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    INIA no recibió aportes del Estado durante 2024; la deuda totaliza $ 600 millones, confirmó su presidente

    Desde el gobierno se argumentó que debían cumplir metas fiscales “y se estaba viendo quiénes podían dar una mano en este sentido”; al ver que el instituto tenía reservas, se decidió destinar esos recursos a otras áreas

    Redactor Agro de Búsqueda

    En 2024 el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) no recibió aportes del Estado, que por ley debe hacer todos los meses. La deuda totaliza $ 600 millones, confirmó el presidente de esa institución, José Bonica, a Agro de Búsqueda. Declaró que en estos 12 meses INIA tuvo “cero acceso a recursos de esa cuota parte, que hasta el 2023 venía con una puntualidad y una religiosidad increíble”, más allá de que al inicio de este gobierno había una deuda de un año de presupuesto.

    “Hasta el primero de enero de 2024 los aportes del Estado se recibian los primeros lunes de cada mes, y llegaba lo que tenía que llegar. Fue una tranquilidad para nuestra gente de finanzas, aparecía en la cuenta de INIA lo que tenía que venir. Sin embargo, a partir de 2024 esa canilla se cerró, y se cerró bien cerrada, ni una gota”, graficó.

    Bonica señaló que el tema fue planteado integrantes del gobierno, quienes argumentaron que debían cumplir ciertas metas fiscales “y se estaba viendo quiénes podían dar una mano en este sentido”. También se sostuvo que, como INIA tenía recursos de reserva, se resolvió destinar esos aportes a otras áreas. Se tomó en cuenta que INIA tiene ingresos variables, fondos de reserva que normalmente oscilan en el eje de los tres meses de su presupuesto.

    “Lo concreto es que en 2024 los aportes del Estado, que son de la sociedad uruguaya, no llegaron, pero tenemos la palabra de la ministra de Economía (Azucena Arbeleche) y del ministro de Ganadería (Fernando Mattos) que eso se solucionará en enero”, comentó el presidente del INIA.

    Es importante recordar que en la Ley de Presupuesto redactada en la pandemia, los aportes del Estado a INIA cambiaron, ya que antes eran “por lo menos la mitad de lo aportado por los productores a través del Imeba”, y actualmente el 60% lo aportan los productores y 40% Estado. Aunque esto es variable, porque siempre influyen elementos como el tipo de cambio e incluso el clima, que impacta en la productividad.

    “INIA se apretó por algunos lados, ajustó el cinturón, afortunadamente no en investigación, pero sí quizás en comunicación, en esfuerzos de comunicación que no necesariamente se tradujeron en menores resultados, porque se hizo énfasis en lo que hasta ahora era importante. Antes se iba a las jornadas de campo, y la gente perdía tiempo para ir y después para volver. Esto se reemplazó por los sitios web y la virtualidad, que facilitó mucho el acceso para todos”, reconoció.

    Por lo tanto, “la cantidad de asistentes” a las jornadas de INIA “no mermó”, sino que incluso “aumentó”. Bonica sostuvo que “hay que desarrollar y adaptarse a nuevas estrategias, porque esto vemos que vino para quedarse”.

    Por lo tanto, cuando se hace una jornada de comunicación o de extensión, no son solo las personas que están en ese momento las que participan, porque también se suman de manera virtual, en el mismo momento y en los días siguientes, ya que las presentaciones quedan publicadas en YouTube y los interesados siguen consumiendo esos contenidos en el canal del INIA.

    Recursos para investigar

    Bonica se preguntó: “¿Es interesante investigar para el sector agropecuario y para el resto de la sociedad? ¿Es necesario innovar?” Y respondió: “como experiencia, a lo largo de toda mi vida siempre he visto que estar cerca de la investigación es altamente rentable. Y hoy, como presidente de INIA, estoy mucho más seguro que antes”.

    Insistió en que “tenemos que saber esa respuesta, pero deberíamos poder demostrarlo objetivamente, y hecho por un tercero, no por nosotros”. Comentó que en algún momento la historia de INIA mostró qué tan útil era la investigación, pero remarcó que “es bueno que venga un tercero que nos cuente esta historia, que lo evalúe”.

    Fue por ese motivo que el instituto firmó un convenio, mediante el cual el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) financió una auditoría que se hizo con expertos de España, porque se vio que la experiencia uruguaya en general es útil.

    Por tal motivo, la institución financiera destinó parte de sus recursos para que esta evaluación se haga, y en breve estarán los resultados, que “van a ser útiles para Uruguay, pero también para otros países, que podrán saber si la experiencia uruguaya fue buena”, dijo.

    Bonica comentó que “estamos siendo consultados, visitados, y la experiencia uruguaya es útil para otros países, también tenemos que tenerlo claro”.

    INIA y la mosca de la bichera

    El INIA trabaja en investigaciones que buscan resolver definitivamente el problema de la mosca de la bichera. Bonica explicó que “es una opción que no compite con lo que se está trabajando, con la mosca irradiada, sino que se usan estrategias de biotecnología muy precisas”.

    El instituto uruguayo es el “único en el mundo que lo está haciendo”, destacó. Y adelantó que “vamos a tener un producto concreto, relativamente cerca en el tiempo, y va a ser muy útil para Uruguay, pero lo va a ser para terceros también, lo que genera oportunidades muy interesantes”.

    El jerarca destacó que “estamos muy ilusionados”. Dijo que la estrategia es ir por otra vía distinta a la de irradiar, aunque también se generarán animales infértiles, “básicamente eso es lo que tienen en común”. Consideró que la liberación de moscas irradiadas es “una solución que debería ser rápida, porque ya se conoce, está implementada en otros países”.

    Sin embargo, esta estrategia que está explorando INIA “es mucho más fácil de implementar”, y “es definitiva”, ya que a diferencia de la mosca irradiada “no hay que estar todos los años dispersando moscas estériles”.

    Comentó que la iniciativa fue de un estudiante del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por su sigla en inglés), de esa universidad de Estados Unidos, quien “tiene un amigo en el BID, que luego lo planteó a todos los países que lo integran, y fue Uruguay “el único que recogió el guante”.

    El proyecto de investigación, que tiene un costo de US$ 2,7 millones, fue financiado en un principio por el BID. Uruguay lo puso en marcha, y después, con la pandemia, la institución financiera tuvo dudas sobre cómo obtendría los fondos para que se siga investigando y finalmente decidió suspender su aporte.

    Sin embargo, INIA encontró financiación propia para continuar, dada la importancia del tema, y así siguió trabajando. “Desde Estados Unidos nos han venido a visitar técnicos, y les he preguntado qué opinan de esto, mostrándoles las instalaciones donde se está trabajando. Y recibí como respuesta: ¡que envidia! Es importante que se sepa las fortalezas que tenemos, por lo que vamos a lograr y lo útil que será para terceros”, valoró Bonica.

    Agregó que “cuando uno es útil a terceros puede tener una reciprocidad en otros temas, no sólo de investigación, sino de acceso a mercados, por ejemplo. Porque, en definitiva, la investigación, si no se refleja en más mercados, no tiene sentido”.

    La técnica que investiga el INIA consiste en una modificación génica, en base a estrategias de biotecnología. “Ya estamos trabajando en vegetales, no es nada nuevo. Pero están por un lado las estrategias de transgénicos, donde se traen genes de otra especie a una determinada, cómo es el caso de la soja; y hay otros que son de edición génica, que es dentro de la misma especie, donde se logran cosas que son similares a la selección, el cruzamiento o la mutación, pero hechas en un laboratorio, de una manera más rápida, y así se logra el producto en períodos más rápidos”, detalló.

    También destacó que para lograr esto “ha sido relevante un cambio de Uruguay en su normativa, ya que hasta hace un tiempo estábamos atrasados comparándonos con la región”. El presidente del INIA señaló que en el país “no distinguíamos edición génica de transgénicos, y para poder hacer cualquier cosa había que seguir un proceso muy seguro de análisis, justamente para no cometer errores”.

    Sin embargo, valoró que ahora Uruguay, al igual que sus vecinos, “rápidamente puede distinguir si esto va a ser un transgénico o si va a ser edición génica, y eso habilita a actuar, cuando estemos en temas de edición génica, mucho más rápido”.

    De todos modos, aclaró que todo lo que tenga que ver con transgénicos se mantiene con los protocolos de bioseguridad, que se comprenden y que el público consumidor los demanda.

    El que sigue

    El presidente del INIA también se refirió a la actividad del instituto en 2025, al próximo gobierno y al nuevo director general. “Está claro que la investigación en Uruguay nunca fue un botín político partidario, se mantuvo aparte, y el motivo o la explicación es muy clara: generalmente los proyectos de investigación llevan tres o cuatro años, entonces lo que uno empiece a hacer lo va a disfrutar otro gobierno, por decirlo así”, comentó.

    Consideró que esto ya estaba planteado en el espíritu de la ley de creación del INIA. El jerarca designado por el Poder Ejecutivo sostuvo que “hay que darle cierta continuidad, pero nosotros también creemos en los equipos”, dijo. Afirmó que “dentro de los equipos tiene que haber una conjunción”, entre los cargos de confianza y los técnicos, y por lo tanto el gobierno electo seguramente contará con su equipo de confianza”.

    Bonica recordó que antes de 2020 INIA sufrió una crisis interna muy fuerte. “Siempre dijimos que el capital más grande de INIA es su gente, entonces el clima interno donde esa gente estuviera trabajando tenía que mejorar, y eso lo logramos”, resaltó.

    También señaló que 2024 cierra con la designación de un nuevo director nacional. “Cambiamos la estrategia y queremos crecer, hicimos un concurso y recibimos cinco candidatos extranjeros calificados, lo que nos enorgullece, y quedó seleccionado uno de ellos”, dijo.

    Se trata del argentino Gerardo Marchesini, “alguien en quien tenemos muchas esperanzas, porque entendemos que la investigación y la innovación en un sector tan importante como el agropecuario tiene sus efectos multiplicadores para toda la sociedad, y es relevante para todos”, sostuvo.

    El investigador argentino no es ingeniero agrónomo, ni veterinario, es biólogo. Estaba viviendo en Europa y sus últimos trabajos fueron en consultorías del BID. “Venimos con un perfil distinto para crecer, generar nuevas fuentes de conocimiento que sean fácilmente adaptados a nuevos productos para comercializar, que se traduzcan necesariamente en un mayor plan de negocios”, dijo Bonica.

    Rol estratégico del INIA

    El presidente del instituto opinió que el INIA “debería crecer aún más”, porque “no solo tenemos que pensar en nosotros, tenemos que pensar en nuestros hijos y nuestros nietos”.

    Sostuvo que el INIA “es una parte de este plan de negocios donde Uruguay, con sus 3,5 millones de personas, produce alimentos para casi 30 millones y tiene el desafío de llegar a 50 millones”. Consideró que esa “es una oportunidad para nosotros, pero una obligación hacia el mundo frente a una población mundial creciente, que ve al hemisferio sur como base de la seguridad alimentaria, y a países como Uruguay con un rol muy importante”.

    Señaló que “siempre estuvimos vinculados con otros países y hay que tener estrategias”. Planteó como ejemplo el tema del cambio climático y del metano, que “es un tema que está muy claro y tenemos que actuar todos los países exportadores con un único mensaje para después competir entre nosotros”.

    Pero primero consideró que “tenemos que mostrar que las mayores emisiones de metano vienen de otro lado”, donde las ineficiencias “son mucho mayores” que las que tiene la ganadería y todo el sector agropecuario” afirmó.

    “He sido arrocero gran parte de mi vida, en el arroz tenemos un ejemplo muy lindo, por lo que hemos logrado en rendimientos, vía investigación, tanto por manejo como por variedad. Todo eso hace que Uruguay hoy, principalmente por sus rendimientos, sea el que produce el arroz con menor cantidad de agua en el mundo, y con menos emisiones de metano. Esas fortalezas las tenemos que trasladar a todos nuestros productos”, planteó.

    Fundación Gates

    “Hemos trabajado mucho en bienestar animal, tenemos que seguir trabajando, no solo para no tener pérdidas cuando el animal llega al frigorífico, sino también para ver lo que le pasa a los visitantes cuando llegan a Uruguay, que ven que los animales se arriman y muestran que están a gusto, como lo estuvieron desde que Hernandarias los trajo. Esa historia hay que contarla”, expresó.

    Recordó que este año el instituto firmó un acuerdo con la Fundación Bill y Melinda Gates, para crear un observatorio financiado por la organización que encabezan el fundador de Microsoft y su exesposa, que va a trabajar en estos temas y en cómo comunicarlos a otros países. El aporte de la fundación a INIA es de US$ 675.000.

    “Ya ha venido gente a escribir el caso Uruguay. No lo tenemos que contar nosotros, porque sino pueden considerar que estemos sesgados. Pero si viene un tercero la historia es mejor, y si esa historia está contada por alguien de una universidad relevante, y si una vez que está escrito es usado por las escuelas de negocio en distintas partes del mundo, nos va a cambiar la imagen”, afirmó Bonica.

    Analizó que si alguien tiene que comprar algo, y sabe que somos serios, que producimos bien, que no tenemos corrupción, que tenemos una muy buena democracia, puede ser que tengamos mejores opciones”. E insistió en que no solo hay que enfocarse en las actuales generaciones sino también en las futuras.

    El presidente del INIA propuso desarrollar algunos productos, como por ejemplo la sanidad animal. “Son fondos que van a venir de la Fundación Gates para que podamos contar nuestra experiencia a terceros. Esa fundación se focaliza en países pobres, no es el caso de Uruguay, pero Uruguay puede ser útil para los países pobres”, planteó.

    A propósito, recordó que ya han venido misiones de Kenia y de Etiopía. Y resaltó que el Banco Mundial también está alineado en ese sentido, convocando a que desde esos países visiten Uruguay. Bonica explicó que “muchas veces un mensaje dado desde un país muy desarrollado no es bien recibido en otros países, pero a Uruguay lo consideran más cercano”.

    El jerarca destacó que cada vez que esas delegaciones vienen a Uruguay “encuentran lo que escuché en una frase y me encantó: distintas voces y una única melodía”. Porque hablan con investigadores, con productores, con autoridades del gobierno, y “todos tenemos claro el mismo norte”, sostuvo.

    Anunció que de ahora en más se va a trabajar en algunos temas específicos, como la sanidad animal, los asuntos ambientales, para “desarrollar productos que podamos extrapolar a otros lados”.

    También planteó que, “eventualmente pueden venir de otros países a a investigar algo que sea útil en otro lado”. A propósito, enfatizó que la biotecnología es uno de los asuntos que para otros países posiblemente sea útil.

    “Que la Fundación Gates se fije en Uruguay no es algo menor” subrayó el presidente del INIA. Y concluyó que el objetivo de este observatorio es generar más conocimiento, visitas, y que a su vez Uruguay realice misiones de diagnósticos en otros países, y luego vuelva a hacer recomendaciones y ayude a implementarlas.