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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáTengo ante mis ojos una muy vieja fotografía de un diario cuyo nombre no alcanzo a leer. Bajo ella un título conmovedor, mostrando uno de nuestros mejores rostros como humanidad: “Un barco con refugiados judíos llegando al puerto de Gaza en 1946”. El letrero o pancarta que traían decía, en inglés: “Los alemanes destruyeron nuestras familias y hogares. Por favor no destruyan nuestras esperanzas”.
Setenta y nueve años después, la historia ha dado un vuelco radical y hoy estamos ante una situación desesperante e inversa, que puede involucrar probablemente a hijos o nietos de aquellas víctimas del nazismo: Palestina, Gaza incluida, está cerca de desaparecer y no estoy exagerando. La “muerte (matanza) de un pueblo” —es decir, lo que etimológicamente significa la palabra genocidio— se está desarrollando a la luz de todo el mundo, bajo la cómplice1 aceptación de la mayoría de los gobiernos. También una parte muy significativa de los medios de comunicación internacionales cubren muy mal las informaciones, a pesar de que en los dos últimos años Israel y su ejército han matado 243 periodistas, más que en las dos guerras mundiales y la de Vietnam juntas.
Aquí en Uruguay, cargando con lo muy triste que es todo, esta barbaridad no solo no parece ser noticia importante y, por lo tanto, destacable, sino que hay algo tal vez peor: al día de hoy, 2 de setiembre, ni siquiera ha tenido el mínimo estado parlamentario un debate serio y fundado que nos permita saber en manos de qué dirigentes políticos estamos y estarán nuestros tiempos futuros como nación, y qué ideas tienen para que podamos llegar a vivir en un mundo verdaderamente humano y habitable, pacífico, alguna vez.
Algo más que una provocación… y algunos hechos históricos. El ataque de Hamás del 7 de octubre del 2023 —que casi increíblemente burló o esquivó los extremos y milimétricos controles de la inteligencia de uno de los ejércitos más poderosos de la Tierra— es repudiable desde cualquier punto de vista que se lo mire: matar cientos de inocentes, incluidos niños, niñas, jóvenes y mujeres, y tomar otros como rehenes no puede tener justificación de tipo alguno. No hay apelación posible a una resistencia política cuando se pasa ese límite moral de matar a un solo ser que nada tiene que ver con un enfrentamiento político o militar. (Esta realidad bien que la tuvieron clara los admirados Nelson Mandela y su Congreso Nacional Africano durante toda su heroica resistencia y enfrentamiento al apartheid en su patria de Sudáfrica).
Pero el “conflicto” o la “guerra” no empezó hace casi 23 meses ni por asomo. Menos de dos años después de que llegara a las costas de Gaza el barco que nombré al inicio, a partir del otro día de proclamarse el Estado de Israel, el 15 de mayo de 1948 muchísimos palestinos comenzaron a ser expulsados, asesinados o huyeron de sus hogares. La Nakba o “catástrofe” corrió de su patria a más de 750.000 que se transformaron en “refugiados” en Jordania, Líbano, Siria… Más de 400 aldeas palestinas fueron destruidas o abandonadas.
Casi 20 años después, durante la Guerra de los Seis días (5-10 de junio del 67), Israel ocupó Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este, llevando a esos sitios mucho más sufrimiento. Entre 1987 y 1993 se produce la Primera Intifada, un levantamiento popular palestino, sin otras armas que las piedras, contra la ocupación militarizada. Comenzó así el proceso de Paz en Oslo y el reconocimiento mutuo entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Entre 2000 y 2005 estalló la Segunda Intifada, con miles de muertos y heridos, reforzamiento de barreras de seguridad y ocupación en Cisjordania.
En 2008, 2009, 2012, 2014 y 2021 hubo en particular enfrentamientos en Gaza, ya con Hamás en plena acción. (Como se sabe, inicialmente se formó como movimiento religioso y social que proporcionaba servicios sociales, educación y asistencia médica, transformándose luego —con la propia y reconocida ayuda israelí— en un movimiento político y militar para debilitar a la OLP, que ciertamente tenía elementos de corrupción en sus filas, llegando a canalizar una parte muy importante de la indignación de los habitantes de Gaza). Al día de hoy, diversas y tal vez precarias encuestas de opinión están mostrando claramente que la inmensa mayor parte de ese apoyo popular ha sido perdido.
¿Qué nos está pasando en Uruguay? Cierto es que la situación en Palestina abruma y está mostrando algunos de los peores rostros que podemos tener: el de la complacencia, o el de la desidia, el desinterés o descreimiento por nuestro destino común, el de no abrir la boca por temor a que los poderosos se sientan ofendidos. Conceptos como los de la verdad y el sentimiento solidario pasan alegremente a un segundo, tercer o décimo plano, llegando a naturalizarse hechos como el asesinato de 100 personas por día (reitero: la inmensa mayoría no combatientes y muchos niños y niñas, absolutamente inocentes). Hoy se sumarán 100 muertes más, y mañana 100 más, y pasado… Sí: a veces uno tiene derecho a sentir asco de lo que puede llegar a ser capaz de convertirse este ser colectivo mundial que integramos.
¿Por qué, como pueblo, no estamos siendo capaces de avanzar por encima de la pasividad reinante, por decir lo menos, en nuestro sistema político? Por otra parte, ¿por qué tantos compatriotas que sí saben lo que pasa, lo repudian y lo sufren, no están pudiendo demostrarlo públicamente? ¿Acaso no hay 10 senadores o 20 diputados que siquiera puedan utilizar sus medias horas previas para decirnos qué es lo que están sintiendo y qué es lo que piensan hacer?
Los partidos de la llamada coalición republicana callan vergonzantemente, y el Frente Amplio cuestiona al parecer con dureza al declarar, pero no actúa en consecuencia, ya que no convoca activa y organizadamente a sus votantes en las movilizaciones a las que ha llamado la Coordinación por Palestina. Además, el que llama “su” gobierno se ha desmarcado hasta tal punto de “la fuerza política”, que no solo no habla de genocidio o apartheid, sino que embolsa todo en lo que denomina “la situación de Medio Oriente” e inmediatamente se pasa a otro tema (mientras se profundizan vínculos casi carnales entre el Ministerio de Defensa y sus pares israelíes).
Sin lugar para las confusiones. Como me escribiera un amigo: “Es radicalmente increíble y saca de quicio lo poco que se animan a hacer los gobiernos”. El mes que viene se cumplirán dos años del 7 de octubre famoso. Desde entonces hasta ahora más de 63.000 palestinos han sido asesinados, siendo más que claro que, si todos ellos hubieran sido “terroristas”, Israel hoy no existiría (incluyo en esa cifra más de 1000 personas de Cisjordania, donde el ejército de ocupación y colonos matan sin control alguno e indiscriminadamente).
El 18 de marzo de este año, Netanyahu rompió de forma unilateral el alto al fuego vigente desde el 19 de enero que había sido apoyado por el propio Trump, lanzando una serie de ataques aéreos sorpresa que mataron a más de 400 palestinos, incluidos 263 mujeres, niños y niñas, y profundiza una escalada brutal que incorpora criminalmente nada menos que al hambre como arma de guerra para matar. Una parte creciente de su pueblo, contando muchos familiares de quienes permanecen como rehenes de Hamás, no comparte en absoluto su política genocida y clama por una tregua. Personalidades relevantes de la cultura judía (nombro solamente a Yuval Noah Harari, que participó en movilizaciones por la paz, pero hay centenares de científicos, artistas y exgobernantes) rechazan la actual situación y las últimas decisiones previas a la invasión generalizada de Gaza y la casi segura demolición de Cisjordania.
Mientras toda esta sangre sigue corriendo y toda esta nueva catástrofe humanitaria crece, en Uruguay nuestros principales gobernantes y opositores hacen mutis por el foro, intentando salir de escena por el fondo del escenario y en silencio. A ellos y una parte de nuestros medios les resultó o resulta mucho más importante lo que hizo o dijo el exjefe de Policía de Río Negro, o el escupitajo de Luis Suárez en un partido de fútbol.
Tiempo de verdades y de estar a la altura. ¿No será hora de un cambio de rumbo, como homenaje a los mejores momentos de nuestra historia, como el del 20 de abril de 1965, cuando siendo gobierno de la República un Colegiado del Partido Nacional, el nuestro fue el primer país en reconocer oficialmente el 24 de ese mes como el día del genocidio armenio? ¿Los legisladores actuales no estarán a la altura de Enrique Martínez Moreno, Hugo Batalla, Aquiles Lanza y Zelmar Michelini entre otros de la lista 99, entonces dentro del Partido Colorado, o de Eduardo Víctor Haedo, reconocido militante y dirigente blanco?2 ¿O los homenajes a nuestros grandes hombres públicos y mujeres terminan cuando se les pone el nombre de una calle?
¿No es hora, especialmente, de hacerle honor a los mejores momentos de nuestro pueblo en solidaridad con otros como, por ejemplo, con la República Española o con los mismos judíos y judías víctimas del terrible y vergonzante Holocausto, bajo cuyo repudio nos formamos muchos de mi generación, nacidos en los cincuenta o sesenta? (No son pocos los judíos y judías en Uruguay y el mundo que repudian las acciones de Netanyahu y compañía. Hoy y aquí, son bastante más de los que parecen).
***
Verdaderamente estamos en una cruz de caminos. Quiero creer, necesito creer, que como nación y Estado no le erraremos y nos pondremos del lado de la responsabilidad política y la solidaridad social e internacional. Si nos diera lo mismo una cosa que la otra, ¿con qué autoridad moral miraríamos a los ojos a los asesinos de la historia, sus retratos y sus furias, y muy especialmente a los niños y niñas de nuestra descendencia cuando nos pregunten qué estábamos haciendo mientras sucedía este desastre y esta deshonra de nuestra supuesta humanidad?
Sí: estamos ante uno de nuestros peores espejos. ¿No deberíamos hacer todo lo posible para que ahora y entonces no se nos caiga la cara de vergüenza?
Adolfo Bertoni3
Expresidente de ATSS y poeta
CI 3.289.304-5
Notas:
1. No estoy calificando, simplemente describo una actitud conforme al significado de las palabras más adecuadas: “el que toma parte con otro”, porque entre la vida y la muerte no hay terceras vías posibles. Si no se le señala la enorme falta que está cometiendo a Netanyahu y a su gobierno, llegando a romper relaciones con él, guste o no guste, se les está apañando. (Como dijera un analista internacional de The Guardian: “Las reglas de las instituciones que definen nuestras vidas se doblan como juncos cuando se trata de Israel. Tanto que todo el orden mundial está al borde del colapso”. Moustafa Bayoumi, elDiario.es, 25/8/2025).
2. O Enrique Rodríguez del Partido Comunista, por nombrar solamente a algunos.
3. Mi apellido materno, que porto con orgullo, es Steinhardt, muy probablemente judío asquenazí (originario de Europa Central y Oriental). Ciertamente, jamás me ha parecido un deshonor, llegando a ser un dato familiar que para nada considero indecoroso.