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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáAl comenzar el año 2025 con las mejores expectativas, agradezco el espacio que me dan para expresar mi homenaje y mi mayor admiración al ingeniero Alberto Ortega, un grande de la ingeniería nacional y un maestro para muchos que lo acompañamos en aventuras que trajeron trabajo y desarrollo para muchas familias uruguayas.
Desde el ingenio de Arinsa en Mercedes para producir azúcar desde la remolacha, después Azucarlito en Paysandú, la conversión a la citricultura y la forestación, con Azucitrus, y muchos otros proyectos.
Compartimos juntos la aventura de desarrollar en el hemisferio sur una supercentral de enfriado rápido de frutas con túneles californianos en Frigofrut Nueva Palmira como las de Port Huaneme en California.
Después hicimos con él y su equipo de consultores la factibilidad económica y legal, mientras, con un equipo de los mejores uruguayos de Constructora Santa María, la factibilidad técnica, con Hugo Eguía, y la factibilidad ambiental, con Elizabeth González, para el muelle inteligente de Ontur en Nueva Palmira que después construimos en tiempo récord. Es la única obra de hormigón armado de Sudamérica reconocida en los fib Awards for Outstanding Concrete Structures de la Federación Internacional del Hormigón. La planificación con Ortega funcionó bien, pues 20 años después los capitanes de buques dicen que es de los mejores muelles para buques con grúa que han operado.
Fueron muchos los proyectos que analizamos juntos. Con su frente ancha, su rostro fino, su elegante engominado y su mirada penetrante, llegaba a las causas raíces de los problemas para resolverlos totalmente y de una vez. Escuchaba mucho, miraba todo, no dejaba nada sin analizar y planificar, a corto mediano y largo plazo, como un artista plástico, un Picasso de la ingeniería.
En las negociaciones era durísimo. Ningún paso fuera de las mejores prácticas y la transparencia. Pero siempre contemplando que los beneficios fueran para todos, que nadie perdiera porque, “si uno solo pierde, pierden también todos los demás en el proyecto”. Y con buen humor. Recuerdo cuando en Frigofrut el gran don Carlos Fraschini publicó en El País la perspectiva de Frigofrut, ¡de la propuesta mía! Alberto se reía a carcajadas: “¡Días y días de tira y afloje para adjudicar y don Carlos terminó las negociaciones en un ratito porque no se aguantó y lo publicó en los diarios!”.
Cuando en 1994 el arquitecto Mariano Arana fue elegido intendente de Montevideo, lo llamó a Ortega. Alberto me llamó a mí, como a otros amigos, para pedirnos consejo. Él no lo había votado a Arana, me dijo, pero: “Todo el tiempo estamos comentando, esto tendría que hacerse mejor, cuando vemos que no piensan e improvisan. Ahora que me dan una oportunidad de mostrar cómo hacer las cosas bien, ¿cómo me voy a negar?”.
Así fue director de Acondicionamiento Urbano y responsable de la Unidad Central de Planificación de la Intendencia de Montevideo. Ganando menos de la mitad que como consultor privado.
Cuando felicité a Mariano Arana por nombrar a Alberto, que era el mejor en planificación y control, sin preguntarle antes a quién votó, Mariano se encogió de hombros. “Yo no lo conocía pero, si todo el mundo te dice ‘el hombre para eso es Ortega’, ¿a quién otro iba a poner?”.
Como hacemos los profesionales amigos, compartíamos historias y preocupaciones: él estaba asombrado y hacía lo indecible para cambiar una actitud displicente con los costos de las decisiones de muchos jerarcas, que no medían los impactos y los sacrificios para la comunidad que tendrían las decisiones tomadas a la ligera. Así se implantaron, por ejemplo, las tuneleras para tendido de cables, para no levantar calles ni veredas que causan molestias a los vecinos y riesgo de accidentes.
Y con la planificación, el seguimiento y el control de cada iniciativa desde su nacimiento hasta su cierre, es más difícil esconder cosas raras, como pasaba tantas veces en la intendencia.
Cuando falleció el ingeniero Ortega, en la cumbre de su carrera, nos dolió a muchos.
Dijo Arana: “Una pérdida enorme para sus compañeros y para todos los montevideanos, una persona absolutamente íntegra, con una permanente preocupación por otorgarles a los uruguayos y montevideanos las mejores alternativas posibles”. Además, afirmó su “honda sensibilidad por los más débiles, con un compromiso muy rotundo desde el punto de vista cívico, de sus más profundas convicciones éticas y morales”.
Alberto Rosselli, exdirector de la IMM y también compañero de gabinete municipal, recordó que Ortega “era un tipo espectacular, solidario, trabajador, responsable; la verdad es que es una gran pena, porque además se enfrentó a la enfermedad con un espíritu increíble. Lo vamos a extrañar”.
Aún lo extrañamos.
Quiera Dios que el próximo gobierno sea tan abierto como fue Mariano Arana con Alberto Ortega, que recurra a los mejores no importa si lo hayan votado o no y que desde Planeamiento y Presupuesto se motive a planificar bien a los jerarcas en todos los organismos del Estado, teniendo en cuenta a la gente, tal como trató de imponer Alberto Ortega en su momento en la Intendencia de Montevideo.
Jose Zorrilla