tu sistema productivo, tu equipo, tu capacidad de gestión para arbitrar precios, vender futuros y cuidar costos. En general las principales diferencias las ves dentro de los establecimientos, porque afuera es más difícil, ahí ya te chocas con todas las regulaciones que tiene el país y resulta muy difícil ser innovador.
La competitividad se intenta defender con el sistema productivo, ¿qué aspectos influyen en ese objetivo?
En nuestro caso, en primer lugar están las personas y su capacidad para utilizar la mejor tecnología disponible desde el punto vista costo-beneficio. Podés diseñar un buen sistema, pero para ejecutarlo se necesitan personas preparadas, para que en cada situación tomen la mejor decisión. Toda la sintonía fina del negocio está influenciada por la gente preparada, enfocada y entrenada para la búsqueda de resultados. Todo esto tiene que estar dentro de un diseño empresarial, donde lo que más impacta es la rotación y la secuencia de cultivos, porque ayudan a bajar costos y a aumentar la productividad. Y para mí, por lejos, la rotación más competitiva es la agrícola pura, la que no lleva pasturas.
¿Y cuánto pesa cada cultivo en la rotación?
El sistema de rotaciones debe tener una lógica diseñada para controlar malezas, enfermedades y la acumulación de resultados positivos, por la sinergia entre un cultivo y otro. Después está el precio relativo de cada cultivo, que tiene su influencia. Por ejemplo: este año la soja perdió algo de área con el maíz. Ahora se están cerrando negocios por colza a buenos valores, también se puede tomar alguna cobertura por trigo. El precio relativo de colza, trigo y cebada influirá en la intensidad de esos cultivos en la próxima siembra de abril a junio.
¿Qué costos se pueden mejorar a través del diseño de la rotación?
Hemos bajado la inversión en herbicidas en torno a US$ 50 por hectárea, también en fertilizantes. Donde se está encalando mejora el pH de los suelos y aumenta la disponibilidad natural de potasio y fósforo. Son inversiones de mucho impacto, porque encalar es caro, no por el producto, sino por el flete para llegar al litoral y por el volumen que se demanda para poder subir el pH. El encalado, por un tiempo, mejora la disponibilidad de nutrientes caros que se tienen que agregar todos los años.
¿Y a la soja cómo la ve?
La soja es la que está en una posición más compleja, porque la oferta global está abrumada por el volumen de producción de Brasil, y todos los años le pega un sopapo a los precios. A la vez, Estados Unidos no incrementa superficie, pero sube la productividad por hectárea. De todos modos, es un producto tremendamente importante en nuestras rotaciones y hay que tener cuidado. Hoy hasta la regalía que se paga por la genética es un costo importante en el valor de producción, porque el precio del producto ha bajado mucho. Tenemos que ver si es algo estructural o coyuntural, y en función de eso ver cómo lo podemos manejar o si empieza a perder peso relativo en las rotaciones.
¿La soja es la más complicada en la relación productividad-margen?
Sí, por la productividad de Brasil, y por lo que puede llegar a ser Argentina en algunos años, si arregla sus trabas. Tampoco hay que tener tanto miedo. El año pasado fue bueno, los problemas estuvieron con las lluvias en la cosecha, que impidieron un muy buen resultado. En esta zafra se proyecta un año excelente. Llevamos dos años en que la falta de lluvias no fue un problema, sino al contrario. No estamos preparados para cosechar dentro del agua como lo hace parte de Brasil, allí se utilizan desecantes, secan el grano, hacen muchas cosas que acá no pensamos.
Claramente hay momentos en que el clima te va a dar un palo, por eso hay que tener muchos cultivos en el año, dos o quizás, en el futuro y en algún caso, hasta tres cultivos por hectárea y en el mismo año.
Y dentro de la misma estación, en los distintos cultivos tener diferentes estrategias para mitigar esos efectos climáticos, porque el clima acá y en cualquier lugar es difícil de prever.
Pero no sé si nos tenemos que entregar con la soja, tenemos que ajustar más determinadas variables. Desde mi punto de vista estamos en un modelo que todavía no trabaja para mejorar y subir el potencial, para que en años como el actua, se puedan expresar altísimos potenciales productivos.
¿El desafío de la soja pasa por incrementar la productividad?
Sí, pero fundamentalmente no dejar ni un kilo por el camino cuando vienen los años buenos. Estamos muy centrados en los pisos de producción, quizás a ese piso lo deberíamos buscar por el lado de los seguros, que hoy no está disponible, o asumiendo que el clima en algún año te golpeará.
Veo que renunciamos a los años que pueden aportar una alta productividad. En Mato Grosso o en Estados Unidos están enfocados en subir la productividad de la soja. Acá no lo veo. Sí se ve en maíz, donde el aumento de productividad es claro, la evolución de los híbridos y el ajuste de la tecnología es enorme. Todavía no llegamos a rindes que asustan, pero hay riego, y Regadores Unidos del Uruguay está mostrando muchas tecnologías y formas de hacer las cosas; en esos casos la productividad es altísima.
En un año como este deberíamos pensar en tener sojas de 5.000 kilos por hectárea y no trabarnos en 3.000 o 3.500 kilos. Obviamente tiene que llover.
Estamos trabajando para no perder kilos en los años difíciles, con estrategias muy defensivas, que incluso a veces utilizan el agua para generar biomasa y no grano. No veo una búsqueda para aprovechar los años donde llueve muy bien, con ciclos más cortos o manejos específicos para las zonas de las chacras donde hay un gran potencial. Son puntos de vista, después la realidad es la que manda.
¿Se puede lograr una soja con características diferenciales en Uruguay?
Me encararía, pero no la veo por ahí. No me siento con competencias para que mis negocios se desarrollen por ese lado. El hecho de que el puerto de Montevideo siga profundizando el calado y sea competitivo nos permitirá completar barcos en Uruguay, incluso los que vengan del río Paraná, algo que solo se hacía en Bahía Blanca o en Río Grande. En ese caso nos vamos a subir a barcos cuya soja no tendrá una gran diferenciación, y estaremos completando carga de un commodity.
Si van a pasar más barcos por Montevideo para completar carga, esa puede ser una ventaja para la soja uruguaya. Pero si el mercado va por la diferenciación y aparece una puerta tremendamente selectiva por trazabilidad o determinada calidad, nos vamos a poder integrar sin problemas.
Generalmente esas cosas van hacia soja no genéticamente modificada y productivamente te restringe, porque el mejoramiento genético está en lo otro, también el uso de los mejores herbicidas y control de insectos.
La trazabilidad suma sobrecostos porteras afuera y adentro de los establecimientos. Ojalá me equivoque y aparezca un planteo que genere un producto con más valor por tonelada, porque eso permite defenderse mejor en un país caro.
¿Qué oportunidades de mejora puede generar la inteligencia artificial (IA) en la producción agrícola?
En cada cosa que se hace hay oportunidades para mejorar a través de la tecnología. Hoy es muy difícil decidir, hay una necesidad muy grande de “pienso” por hectárea. En el cortísimo plazo el que pueda basarse en alguna tecnología de IA para la toma de decisiones tendrá una ventaja enorme. Hoy tenés que apretar los números por todos lados, porque no hay margen y alguna decisión que sería óptima en un escenario más normal queda relegada. El aporte de la IA lo veo como el control de tracción de un auto, que cuando detecta un problema te ayuda corregir la conducción.
A un agrónomo o a un agricultor le permitiría tener más tiempo para tomar decisiones relevantes. Hoy son muchísimas las variables que tenés que definir. Muchas veces nos concentramos en algunas bastante superficiales y perdemos las más importantes.
¿Y porteras afuera qué cosas pueden impactar en la competitividad de la agricultura?
Todo lo que se pueda hacer para mejorar la competitividad del país sería bueno. No tengo demasiadas expectativas, porque el país sigue siendo bastante parecido. Nuestro sector no se apaga o se prende porque te suban o bajen alguna cosa. Más adelante en el tiempo se producirá más o menos, en función de las señales que se marquen ahora.
En el transporte de granos hay tecnologías para aplicar como lo hacen las forestales de gran porte, que además tienen mejores condiciones fiscales que el resto de los que trabajamos en commodities y vendemos los productos al mundo. De eso no me quejo, me parece bien, porque se desarrolló un sector que no existía.
Pero si seguís analizando, ellos han podido trabajar y avanzar en aspectos que impactan en el costo del flete. Hoy en la ruta te encontras con un montón de camiones largos, tritrenes, con muy buena tecnología, modernos.
Hemos hecho números teóricos para los granos, y hay un aporte de competitividad sin que el Estado tenga que renunciar a cobro de patentes, peaje, entre otros. Con empleados que cobren más por cada viaje, algo que ya está regulado y me parece muy bien, porque hay más responsabilidad y el efecto sobre el negocio es muy bueno. El tema es que al querer llevarlo a la práctica tiene sus dificultades y no se libera, y por lo tanto es algo que no ayuda al sector. Son decisiones que no se toman y la competitividad no mejora.
Hay una oportunidad que no se aprovecha y quizás hay un área que no se sigue sembrando porque está lejos del puerto; o hay una superficie que se podría subir al circuito agrícola y no se desarrolla porque está lejos del puerto. Así pasa con casi todas las regulaciones que generan un alto nivel de burocracia.
Con el combustible pasa algo similar, porque en la medida que sea un factor de recaudación la diferencia con los precios de la región y a nivel mundial continuará siendo alta. Eso le pega a la producción y vas a enfriar el sistema.
Nadie sabrá exactamente por qué no se produce más trigo, soja o maíz en Tacuarembó o Cerro Largo, si es por lo caro del combustible o porque no hay bitrenes o tritrenes. No hay relación directa, pero son el tipo de cosas que ayudan a la competitividad fuera del establecimiento, en el caso del combustible también adentro, y que están manejadas por el Estado.
¿Los bitrenes o los tritrenes pueden generar un shock de competitividad para la agricultura?
No son cosas de vida o muerte, son cosas que suman. El combustible no es el más barato del mundo, probablemente sea de los más caros, porque el Estado necesita recaudar y hay una carga fiscal enorme atada a ese producto. Es necesario buscar otras formas de mejorar la competitividad.
En Europa hay laboreo del suelo, acá no hay por un montón de razones, y una de las principales es que con siembra directa gastas cinco veces menos combustible que laboreando. Allí la tecnología permitió mitigar un problema de competitividad que tiene el país.
Cuando vas al transporte hay cosas parecidas, como cargar más por cada viaje, que se puede hacer con un equipo más grande, algo que se puede implementar, como muchísimas otras.
Entiendo que hay cuestiones, como el precio del combustible, que los responsables de estas decisiones no pueden modificar fácilmente. Sin embargo, sí podrían avanzar en la flexibilización de tecnologías de transporte más eficientes. Esto no solo reduciría los costos logísticos, sino que también impulsaría la inversión en nuevas flotas, la importación de camiones y el pago de impuestos, generando una mayor movilidad económica.
La competitividad no depende de un único cambio, sino de la acumulación de pequeñas mejoras. No es que la supervivencia de la agricultura dependa de un camión más largo o más corto, pero sí está claro que, en el largo plazo, la competitividad se construye con muchas decisiones de este tipo.
En varias ocasiones ha marcado la importancia de ajustar los mensajes que envía el sector, ¿por qué?
El sector agropecuario tiene características particulares dentro de la economía, pero también es parte fundamental de las cadenas de valor que conectan a Uruguay con diversas industrias en todo el mundo. Uno puede ser distinto, pero marcar esa diferencia como una barrera no es una ventaja.
Al hablar de competitividad, inevitablemente aparecen temas como logística, tecnología y la IA, y para desarrollar esas áreas se necesita talento, conocimiento y preparación en ámbitos que van más allá de la producción agropecuaria.
Está claro que el agro requiere ingenieros agrónomos, veterinarios y trabajadores cada vez más especializados, desde peones hasta capataces. Pero también necesita profesionales de otras disciplinas, que contribuyan a mejorar la eficiencia e inserción del sector en las cadenas de valor a nivel global.
Si seguimos insistiendo en que el agro es un mundo aparte, más aún en un contexto donde aparecen empresas sin balances ni auditorías, terminamos generando una mayor separación con el resto de la economía. Hay muchas personas capacitadas, con experiencia en distintos rubros, que podrían aportar valor al sector, sin la necesidad de provenir directamente de la agricultura o la ganadería.
No podemos darnos el lujo de trabajar en una isla. Eso es lo que más me preocupa. Si seguimos transmitiendo el mensaje de que el agro es un sector donde nadie que venga de afuera puede aportar, perderemos la oportunidad de atraer talento, incluso de forma parcial o con nuevas ideas. Y sin esa apertura, será difícil impulsar la innovación y mejorar.