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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEntrando a discernir a quién votar en las elecciones que viene, que es la mayor responsabilidad que la República ha puesto en nuestras manos, uno busca en todos lados las señales y antecedentes, más que en las declaraciones de los interesados. Para elegir un empleado, que al fin de cuentas es lo que elegiremos pronto, más valen los antecedentes y las referencias que las promesas de campaña.
Estaremos eligiendo administradores que manejen los asuntos del Estado, que son nuestros, como mejor sirvan a los orientales, sobre los intereses de otros, de otros países, de empresas interesadas en ganar más, de grupos de presión que no dudan en pagar por sacar una ley para despenalizar el aborto o fumar marihuana. Y claro, sin abusar y favorecer los intereses de ellos mismos, como ya nos ha pasado, con gente en las más altas posiciones.
Pensando bastante, y leyendo mucho, he encontrado una sencilla reflexión de Pablo de Tarso dirigida a los cristianos con los que había convivido en una comunidad sencilla y unida en la costa del Mediterráneo: “Ahora bien, lo que en fin de cuentas se exige de los administradores es que sean fieles”.
El político que yo elija es como un administrador al que le doy la llave de mi casa. Si es infiel, aunque lo vigile las 24 horas encontrará el momento para acomodarse con el vecino para venderle las uvas o las frutas del huerto, y no voy a enterarme nunca. Ya me pasó. Por eso no voy a votar a Cosse-Orsi.
Cuando me llamaron de la Feria de Valencia para el proyecto del Cilindro, estaba todo cerrado y era ya una realidad financiada desde España y las AFAP de Uruguay para impulsar el desarrollo de las Convenciones en América a una de las 10 mayores ferias del mundo. Veinte convenciones y ferias por año, 200.000 visitantes nuevos por año a Montevideo. Pero Cosse intervino, demolió sin fundamentos la obra cumbre de Leonel Viera, un genio uruguayo. El Cilindro era una obra de arte que era reparable, según comprobamos con la Facultad de Ingeniería, y lo mandó demoler por lealtad a Mujica y deslealtad al Uruguay.
Y en Montevideo, varias veces la administración actual de la Intendencia ha dado claras señales de infidelidad con los ciudadanos. Desde el túnel de Avenida Italia, donde no respetaron la exigencia de una altura mínima de 6 metros que me han pedido sobre la calle Cuareim para evitar accidentes, y la dejaron hacer de 4.10 metros sobre una de las principales avenidas. Todo para ahorrarse la empresa constructora el costo de una máquina pilotera para hacer pilotes secantes en las paredes, que los piloteros tenían que traer de Brasil, para hacerlas de 6 metros. Aunque no les bajaron el precio de la construcción del túnel; quién sabe adónde fue la diferencia.
También en la contratación de una empresa compañera para el ensanche de Bulevar Artigas; por las irregularidades que tiene todo el pavimento desde la Cruz al Monumento a Batlle. Si yo fuera el ingeniero director, lo hubiera hecho demoler todo y construir bien otra vez, sin defectos, como marcan las normas, pero ahí está y como quedó, quedó.
Y en este período, cuando se nombra director de Obras de la Intendencia al director comercial de una de las mayores constructoras de pavimentos, del grupo “X”, algo huele mal en Dinamarca. Y peor cuando se le inventan a su empresa varios proyectos con gran margen, como las ciclovías en 18 y en la Rambla, cuando, por otro lado, faltan hacer muchos trabajos que no dan ganancia casi, como la reparación de baches que proliferan como moscas por todos los barrios de la ciudad.
Esos no son los administradores que dejaría a cargo de mi casa; menos los voy a votar para administradores de mi país en democracia.
Un administrador fiel fue Jorge Batlle: fue preso por denunciar que tupamaros y militares negociaban antes del golpe, en 1972, y en 2002 se enterró él mismo y a su partido, pero salvó al Uruguay de la crisis que hundió a la Argentina. No tuvo vergüenza en poner la cara para mendigar un salvavidas de 50 millones de dólares a Bush para salvar el default, no le hizo caso al FMI que quería que renunciara, y no le pagó ni un aviso antes de las elecciones siguientes para el Partido Colorado. Cumplió lo que había dicho: “Porque se merece este hermoso país, ¡que dejemos todos el alma en la cancha!”. Para eso lo votamos todos los jóvenes en 1999.
Cosse fue fiel a sus propios intereses, pero no fue un administrador fiel a su país. Por eso no la voy a votar.
Ing. José Martín Zorrilla