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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEsta nota refiere al último artículo de Guillermo Draper en su Derrotero Electoral (de fecha 17/8/2024). Allí Draper intenta dibujar un mapa político actual basado en las autoidentificaciones ideológicas de los votantes.
Para ello cita varios planteos de sociólogos, politólogos y otros referentes, como por ejemplo el caso de Felipe Monestier, que en su libro Historia de los conservadores y las derechas del Uruguay anotaba que la reforma que habilitó el balotaje en nuestro país “se ajustaba a la nueva realidad del sistema de partidos”, que ya se ubicaba en el eje izquierda-derecha.
También cita al expresidente Julio María Sanguinetti, que en una entrevista con Búsqueda en 1997 lo ponía en términos de la existencia de “dos familias ideológicas”: “De un lado de la mesa, los que tienen un origen liberal filosófico, y del otro, desde el Movimiento de Liberación Nacional hasta los que caminan por un pretil como la Vertiente Artiguista y Asamblea Uruguay”.
Al respecto, me interesa incorporar al debate político una perspectiva que, creo, no se ha considerado y, entiendo, es clave. Permítaseme llamarla la perspectiva “filosófico-política” de la cuestión de la autoidentificación política.
Como yo lo veo, la que está sobre la mesa hoy en día se trata más de una “autoidentificación partidaria” que de una “autoidentificación ideológica” pura porque, considero, no existe aún suficiente conocimiento por parte de muchos ciudadanos de las ideologías que están detrás de los distintos partidos políticos. Es hora de que los filósofos políticos colaboremos para dar luz a esta dimensión hasta el momento escasamente abordada en Uruguay.
El asunto es complejo y esta solo es una primera entrada destinada a ponerlo sobre la mesa. Pero empecemos por afirmar dos cosas: una, los dos bloques político-partidarios que actualmente se enfrentan no representan la dicotomía izquierda-derecha y, dos, tampoco representan la oposición de las dos familias ideológicas a las que alude Sanguinetti.
Con respecto a lo primero, parece claro que el Frente Amplio está integrado en su totalidad por sectores partidarios de izquierda pero creo que pocos discutirán que dentro de la llamada coalición republicana también existen algunos partidos y sectores partidarios que pueden considerarse “de izquierda” (básicamente socialdemócratas y liberales rawlsianos e igualitarios).
Lo segundo probablemente sorprenda más a la gente que no es experta en el tema: si hemos de separar el espectro político en dos bloques, lo que no me parece mal a los efectos de aprender a distinguir mejor en cuál de ellos posicionarnos, la división que respeta mejor las diferencias ideológicas es entre un bloque liberal en sentido amplio y otro antiliberal o crítico del liberalismo. Y si bien pocos discutirán que la coalición republicana está integrada en su totalidad por sectores partidarios liberales en sentido amplio (que incluye por supuesto a los republicanos), es importante advertir que dentro del Frente Amplio también conviven sectores que defienden tal ideología, junto con sectores antiliberales ideológicamente antagónicos.
Sanguinetti afirma que algunos sectores del Frente Amplio, como la Vertiente Artiguista y Asamblea Uruguay, “caminan por un pretil”, pareciendo sugerir que se ubican en la divisoria de aguas de las dos familias ideológicas. Discrepo con esta interpretación por lo antes expuesto. Los sectores a los que nos referimos son, desde el punto de vista filosófico-político, socioliberales o socialdemocracias, y en la línea izquierda-derecha deben ubicarse sobre el centro o la centroizquierda. Pero, como intenté plantear antes, la línea demarcatoria más relevante entre los dos principales bloques teórico-políticos no pasa por el centro del espectro político sino que pasa entre la izquierda moderada y la radical (de estirpe marxista).
Es que los socioliberales y los socialdemócratas por más que en buen número provengan de viejas filas marxistas son hoy liberales en sentido amplio, lo sepan o no, lo reconozcan o no. Defienden las condiciones principales del sistema político liberal republicano. Los radicales marxistas y sus derivaciones, en cambio, critican esas condiciones y su objetivo es eliminarlas.
En suma, sostengo que la separación ideológica más trascendente no está hoy bien representada por la separación actual entre el bloque coalición republicana, por un lado, y el bloque frentista, por otro. Entiendo que las dos familias ideológicas principales, Sanguinetti dixit, de estar bien representadas partidariamente, deberían mostrar un bloque liberal republicano que conjugue algo menos de los 2/3 del electorado, por un lado, y un bloque antiliberal (básicamente marxista) con algo más del 1/3 de las adhesiones nacionales. Aventuro que a mediano plazo, si es que los bloques partidarios se adaptan más a fundamentos ideológicos como la nota de Draper parece sugerir, la coalición republicana crecerá y el Frente se reducirá.
Como breve respaldo académico de lo antes expuesto, me parece oportuno citar aquí la opinión de un influyente filósofo político contemporáneo que no es paradigmáticamente liberal: el canadiense Will Kymlicka. En su libro Filosofía política contemporánea (2002, Oxford, 2a ed.) escribe lo que traducimos y transcribimos a continuación.
“Nuestra figura tradicional del escenario político ve a los principios políticos ubicados en algún lado de una única línea que se extiende de izquierda a derecha. De acuerdo con ella la gente de izquierda cree en la igualdad, y así apoya alguna forma de socialismo, mientras que aquellos de derecha creen en la libertad, y así apoyan alguna forma de capitalismo de libre mercado. En el medio están los liberales (igualitarios), quienes creen en alguna mezcla de igualdad y libertad, y así apoyan alguna forma de capitalismo de Estado de bienestar” (págs. 1 y 2, Introducción; las notas entre paréntesis son de cargo del autor de esta carta).
“Simplificando bastante, podemos decir que los filósofos políticos contemporáneos caen en dos campos. Por un lado, tenemos aquellos que defienden los principios básicos de la democracia liberal y que se preocupan de proveer la mejor defensa filosófica de esos valores. Hasta la fecha, (últimamente) han habido tres abordajes principales a la defensa de la democracia liberal: utilitarismo, liberalismo igualitario y libertarianismo. Tomados en conjunto ellos han llegado a definir el lenguaje del debate político en las democracias liberales anglo-americanas. El campo de conceptos asociados con esos abordajes: derechos, libertades, el mayor bien para el mayor número, igualdad de oportunidades, etc., domina el discurso político tanto a nivel teórico como práctico… Esas teorías forman la corriente principal de la filosofía política contemporánea. Pero siempre han existido quienes rechazan la democracia liberal, totalmente o en parte, y ofrecen un set alternativo de conceptos y principios para suplementar o reemplazar el vocabulario democrático liberal…: marxismo, comunitarianismo, feminismo, republicanismo cívico y multiculturalismo. Podemos describir estas teorías como agrupando críticas y alternativas a las corrientes principales liberal democráticas (no debe confundirse republicanismo cívico con republicanismo a secas, siendo corrientes teóricas con diferencias radicales entre ellas)” (págs. X y XI, Prefacio).
Es hora de afinar en las distinciones, para poder comprender mejor. Y la filosofía política, en particular, nos da herramientas suficientes para ello. Basta recurrir a ellas.
Leonardo Decarlini
Licenciado en Filosofía
Contador Público
CI 1653616-0
18/7/24