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Bienal de Venecia: visiones sobre ‘Extranjeros en todas partes’
Muchos de los cuadros que hace no tantos años habrían sido calificados despectivamente como naif o que hubiesen sido arrojados a la sección etnológica de las artesanías ocupan buena parte de la muestra
La artista argentina Chola Poblete es una de las protagonistas de la bienal
Las primeras preguntas que me hago al llegar a Venecia, pasmado ante su rara e irrefutable belleza, son las siguientes: ¿cómo fue que construyeron esta ciudad?, ¿cómo sobrevivió durante tantos años y cómo sería vivir entre las aguas, sin auto y en una urbe que parece anclada (nunca mejor dicha la metáfora) en el pasado? Mientras llegamos con el vaporetto (el medio de transporte para moverse en la ciudad), sabemos que ahí nos aguardan las obras más magníficas de la historia occidental: la basílica de San Marcos, Carpaccio, Palladio, Tintoretto, Veronese, el barrio judío y tantas otras maravillas. Pero también cada dos años, desde 1895, se realiza la Bienal de Venecia, uno de los eventos más importantes del arte contemporáneo en el mundo, con participación de los artistas más reconocidos (o que la misma bienal consagra al incluirlos) y con los pabellones nacionales.
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La bienal se desarrolla en toda la ciudad con diferentes muestras pero los dos espacios en los que se concentra casi toda la actividad son el Giardino y el Arsenal. Cada edición plantea un tópico y eso guía la curadoría del pabellón central y el llamado núcleo histórico. Este año el tema es Extranjeros en todas partes (Foreigners everywhere) y la dirección de la curadoría estuvo a cargo del brasileño Adriano Pedrosa. Se trata de, en un mundo de migraciones a menudo forzadas, representar, investigar y reflexionar sobre una categoría que nos define como personas, como naciones y como sociedad: la de extranjería.
En 1999, el curador Adriano Pedrosa (actual director del Museo de Arte de San Pablo) colaboró junto con Paulo Herkenhoff en la también importantísima Bienal de San Pablo. El tema elegido en aquella ocasión fue Antropofagia y tuvo como premisa que los latinoamericanos y las culturas periféricas habían devorado la cultura europea para devolver un producto nuevo y original. Cuando Pedrosa fue designado como curador de la Bienal de Venecia de este año muchos pensamos que tal vez aquella experiencia se reformularía justamente en la propia Europa y en su bienal de arte más importante. Sin embargo, lo que sucedió fue algo totalmente diferente, lo que da cuenta de los cambios que se han producido entre fines del siglo pasado (cuando tuvo lugar la muestra Antropofagia en la Bienal de San Pablo) y la actualidad. En Stranieri ovunque (Foreigners everywhere), en cambio, el centro no es Europa, ni siquiera como antagonista. En esta bienal, la dispersión y la pluralidad se producen en todas las direcciones. Migraciones, desplazamientos, expulsiones y disidencias configuran el signo de los tiempos y no solo del presente sino de la lectura que se hace del pasado. Como nunca antes, la mayoría de los artistas de la bienal —más allá de los tradicionales pabellones nacionales— provienen de países o comunidades que, en las ediciones anteriores, habían tenido participación marginal (en caso de que la hayan tenido). Pero no es solo una cuestión numérica o geográfica: la intervención de otras naciones, el acento en las perspectivas raciales (sobre todo el relevamiento de la historia de la esclavitud y el colonialismo) y en las diversidades sexuales y genéricas implican también una transformación profunda en los valores del arte y en sus principios y procedimientos. En primer lugar con el concepto de representación, que responde a una demanda de todos aquellos grupos o personas que el arte moderno no había representado (y no tanto en realidad por excluirlos, sino porque el rechazo de la representación había sido uno de sus principios). Esto sucedió, por ejemplo, con el arte abstracto, que excluyó la representación de las figuras humanas. Pedrosa tiene una solución elegante en una de las salas: incluye obras abstractas de diferentes países periféricos y argumenta que el uso de los colores difiere con el que hicieron los europeos. En esta sección está incluida la artista argentina María Martorell (1909-2010), que hizo obras de gran tamaño con curvas justamente muy coloridas.
En segundo lugar, el ingreso de nuevos artistas implica una mirada diferente, que busca en las obras otras cosas: muchos de los cuadros que hace no tantos años habrían sido calificados despectivamente como naif o que hubiesen sido arrojados a la sección etnológica de las artesanías ocupan buena parte de la muestra. Se destaca la participación chilena con obras realizadas por los colectivos de tejedoras Bordadoras de Isla Negra y Arpilleristas de Chile.
Argentina participa con diversos artistas y tiene una participación relevante en la sala dedicada a los artistas nacidos en Italia (Italians everywhere) que después tuvieron una trayectoria relevante en América Latina: realizado con la técnica de la arquitecta ítalo-brasileña Lina Bo Bardi, que consiste en poner las obras sobre vidrios y no en las paredes, se destacan las obras de Elda Cerrato, Clorindo Testa, Líbero Badíi y otros. Es una pena que no se haya incluido un caso de extranjería inverso: el pintor italiano Lucio Fontana nació en Rosario en 1899 y pasó buena parte de su juventud en la Argentina.
Como representación nacional, la Argentina presenta la obra de Luciana Lamothe, curada por Sofía Dourron. Como es habitual, Argentina debe usar una de las salas del Arsenal, ya que no tiene un edificio propio en el Giardino como sí lo tienen (de los países latinoamericanos) Brasil, Uruguay y Venezuela. La política cultural de la diplomacia argentina siempre ha sido muy deficiente y su posición marginal en una bienal tan importante es una muestra de esto. La obra Ojalá se derrumben las puertas, título que toma de un poema de Elba Fábregas, consiste en una serie de módulos de grandes dimensiones realizados con madera y tubos de metal que ocupan los 500 metros cuadrados de la sala. La obra transita, como lo muestra el título, el lenguaje alegórico que está en muchas otras obras de la bienal y materializa tanto un momento de crisis como la apuesta por una nueva manera de construir las relaciones.
De todos modos, la participación más relevante de la Argentina en esta edición de la bienal fue la de la Chola Poblete, artista queer que recibió una mención honorífica (es la primera artista queer que recibe una distinción de esa naturaleza en la bienal). La obra de la Chola Poblete está en consonancia con los lineamientos de la curadoría de la bienal y sus cuadros presentan todos los elementos que Pedrosa privilegió: la disidencia sexual, la representación de marginados, la atención a los migrantes (los “extranjeros” de la muestra), la valorización de las creencias de los pueblos originarios y hasta un componente en sus dibujos de lo que antes se llamaba naif. Artista multidisciplinaria, la Chola Poblete (nacida en 1989) ha desarrollado, en consonancia con su activismo, un estilo muy potente en el que se destacan una técnica notable (sobre todo en el uso de la acuarela) y una composición en la que la convivencia de diferentes figuras en el espacio produce un efecto muy impactante: en un montaje audaz, conviven pictogramas indígenas con animales de la zona del noroeste argentino, paisajes del Altiplano con escenas de dominación o sojuzgamiento y desnudos humanos, muchos de ellos a punto de disolverse o de mutar en nuevas formas, todo alrededor de una Virgen. Su Virgen del cerro de la serie Vírgenes Chola dialoga fluidamente con los lineamientos de la curadoría de la bienal, pero también coloca un verdadero desafío a la imagen que la Argentina siempre pretendió difundir en el mundo: un arte queer, indígena, con fuertes impregnaciones religiosas y que impugna la discriminación racial, de clase y de género.
El protagonismo de la Chola Poblete desplazó de una manera radical la pregunta sobre qué significa Extranjeros en todas partes para los argentinos. El anterior presidente, Alberto Fernández, tuvo una frase desdichada y discriminatoria cuando dijo en un discurso que “los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva, pero nosotros los argentinos llegamos de los barcos”. Lamentablemente, es algo que cree todavía mucha gente. La Bienal de Venecia nos dice, al otorgarle el premio a la Chola Poblete, algo sobre nosotros mismos y entonces entendemos claramente qué significa la frase “Extranjeros en todas partes”.