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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn 2021, el intendente de Durazno, Carmelo Vidalín, asumió una postura radical al plantear que renunciaría si el ferroso puente ferroviario sobre el río Yi se retiraba para dar cabida a uno nuevo dentro del proyecto del Ferrocarril Central.
Su postura, la de representantes departamentales y otras personalidades públicas —entre ellas los integrantes de la Comisión de Patrimonio, en el rostro de su presidente, William Rey, y el ministro Pablo da Silveira— se alinearon contra el proyecto que implicaba la desaparición del viaducto de hierro con remaches. Es interesante rever la prensa disponible en internet para apreciar una secuencia de interés cultural, que tuvo un final feliz para quienes consideramos que era imprescindible mantener la estructura ferroviaria aun cuando no tuviese uso. Se enumeran razones históricas, culturales y también el lado emocional del patrimonio: el puente es un elemento de identidad para todos y muy especialmente para los habitantes de Durazno, y eso implica sentimientos y emociones positivos hacia la obra de ingeniería, propia de la Revolución Industrial internacional y su expresión nacional del siglo XIX.
En la actualidad, otro jefe comunal, esta vez el de Maldonado, Enrique Antía, ha denostado con extraviada contundencia la postura del presidente de la Comisión de Patrimonio con relación a la implantación de una escultura en la rambla de Piriápolis que recuerda a su fundador, el polifacético Francisco Piria. La obra se realizó sin el expediente que le corresponde en la Comisión de Patrimonio, ya que la rambla es Monumento Nacional. Otras intervenciones en Maldonado ya habían sido cuestionadas por Rey: la reparación del puente de la Barra, el Paseo de las Américas en Punta del Este, la reconstrucción del antiguo hotel San Rafael, el proyecto de edificio de 20 niveles contiguo a la vieja estación ANCAP (Monumento Nacional). En todos estos casos, le acuden a Rey razones muy atendibles, entre ellas las previstas en la ley 14.040, que regula los asuntos histórico-culturales y es fuente de orientación y justificaciones en esa materia. Rey no es un rompebolas como se ha tratado de caricaturizar, simplemente hace su trabajo.
En resumen, Enrique Antía ha demostrado ser un intendente con poco interés por los temas de patrimonio, a diferencia de Carmelo Vidalín. Pero, además, Rey ha opinado sobre la obra en sí, la escultura. Dijo que se parece más al “Pingüino de Batman” que a Francisco Piria. No es de extrañar que aflore tal valoración porque la escultura uruguaya en general está en declive desde hace unos 50 años. La legitimidad de Rey para dicha valoración no viene dada principalmente por su cargo, sino porque, además de ser arquitecto, registra una exhaustiva formación en artes visuales. Es un erudito, que integra lo que podríamos llamar la elite ilustrada de este país, tal como existe en cada nación y localidades del mundo.
Ejemplos de la decadencia referida lo son el Monumento a Wilson Ferreira Aldunate en la Explanada de Montevideo (Balsa & Balsa), una obra inentendible, enemistada con el sentido común. Otro, el monumento Cimarrones (Iturria), en Tres Cruces, que no tiene belleza ni interés formal, no se entiende nada, ni evoca alguna emoción o reflexión (Iturria es un gran pintor, por cierto). Estamos hablando de obras que necesitan “manuales explicativos” para, tal vez, entender lo que los artistas quisieron representar.
Hay más: la escultura mal emplazada en la esquina del Banco de Seguros del Estado, Mercedes y Libertador, además de carecer de interés plástico, artístico, se apropia del espacio público introduciendo torpeza visual, polución y distorsión funcional, por cuanto aprieta la circulación del peatón (lo mismo sucede con los grandes bloques de piedra en el pasaje de los Derechos Humanos, en Plaza Libertad). El autor de ambas es Rafael Lorente Mourelle, arquitecto cuya obra civil es de incuestionable valor y de referencian obligada. También le vale críticas al Monumento a los Detenidos Desaparecidos (Escardó), en el cruce de Rivera y Jackson, es una serie vertical que conforma una especie de escalera con manijas, asas o partes de pasamanos, sin belleza, elocuencia, pasión, como tampoco ninguna evocación sensible del tema, y abraza la confusión por un fondo llamativo que se traga los metales de la propia obra.
Ejemplos contemporáneos de cosas bien hechas formal y/o figurativamente son los trabajos de Pascale (Bastión del Carmen, Colonia del Sacramento). En Montevideo, el Parque de las Esculturas en general (Edificio Libertad, Luis Alberto de Herrera y Bulevar Artigas). El Memorial de los Detenidos Desaparecidos, de Kohen, Otero, Sagradini, Dodera, López de Haro y Frontini (Parque Vaz Ferreira, en el Cerro de Montevideo), provoca recogimiento, entre otras sensaciones, en especial en la noche.
Muchas gracias, Sr. Director.
Manuel Esmoris