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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá“Esta es mi verdad, y la cuento porque ya no puedo callar”.
Mi nombre es P. R. Conviví más de 15 años con Gustavo Penadés, desde 2008 en adelante. Hoy tenemos una amistad tan fuerte que puedo decir que formo parte de su familia.
Desde que todo esto empezó, no he dejado de ir a visitarlo cada semana ni he dejado de hablar con él diariamente.
Hoy decido romper el silencio desde ese lugar profundamente personal e íntimo, porque siento la necesidad de contar lo que sé y lo que viví. Esta es mi verdad.
Conozco a Gustavo como muy pocas personas pueden llegar a conocer a alguien. Compartimos la vida: los días buenos y los malos, los proyectos, las discusiones, los logros y también las pérdidas. Lo conozco en la convivencia diaria, en lo cotidiano, en lo esencial.
Durante todos estos años, jamás presencié en él ni una sola conducta que pudiera asociarse, ni remotamente, con el acoso, el abuso o cualquier forma de violencia, ni hacia mí ni hacia nadie. Muy por el contrario: Gustavo siempre ha sido respetuoso, generoso, compañero, atento, divertido y con una sensibilidad que lo caracteriza.
Frente a las acusaciones, humillaciones y afirmaciones aberrantes que hoy recaen sobre su persona, no puedo —ni quiero— callar. No puedo mirar para otro lado como sí lo han hecho tantos.
Quienes hemos compartido años de vida con él tenemos derecho a hablar, a contar lo que conocemos, y también a defender la integridad de alguien que hoy está siendo públicamente destruido sin juicio ni condena. No me mueve la política ni el fanatismo ni ningún interés personal. Me mueve la memoria, la experiencia compartida y el vínculo profundo que nos une.
Me duele verlo atravesar este momento. Me duele el escarnio público, la cancelación sin límites, el descrédito que arrasa con todo. Me duele que una parte tan valiosa de su historia —y de la nuestra— quede eclipsada por acusaciones que no se corresponden en absoluto con la persona que yo conozco.
Escuchar que se lo describe como “el depredador sexual más grande de la historia del país” es, para mí, una de las formas más brutales de maltrato. Que esa frase provenga, además, de alguien con responsabilidad institucional dentro de una investigación judicial, lo vuelve aún más grave. Lo escandaloso no es solo la frase: es el silencio posterior. Nadie exige una rectificación. Yo sí la exijo.
Hoy elijo hablar. Con respeto. Con firmeza. Con la certeza de que también es valiente decir lo que uno sabe cuando la mayoría calla.
He decidido firmar esta carta solo con mis iniciales. No por miedo ni por falta de compromiso con mis palabras. Lo hago porque tengo una vida profesional que deseo preservar del foco mediático. Esta es una decisión personal, consciente y legítima: quiero resguardar mi intimidad y evitar que mi nombre se convierta en objeto de especulación o prejuicio, cuando lo único que me mueve hoy es decir la verdad.
P. R.