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    Nuevas miradas a viejos problemas

    Mientras las lluvias siguen siendo escasas en el corazón agrícola del litoral uruguayo, los precios de los principales granos siguen corrigiendo a la baja. A diferencia de lo que pasa en Brasil o en Estados Unidos, donde el agricultor muchas veces vende de forma muy anticipada la cosecha, en Uruguay ese fenómeno apenas si pasa, o al menos si ocurre es en mucho menor volumen. La lógica predominante es que nos ponemos a pensar en comercializar el cultivo a partir de cuando lo sembramos, pero muchas veces pensar en vender en ese punto hace que ya sea tarde.

    No es fácil predecir el futuro ni en lo productivo ni en lo comercial, pero al dotarnos de herramientas para manejar esos riesgos deberíamos hacer menos grave los malos resultados cuando la coyuntura no acompaña. Creo que hay que separar dos temas: por un lado mirar la trayectoria de algunas variables relevantes, y por otro nuestra conducta como tomadores de decisión frente a lo que se viene, tanto en lo climático como en lo comercial.

    Una de las variables que más se mira es la relación stock-consumo. Esto es cuánto grano queda en el mundo a la espera de la próxima cosecha. Es una suerte de indicador de qué tan justos estamos de granos. Suele ser una alerta sobre el peligro en el abastecimiento, y en general eso se presenta como un aumento de los precios.

    Si la oferta no alcanza para satisfacer a la demanda entonces hay un racionamiento en base a precios más altos. Y, como siempre pasa, cuando hay olor a escasez, como estamos en un mercado financiero abierto, la especulación hace su presencia y exacerba el proceso.

    La lógica es muy simple: el especulador ve que hay un riesgo en la oferta, compra un contrato de futuro y luego lo vende a un precio más alto, obteniendo una ganancia en el camino. En la situación es la contraria, cuando se espera que la relación stock-consumo sea más holgadae, es sinónimo de mayor oferta y la lógica funciona al revés. El inversor en este caso vende hoy un contrato de futuro que recomprará más adelante en el tiempo, y con eso obtendrá una ganancia, empujando los precios a la baja. Estos dos mecanismos simples –si bien siguen funcionando–, tienen una regularidad menos certera que en el pasado.

    Tomemos por caso el trigo: tenemos la relación stock-consumo más baja en años, y los precios ni se enteraron. Hay quienes sostienen que los precios bajos en realidad son hijos de las políticas de control de la inflación de la era pospandemia, donde la suba de las tasas de interés “espanta” a los especuladores, pero no siempre es el caso.

    La relación entre especulación y precios no es nueva, y ha sido extensamente estudiada. El truco es encontrar la diferencia entre el huevo y la gallina: ¿la modificación de los precios es causada por la especulación, o esta simplemente se beneficia de una tendencia precedente? Hasta ahora nadie encontró que la especulación cause los problemas, sino que más bien la sospecha es que exacerba los movimientos. Cuando los precios suben, del lado del productor nadie se queja, pero cuando es al revés nadie reacciona.

    Y no es que la especulación sea la mala de la película. Es mala si me agarra mal parado y sin cobertura de precios, que es un poco la historia de una buena parte del trigo, la cebada y la soja de Uruguay.

    Cuando miramos a la especulación financiera a escala global creo que tendemos a mirarla con los mismos ojos y esperando la misma conducta de hace años, y estamos cometiendo un error. Los activos agrícolas tal vez sean menos interesantes para trabajar que en el pasado, por varias razones. La primera es que los mercados de futuros agrícolas tienden a ser referencias cada vez más locales y menos globales. La segunda es que la lucha entre movilidad sostenible (eléctrica) y los biocombustibles es menos clara que en el pasado, y puede terminar siendo perjudicial para los biocombustibles. Es una cancha muy embarrada por la política, que genera muchos movimientos que nada tienen que ver con la demanda genuina.

    Finalmente, el progreso genético y el calentamiento global pueden terminar agregando productividad, abriendo nuevas zonas de producción a nivel mundial, que sumarán toneladas de oferta que tienen que encontrar destino comercial. Nada de esto va a pasar de un día para el otro, pero son tendencias que deberíamos observar con más detalle, porque nos va la vida en el camino.

    Esto nos lleva a mirar las cosas desde más lejos. Si miran con atención una gráfica de largo plazo de los precios de los principales granos y oleaginosos verán que los períodos de alza de precios vienen seguidos por períodos bastante largos de precios deprimidos.

    En el camino cambian muchas cosas, la estructura de la oferta para empezar. Por ejemplo: nuestro principal vecino (Brasil) duplicó su producción de soja en 10 años. Hoy es el mayor productor del mundo y tiene el potencial de crecer al 3% anual. Y eso no va a cambiar.

    A ese panorama de una oferta pesada, donde la trayectoria de bajar tasas de interés demore más de lo que se piensa, o simplemente dé menos resultado que antes, hace que nos vayamos quedando sin argumentos para empujar los precios a una zona donde nos dejen rentabilidad.

    Y la esperanza de que los precios bajos se arreglen con menos oferta a nivel global van a tener que esperar un rato. Como decía Sir John Maynard Keynes: “el mercado puede permanecer irracional mucho más tiempo de lo que usted o yo podemos permanecer solventes”.

    La pregunta es si ese ciclo de precios deprimidos dura dos o tres años y los sectores que antes eran dinámicos y nos salvaron la plata –la carne a corral es hija de precios bajos de los granos– ya no pueden traccionar igual, ¿cómo vamos a salir del pozo?

    Los cambios en la productividad nos pueden dar una mano, pero los deberes que nos tenemos que poner a hacer hoy son en rigor de dotarnos de una estructura que nos permita sobrellevar estas situaciones con mejores resultados.

    El autor es doctor en Gestión Agro Industrial, docente de la Universidad de Montevideo, asesor en comercialización de granos y coberturas de precios.