Tras la colza, la carinata. Establecida la colza quedó abierta la puerta a seguir explorando y una nueva fase de la diversificación. Esa exploración se ha acelerado en este 2024. Tres cultivos están en una posición similar a la que tenía la colza 10 o 15 años atrás.
Tras la colza vino la carinata, luego el lupino y después la camelina. La carinata es la más parecida a la colza botánicamente. Aunque tiene diferencias en su manejo, va avanzando, tiene un premio de precios sobre la colza y está cerca de las 10.000 hectáreas plantadas.
Introduce una innovación importante en términos de certificaciones vinculadas a colaborar en la batalla por frenar el cambio climático. Su destino son combustibles artificiales y el productor debe cumplir requisitos ambientales, que no son imposibles, pero tampoco un mero trámite.
Y el premio de precios es tangible. La colza se paga actualmente US$ 100 por tonelada más que la soja, y la carinata US$ 63 más por tonelada que la colza.
Pero no siempre lo que mueve es únicamente el precio directo del grano cosechado. Para la agricultura uruguaya significa una etapa nueva de desarrollo, que tiene que ver con la posibilidad de un mejor cuidado del suelo, insertarse en una segunda etapa de los biocombustibles y agregar más valor a los tiempos intermedios entre los cultivos “clásicos” como trigo o soja.
Ciclos cortos, capacidad de incorporar nitrógeno, optimización de la captura de materia orgánica o mejorar controles de malezas a través de la diversificación son algunas de las potencialidades de los protagonistas emergentes de la agricultura de invierno.
La lógica de puente verde con renta, un cultivo que cubre el suelo, que permite una diversificación que importa no solo en lo económico sino también en lo ambiental y permite optimizar el resultado del cultivo de verano posterior.
Ese comienzo titubeante que pasó con la colza (Brassica napus), se ha repetido con su pariente cercana la Brassica carinata. Aunque se trata de cultivos botánicamente similares, cada uno tiene sus peculiaridades productivas y comerciales.
La carinata habría despegado más este año si las lluvias de otoño no hubiesen entorpecido la siembra, algo similar a lo que pasa con la colza, que retrocederá porque no se pudo entrar a las chacras en el período más apropiado.
Pablo Uteda, director de la empresa semillerista IPB, entiende que la colza fue la que abrió el camino del “puente verde con renta” y el doble cultivo, esa es una de las lógicas de doble cultivo que llegó para quedarse, aunque queden detalles de manejo por ajustar.
En carinata el premio de precios es muy importante, y los nuevos híbridos han estabilizado y acortado los ciclos, están aumentando los rindes por manejo y genética, y su crecimiento sería mayor si no se hubiera presentado el exceso de lluvias. El área de este año será 6.000 hectáreas, la meta eran 8.000 hectáreas, pero hay mercado y hay precio, y por lo tanto es claro que seguirá creciendo en los próximos años.
El año pasado eran solo 1.200 hectáreas, de modo que a pesar de las dificultades multiplicará al menos por cuatro su área. En el mercado se entiende que el año próximo debe pasar las 10.000 hectáreas.
Eso permite que la carinata tenga un sobreprecio importante sobre la colza, que la sostiene por encima de US$ 500 por tonelada a pesar de la bajada de precios que han tenido los granos en las ultimas semanas.
Lupino. La primera exportación de lupino, realizada en este mes de julio, consolida al cultivo. Era un grano usado en la alimentación animal de vacunos y ovinos en Uruguay, pero ahora pasa a ser parte del portafolio de exportación. Luis Pedro Olaso, encargado de granos de Megaagro, que ha trabajado junto a Jorge Foderé en el desarrollo del cultivo, destaca que puede usarse como un “puente verde” y que deja un buen resultado en el cultivo posterior.
El lupino ya tiene un mercado entre los ganaderos y se ha implantado como un “cultivo de servicio con renta”, porque se ve un buen resultado en los cultivos de maíz y soja posteriores. Ya no es solo para el uso propio con ganado sino para comercializarlo, y se empezó a trabajar en encontrarle una salida comercial complementaria a su uso como ración.
El primer paso, que es juntar un tonelaje interesante y exportarlo, se ha dado, y a partir de eso se abre otra perspectiva. La lógica de precio está vinculado con el de raciones como los DDG (destilado de grano) para la exportación, que se forma con referencia al de la proteína de soja, con 30% a 32% de proteína.
Es un cultivo que permite superar los 2.000 kilos por hectárea, que por ser una leguminosa incorpora nitrógeno, o sea que cumple como cultivo de servicio y de renta.
El lupino mantuvo en estos años un área de 5.000 hectáreas, que no creció porque no había salidas alternativas al uso en el mercado interno. Y la exportación debería abrir la posibilidad de aumentos de área a partir del año que viene, indicó Olaso. Estas primeras exportaciones se hacen en contenedores, en la medida que se alcancen volúmenes del orden de 10.000 toneladas se puede exportar en bodegas, lo que baja los costos de logística, una posible meta para el año próximo.
Tras mantenerse en un eje de 5.000 hectáreas, la concreción de las primeras exportaciones abren la puerta para una expansión firme el año próximo.
Próxima exportación: camelina. La lógica de los nuevos biocombstibles tiene otro componente de la diversificación agrícola en la camelina. Lanzada oficialmente en la pasada Expoactiva, por parte de Louis Dreyfus Company (LDC) en acuerdo con Global Clean Energy Holdings (GCEH), está finalizando su primera siembra en Uruguay.
La camelina sativa es la más nueva de las Brassicas, la misma familia botánica de las crucíferas, que también integran la colza y la carinata; y es similar en su destino, una semilla aceitera que se planta para generar combustibles alternativos a los derivados del petróleo.
Por lo tanto, es un cultivo que requiere certificaciones que den cuenta de la sostenibilidad para la que se siembran. El desarrollo de estos cultivos cruza un límite importante en su madurez cuando logran exportar. Eso asegura el futuro crecimiento, al dar seguridad comercial, y eso es lo que acaba de lograr.
Etapa nueva en la agricultura. Enrique Oyharzabal, productor y presidente de la Asociación Agropecuaria de Dolores (AAD) entiende que estos cultivos son fundamentales, porque nos permiten intensificar las rotaciones, cortar el ciclo de las enfermedades de las gramíneas (trigo y cebada) y controlar malezas gramíneas con otros principios activos que no se pueden usar con los cereales. “Una rotación puede comenzar con soja de primera, luego las crucíferas, sea carinata o colza, después podríamos calzar una cebada que no puede tener ningún antecesor de gramínea, luego ir a un trigo que sí tolera un antecesor cebada, siempre con soja como verano para terminar con un maíz de segunda”, ejemplificó.
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Se le da al campo un shock de gramíneas, que permite manejar aproximadamente en tercios: crucíferas, gramíneas y soja; una rotación de muy alta calidad agronómica. La canola y la carinata también pueden llevar a la agricultura a nuevas zonas, pero requieren de un buen agricultor más que de un buen suelo. Con buen precio y un buen nivel tecnológico del productor tiene espacio para crecer.
Consideró que la colza “es la reina de las crucíferas”, aunque este año baje el área por las lluvias al momento de la siembra. “En la lógica de muchos agricultores profesionales, la colza ha entrado en las rotaciones y ya no se va más”, aseguró.
Oyharzabal agregó otra variante interesante en la lógica de la diversificación en la cebada forrajera para los corrales, un grano con el que se dejan de lado los problemas de calidad de la cebada para malteo y se cosecha antes, por lo que también deja una soja como si fuera de primera, porque se puede sembrar temprano. La competencia entre los tres sistemas –malteo, forrajera y crucíferas– ha sido muy beneficioso.
El trigo, que tiene también alto potencial, viene siendo un cultivo que no está teniendo problemas sanitarios o de calidad, y a los productores les ha ido bien, lo que ha llevado a que este año haya mucho trigo sobre trigo, algo que es peligroso, pero va a darse un área muy importante.
La diversificación agrícola hace a un sistema muy maduro, donde la intensificación, el doble cultivo y la variación de cultivos es la gran fortaleza que tiene el sistema agrícola uruguayo. Hace unos años era trigo-soja y había poco más para hacer, hoy se han diversificado las opciones de invierno y te permite empezar a sembrar a principios de abril, terminar a fin de junio, maximizar la maquinaria, tener diferentes rastrojos y a eso se suma que en verano se pueden hacer sojas y maíces de muy alto potencial. Es un ganar-ganar de la agricultura moderna de Uruguay. Estamos en un sistema mucho más virtuoso actualmente.
Juan Pablo Viera ha sido como técnico un promotor del desarrollo del lupino, y plantea que la agricultura cuanto más diversa es mejor. El negocio se vuelve más estable, los riesgos son menores y las alternativas son mayores. Pasar de tener dos cultivos a tener tres firmes, con las brassicas y otros que se van afirmando, como el lupino y la camelina, es muy interesante. Da diversidad de fechas de siembra y de estrategias de control de malezas.
Ayuda también al mercado interno, porque quien tiene lupino puede exportarlo como ponerlo en las raciones, también con la colza, dada la oferta que hay habría que pensar en el procesamiento aceitero en el mercado interno.
El lupino ya empezó la exportación y un segundo embarque saldrá en los próximos días. La camelina será la próxima novedad de las exportaciones agrícolas de Uruguay. Con 4.800 hectáreas sembradas será la próxima novedad de las exportaciones. Quien está a cargo del desarrollo en Uruguay como parte de LDC, Mario Sampaolesi, asegura que los cultivos han soportado bien las heladas yn si se cierra bien el cultivon el objetivo es duplicar el área en 2025. El destino es la aviación, que busca bajar su huella de carbono.
La lógica productiva suele tener un comienzo difícil, con rendimientos erráticos, escasez de genética disponible y la necesidad de aprender las peculiaridades de manejo. Eso lleva a que la productividad y el resultado sean más variables en los primeros años. Fue lo que sucedió con la colza en sus primeros años, pero esa trayectoria también permitió que los productores vieran posible emprender con especies nuevas.