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    Migrante: cuando la palabra importa

    Sr. director:

    As palavras em seu uso cotidiano podem nomear objetos, lugares, pessoas e até fenômenos sociais. Ofrecem enquadramentos, pontos de vista, focos de atenção” (blog Museu da imigração, São Paulo, Brasil, 2025).

    Desde el 18 de noviembre al 18 de diciembre, organizado por la Red de Apoyo al Migrante, el Municipio B, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y diversas organizaciones sociales, Montevideo vive el Mes de las Migraciones. Se celebra con “decenas de actividades formativas, artísticas y comunitarias en torno a la diversidad cultural, la movilidad humana y los derechos de las personas migrantes”. Uno de los eventos, anunciado con ostentosos comunicados, es el cambio de nombre del Museo de las Migraciones (MuMi) a Museo de la Movilidad y las Identidades, “el primer museo del mundo con este enfoque” (sic). Según el propio MuMi, “el nuevo nombre representa un pasaje conceptual: de una visión centrada únicamente en la migración, hacia una comprensión más amplia de la movilidad contemporánea y la diversidad identitaria que esta genera. Se convertirá así en el primer museo en el mundo con esta temática y enfoque” (“De las migraciones a la movilidad y las identidades el MuMi se transforma”, comunicado del MuMi-Muralla Abierta, 2025).

    No me llega como una buena noticia y no creo ser el único que la rechaza. En una reciente tertulia —viernes 5 de diciembre— del programa radial En perspectiva, con Emiliano Cotelo, expertos en museología e historia —Juan Grompone, Gonzalo Pérez del Castillo, Carolina Porley y Ana Ribeiro— debatieron sobre el hecho y no oí apoyos al cambio de nombre. Es un tema complejo con muchos posibles enfoques y razones para el rechazo. La columna se concentra en solo algunas, todas interrelacionadas: el contenido y foco museológico en el contexto de la red de muesos nacionales, la audiencia meta, la comunicación con el público y lo oportunidad del cambio.

    Primero, extraña celebrar el Mes de las Migraciones dando de baja el nombre del único museo que contenía la palabra migración, identificadora y foco del museo. Este cambio no es, según lo anunciado, solo en el nombre, sino que también en él subyace una mudanza en el concepto del museo.

    Segundo, la verdad. Para George Orwell, “en una época de engaño universal, (como la actual), decir la verdad es un acto revolucionario”. ¿Cuánta verdad hay en el anuncio? Poca o casi ninguna. Lo veraz es que comunica una decisión, un hecho que parece consumado: el cambio de nombre del MuMi. Lo que dice el resto del comunicado no es cierto. El de Montevideo no será, en nombre ni en contenido museológico, el primer “museo de la identidad”. Viviendo en Centroamérica recuerdo haber visitado dos museos que llevan el nombre y se gestionan con el concepto de identidad. En Tegucigalpa, el Museo para la Identidad Nacional (sic) preserva y expone la cultura hondureña —sus comunidades étnicas y culturales— y en San José de Costa Rica el Museo de la Identidad y el Orgullo (sic) relata y exhibe la historia del movimiento LGBTIQ+, una colectividad históricamente marginada. No soy el único en denunciar la falsedad de esta afirmación. En el programa radial mencionado, la historiadora y profesora Ana Ribeiro agregó otros museos organizados utilizando el concepto de identidad. En Ámsterdam, museos como el Rijksmuseum y el Museo de Ámsterdam exponen la “identidad holandesa” al igual que el Museo del Hombre en París. Claramente hay otros museos en el mundo que han precedido al MuMi en incluir la identidad tanto en sus nombres como en su organización conceptual y contenidos museológicos. Ribeiro recomienda ser “más modestos y menos grandilocuentes en los anuncios“ (Radio Mundo, En perspectiva, diciembre 5).

    ¿Y el contenido? ¿Por qué la identidad importa? ¿Por qué incluir la movilidad? Para el MuMi, “el nuevo nombre representa un pasaje conceptual: de una visión centrada únicamente en la migración, hacia una comprensión más amplia de la movilidad contemporánea y la diversidad identitaria”. Se quiere incluir a “las movilidades forzadas, entre ellas la trata esclavista, el desplazamiento interno, el nomadismo, la inmovilidad, entre otros, reflejando de manera más completa la realidad social del Uruguay, el mundo y la historia de la humanidad. El enfoque en “identidades” permite destacar la pluralidad cultural de la sociedad uruguaya reconociendo que estas son dinámicas y se construyen en movimiento” (prensa de MuMi, Montevideo Portal, noviembre 21). Ambiciosos propósitos del “nuevo MuMi”.

    Tal vez por no ser antropólogo ni museólogo me surgen dudas y preguntas. Comencemos por definir identidad. ¿Qué es? Creo entender que es lo que identifica los rasgos propios de una colectividad, lo que la caracteriza y diferencia de las demás. Entonces, en Uruguay habría que considerar varias, muchas, identidades. Las históricas —propias de nuestros pobladores originarios—, más las de las corrientes inmigratorias venidas de muy diversas partes del mundo —de los cuales, unos más otros menos, todos hemos heredado el ADN— pasando por aquellas colectividades del presente —afrouruguayos, LGBTIQ+, Conacha, etcétera—. ¿Cuántas de ellas incluirá el “nuevo” MuMi? ¿Ese “pasaje conceptual” lo convertirá en un museo de la uruguayicidad?

    El otro término, movilidad, suma al desconcierto. Movilidad es “la cualidad de ser movible”. Claro que los migrantes se mueven, son movibles de un país a otro, de un lugar a otro. Diversas razones —económicas, políticas, conflictos étnicos y/o territoriales, que a menudo culminan en guerras, desastres naturales, hoy más frecuentes e intensos por el cambio climático— los empujan a hacerlo. La relevancia de los migrantes en nuestras sociedades es tal que los hace merecedores de un museo exclusivo para ellos. El Homo sapiens ha estado en movilidad desde sus orígenes. ¿El nuevo MuMi será un museo de la historia de la humanidad?

    Preguntas que subyacen: 1) ¿es necesario que todos los términos museísticos —identidad, movilidad, migración— estén en el nombre del museo? ¿No es suficiente considerarlos en el contenido museológico o de curaduría? Un título sencillo ayuda a transmitir el contenido del museo. 2) ¿Cuál es su foco? No se puede negar que, como dice su director, Bergatta, “Uruguay se ha formado a partir de inmigrantes, colonos, pueblos originarios, afrodescendientes, exiliados y migrantes contemporáneos” (entrevista de Manuella Sampaio, El País, diciembre 2025). ¿El “nuevo MuMi” les dará cabida a todos? ¿Va a ser otro museo de antropología? ¿Dejará de ser el museo de la migración? En el programa En perspectiva, Gonzalo Pérez del Castillo tildó el cambio como un “error conceptual que está perdiendo totalmente el foco”. Culminó recomendando: “Mejor que se quede como está”. 3) ¿Para quién es el “nuevo MuMi”? Según James Panero —crítico cultural estadounidense—, los museos “han pasado de ser para algo a ser para alguien”. Es importante definir el público objetivo. ¿Son los académicos e investigadores o es el público en general?

    En marketing cultural, la comunicación con la audiencia es el primer, y tal vez el más arduo, desafío a resolver. El museo debe llegar a su potencial público con una oferta clara y atractiva. El lenguaje de la comunicación difiere según el público destinatario. Lo decía Séneca: “El lenguaje de la verdad debe ser, sin duda alguna, simple y sin artificios” y es también uno de los principios de la estrategia para conectar la cultura con el público. El director Bergatta —con una formación académica superior y excelente trayectoria profesional— dice que el “nuevo MuMi” será un “museo social” y que desplazará “al museo de su rol clásico de almacén de objetos” para transformarlo en un foro vivo de memoria y debate” (entrevista de Manuella Sampaio, El País, diciembre 2025). Para Bergatta, ese paso implica resignificar también “Un lugar que pretende aumentar la participación de toda la ciudadanía, en una concepción de museo social que todavía es muy difícil de apreciar para los uruguayos” (entrevista de Federico Medina, la diaria cotidiana, abril 2024).

    En primer lugar, los uruguayos sabemos y apreciamos lo que es un museo social. No estamos rezagados de la cultura. En 1989 Peter Vergo —profesor británico de historia del arte— llamó “sociales” a los nuevos museos que luego fueron también denominados “comunitarios”, “educativos” o “circulares”. “Ellos mantienen las funciones tradicionales de conservación, investigación y exposición incorporando condicionantes de la gestión como “inclusión”,” sostenibilidad” y “participación” (Pareja, Búsqueda, abril 2025). En Uruguay varios museos han puesto en práctica “lo social”, dándole cabida a la comunidad en sus directivas o comités artísticos y en las actividades culturales que realizan, como las visitas mediadas.

    En segundo lugar la comunicación del museo se inicia cuando el público se identifica con su nombre. Por su nombre, en los museos Figari y Torres García sabemos lo que encontraremos. Un museo llamado de la migración transmite, con una sola palabra, su contenido en un mensaje sencillo, preciso y claro, y el público lo capta. ¿Qué le dice al público un Museo de la Movilidad y las Identidades? Los términos, que pueden ser claros para los académicos, presentan, para el ciudadano común, muchas ambigüedades. ¿Movilidad de qué? ¿Identidad de quienes? Algún “hombre de la calle” irá al museo esperando ver propuestas sobre la movilidad del transporte en el área metropolitana de Montevideo, un tema de moda. La identidad ¿de qué o de quiénes es? ¿Qué mensaje se envía al “hombre de a pie” con un nombre como Museo de la Movilidad y las Identidades?

    “Migración, cuando la palabra importa”. Sacarla del nombre del museo es, en este momento histórico, entre los muchos desaciertos, navegar contracorriente. No hay hoy dos palabras más sonadas en el mundo, más tituladas en la prensa internacional, de ambos lados del Atlántico. Reflejan el momento cultural que vivimos, con fenómenos como la globalización, que homogeiniza y a su vez segrega y polariza, movimientos geopolíticos y conflictos bélicos que fuerzan desplazamientos humanos, economías que expulsan a millones de personas, y desastres naturales, agudizados por el cambio climático, que provocan flujos migratorios en Europa (Unión Europea-África), América del norte (Estados Unidos-México y resto del mundo) y en América del Sur (Venezuela-Colombia-Chile-Perú-Bolivia). El fenómeno es la migración y los actores los migrantes. Las palabras importan. Salvaguardémoslas. El “nuevo MuMi” diluye migración con otros contenidos museológicos y le quita la relevancia que merece cuando el mundo más la requiere.

    Si esta noticia tiene un mérito, es que puede ser un disparador de un amplio debate sobre el ecosistema museológico —nombres, conceptos y focos— del país. Mientras lo esperamos, que el MuMi “mejor quede como está” (Pérez del Castillo dixit).

    Ing. Agr., M.Sc., Ph.D. Mario R. Pareja