Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSr. Director:
El cierre del año tiende a encontrarnos con cantares nostálgicos; este 2024 no será la excepción.
Llegamos al final de uno marcado por la más uruguaya de las campañas políticas en mucho tiempo. También con los dichos de la designada ministra de salud, Cristina Lustemberg, nos embarcamos en un viaje al 2012, cuando fue sancionada la Ley N° 18.987 sobre la interrupción voluntaria del embarazo. Manos naranjas en nuestro país y pañuelos verdes en la Argentina marcaron debates similares en la región. En concreto, la designada jerarca pretende revisar los plazos en los que se puede iniciar dicho proceso.
Sin embargo, esto no es lo que me lleva a escribirle; más bien, es un detonante. Los que creemos en la libertad no actuamos en manada, parafraseando a Alberto Benegas Lynch (h.). ¿Y cómo podríamos actuar en manada? De hacerlo, estaríamos dejando de buscar y coartando el principio fundamental que decimos defender. El aborto es un tema que nos divide. Algunos creen que la vida comienza al momento de la concepción, por lo que interrumpirla sería cometer un asesinato. Otros consideran que la mujer tiene plena libertad de decidir sobre su maternidad. Para el primer grupo, el escenario ideal es tal que no existe dicha práctica; para el segundo, el aborto debería ser una decisión sin interferencia estatal y sin financiamiento con dinero del contribuyente. Para sorpresa de nadie, en Uruguay ocurre lo contrario a lo que los liberales queremos.
La división también se hizo evidente el último domingo de noviembre. Hablando con un colega de similar tesitura ideológica, él planteaba que la opción moralmente correcta, dada la coyuntura, era el voto anulado. Al estar tan alejadas las propuestas de su pensar, no se embarcaría en tal traición a sí mismo. Yo consideraba esa postura un disparate. Tras una charla y alguna que otra frase conocida de un expresidente, lo convencí de votar lo que él considerase “lo menos malo”. Los politólogos debatirán si el voto anulado o desencantado influyó en la elección, lo cierto es que ya es historia.
No somos ni seremos una manada, pero sí debemos estar juntos, aunque tengamos diferencias. Si buscamos influir en el camino que recorra nuestro país, ya sea a través de las ideas o de la acción, seremos más efectivos si agregamos nuestras voces, aunque desafinemos por semitonos.
I. Fontes