La diversificación de cultivos agrícolas, en combinación con la ganadería, es una tendencia que históricamente registró avances y repliegues en la producción agropecuaria local.
El ejercicio 2024-2025 “mostró el mejor resultado para los vacunos”, “el segundo mejor para la soja” y “el tercero para el arroz”, destacan los investigadores, con base en análisis en la zona este
La diversificación de cultivos agrícolas, en combinación con la ganadería, es una tendencia que históricamente registró avances y repliegues en la producción agropecuaria local.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn ese sentido, en los años recientes cobró impulso la implementación de sistemas de rotación de arroz, soja y ganado, específicamente en zonas bajas de campos del este.
¿Cómo resultó este tipo de esquemas productivos?, ¿cuántos kilos se lograron obtener?, ¿qué ingresos económicos generaron?
Algunas respuestas a estas y a otras interrogantes se encuentran en un informe elaborado este año por los técnicos de la Unidad de Economía Aplicada del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), Bruno Lanfranco, Enrique Fernández, Juan Manuel Soares de Lima y Bruno Ferraro.
En ese trabajo se presentan ingresos, egresos, resultados antes de Impuesto a las Rentas de las Actividades Económicas (IRAE) y resultado después del pago de impuesto, en dólares.
Se trata, concretamente, del cuarto año del primer ciclo de una rotación de seis años, donde el sistema muestra las “ventajas de una estrategia de diversificación de productos diseñada no solo para aprovechar las sinergias productivas, sino también para la gestión del riesgo”, sostiene.
El resultado económico de la Unidad de Producción Agrícola Ganadera (UPAG) “comercial” del INIA durante el ejercicio 2024-2025 muestra que “el ingreso total alcanzó US$ 1.228.582 y los egresos US$ 1.023.999”.
Indica que el “resultado final, descontado el IRAE, fue de US$ 153.838”, lo que representa “US$ 173 por hectárea”.
En dicha unidad, ubicada en Paso de la Laguna, en el departamento de Treinta y Tres, se desarrolla un módulo de validación de arroz, soja y carne (bovina y ovina), definido como un modelo “ganar-ganar” para arroceros y ganaderos.
Para este estudio, “la actividad vacuna ocupó 77% del área útil y explicó el 61% del beneficio” obtenido, y el resultado, luego del pago de IRAE, fue de US$ 93.199.
Entre octubre y diciembre de 2024 se vendieron 190 novillos a faena, con un peso promedio en pie (PV) de 500 kilos, y un valor promedio ponderado de US$ 2,18 por kilo PV, según el informe.
Indica que en diciembre se vendieron 280 novillos de 2 y 3 años con destino a corrales de engorde, con un promedio de 414 kilos PV, a US$ 2,22; y en mayo siguiente se vendieron 27 novillos de 1 y 2 años, también para encierro, con un promedio de 320 kilos PV, a US$ 2,60 por kilo PV.
En mayo de 2025 se compraron 580 terneros con 169 kilos PV promedio, a un valor en pie de US$ 2,90 el kilo, detalla.
Comenta que los ovinos ocuparon 2% de la superficie ganadera efectiva disponible durante el ejercicio, computándoseles 5% del costo total en pasturas sembradas (exclusivamente sobre raigrás).
En octubre de 2024 se vendieron a faena 380 borregos que pesaron 42 kilos promedio en pie, a US$ 1,71, señala el documento.
Y añade que en mayo de 2025 se compraron 450 corderos con un peso promedio de 25 kilos, a US$ 1,60. “La venta de la lana producida pagó menos de la mitad del costo de esquila”, sostiene.
Advierte que el resultado de la actividad ovina antes de IRAE fue “negativo”, derivando en un crédito de IRAE que se asume efectivizado en el ejercicio.
Mientras que la “actividad arrocera en su conjunto arrojó un resultado de US$ 69.743, que luego del IRAE quedó en US$ 52.427”, y “representó 34% del resultado final del sistema, con 16% del área útil”, valora.
Entre los resultados figura que el rendimiento promedio de ambas chacras alcanzó “10.076 kilos” de arroz, y se consideró el precio provisorio puesto en boca de recibo al 30 de junio (US$ 11,05) que incluye el crédito por devolución de impuestos.
Estima que “el ingreso por hectárea fue de US$ 2.227” y los “egresos, luego del IRAE, en US$ 1.890, US$ 253 por hectárea”.
En tanto que en el “cultivo de soja” el resultado fue de “US$ 10.799”, lo que significó “US$ 154 por hectárea”, luego del pago de IRAE (7% del resultado y 5% del área) tras un “rendimiento excepcional de 3.400 kilos por hectárea” y el precio de venta se calculó en “US$ 360 por tonelada”.
Los resultados económicos simulados en el modelo UPAG comercial “no deben tomarse como propios de los productores o empresas agrícola-ganaderas de la región este”, según el informe de los técnicos de INIA.
Aclaran que “las diferencias en el uso y valor de los insumos generan diferencias en los cálculos”, e “implican supuestos y consideraciones sin los cuales resulta difícil cualquier análisis, y pueden no ajustarse a las situaciones particulares de cada productor”.
“El escalamiento del área de producción bajo el supuesto de retornos constantes es una buena aproximación al tamaño de una empresa real, pero puede no ser válido a la hora de estimar la producción y costear el uso de insumos y otros recursos fijos o variables”, sostiene.
De todos modos, los técnicos del INIA consideran que se trata de una estimación de ingresos y egresos realizada “en la forma más realista posible”.
Adicionalmente, el modelo utilizado asume que “toda la actividad agrícola y ganadera está en manos de un mismo productor dueño de la tierra y no tiene costos de arrendamiento”. “Esto puede verse como una limitante”, reconocen.
Y a modo de ejemplo, los autores indican que “la mayor proporción del arroz sembrado no se desarrolla sobre campo propio”.
Los resultados expuestos en el trabajo ilustran el “desempeño económico del sistema independientemente de la tenencia de la tierra”, y su “mayor virtud” es “advertir la importancia de la diversificación de productos en una empresa agropecuaria”. A la “sinergia”, que en términos productivos ofrecen las rotaciones agrícola-ganaderas, “la diversificación permite un mejor manejo del riesgo empresarial”, enfatizan.
Y resaltan que la integración de rubros en los sistemas de producción agropecuarios demuestra ser “clave para la gestión y fortalecimiento productivo y económico de las empresas”.
El trabajo comprende, además, el análisis de los resultados antes de IRAE de los cuatro ejercicios analizados hasta el momento, en miles de dólares, por parte de los técnicos del INIA.
Entre las principales conclusiones se menciona que “con altibajos, el arroz y los vacunos siempre dieron resultado positivo, alternándose en su relevancia para el sistema”, dependiendo de las condiciones del año, por “distintas relaciones entre área ocupada, rendimiento productivo y precio”.
“El ejercicio 2024-2025 mostró el mejor resultado para los vacunos”, “el segundo mejor para la soja” y “el tercero para el arroz”, destaca el INIA. Advierte que “el mejor resultado económico del arroz fue en 2023-2024”; “el mejor para la soja fue en 2021-2022”; mientras que “los ovinos alternaron resultados positivos y negativos durante los cuatro ejercicios”.
A los efectos de “aislar el resultado de cada actividad”, en el informe “se compara la evolución de los márgenes brutos (MB) por hectárea, es decir, considerando solamente costos variables, para el mismo período”, puntualizan.
Advierten que “los resultados más contrastantes se observan con los cultivos” de soja y arroz del sistema en cuestión, lo cual “era esperable dada la mayor variabilidad inherente a la actividad agrícola”.
Por otra parte, la ganadería vacuna produjo resultados “más estables” y los “magros resultados de los ovinos suponen un desafío”, debido al “rol estratégico que pueden jugar” dentro de este esquema, según se establece en el informe del INIA.
Destaca que “es interesante notar la estabilidad del sistema”, cuyo “promedio para todo el período se ubicó en US$ 228 por hectárea”.
En cuanto al margen bruto por hectárea, el trabajo indica que “promedió US$ 625 para el arroz, US$ 365 para la soja, US$ 126 para los vacunos y US$ 34 para los ovinos”.