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    Javier Milei pierde contra el fútbol

    Los presidentes argentinos tienen una larga historia en querer inmiscuirse en la AFA. Pero así como Grondona les ganó la pulseada a Alfonsín, Menem y los Kirchner —que finalmente convirtieron en aliado a don Julio—, Chiqui Tapia se sostiene contra el avance libertario

    José Mujica contó en una entrevista reciente que uno de sus aprendizajes como primer mandatario fue que, contra lo que él pensaba, el presidente de un país no maneja la botonera entera. Aunque no especificó a qué se refería, es posible conjeturar que aludía a los movimientos financieros internacionales, intereses de las empresas multinacionales y enormes engranajes políticos internos y externos con los que los gobernantes deben convivir. Los poderes sobre el poder son muchos. En Argentina, además, habría que sumar el fútbol.

    En su primer año de mandato, Javier Milei no fue original cuando comenzó una pulseada directa contra el actual titular de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Claudio Tapia, para intentar desbancarlo y quedarse con el dominio del fútbol argentino, ese sistema gravitatorio de la cultura rioplatense. Chiqui llegó a la cúpula de la AFA en 2017 desde un club modesto, Barracas Central —del que había sido futbolista durante un puñado de partidos en las categorías más bajas, en la década de los 80—, fortalecido por las habilidades callejeras y políticas que aprendió en sus años, primero, como barrendero, luego como sindicalista y, finalmente, como funcionario del CEAMSE, la empresa que se encarga de los residuos de Buenos Aires. Apoyado por los clubes del Ascenso —muchos de ellos del conurbano bonaerense, histórico y vigente bastión peronista—, Tapia no parece figurar dentro de los “argentinos de bien” que encasilla Milei.

    En verdad, como el líder de La Libertad Avanza ahora, la mayoría de los presidentes argentinos desde el regreso a la democracia, incluso los que se presentan en las antípodas ideológicas, pretendieron hacer cumbre o tener injerencia en la casa madre del fútbol nacional. Algunos lo intentaron hasta de manera naif, o solo por una cuestión de gusto futbolístico, como el asado en el que Raúl Alfonsín (hincha de Independiente, representante del “buen fútbol”) le pidió a su secretario de Deportes, Rodolfo O'Reilly, que echara a Carlos Bilardo (símbolo de Estudiantes, llamado entonces “antifútbol”) de la dirección técnica de Argentina. Faltaba poco para el Mundial de México 1986 y el funcionario, que había sido entrenador de Los Pumas, llamó al presidente de la AFA, Julio Grondona, para pedirle la cabeza de Bilardo. “Vos metete en el rugby, que es lo tuyo”, le respondió don Julio, pocos meses antes del título que Argentina ganaría, paradójicamente, con el técnico cuestionado por Alfonsín.

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    Néstor Kirchner y Julio Grondona, en 2006.

    Néstor Kirchner y Julio Grondona, en 2006.

    El fútbol es un botín tan apetecible que también sedujo a Néstor Kirchner y a su esposa, Cristina Fernández. Aunque pocos lo recuerdan, al comienzo de su presidencia entre 2003 y 2007, el patagónico intentó desbancar a Grondona, que, sin embargo, a esa altura ya se había convertido en un experto para eludir las presiones políticas. El dueño de la AFA desde 1979 hasta su muerte en 2014 sabía cómo desactivarlas: en su carácter de número 2 de la FIFA, le bastaba una llamada a los presidentes de la pelota con sede en Suiza, primero, João Havelange y, luego, Joseph Blatter, para que estos se comunicaran con la Casa Rosada y repitieran la frase mágica: “País que se mete en los asuntos internos de su fútbol, país que se queda sin Mundial”.

    El resto de la historia es sabida: finalmente los Kirchner, ya con CFK como presidenta, apelaron al viejo refrán de “si no puedes con tu enemigo, únete a él”. En 2009, el matrimonio dejó de pulsear con Grondona y lo convirtió en un socio estratégico para su pelea contra el grupo Clarín, el gigante de multimedios de Argentina con el que el gobierno nacional estaba enfrentado. Fue entonces que nació Fútbol Para Todos, un programa estatal que facilitaba la transmisión gratuita de los partidos en detrimento de los derechos que Clarín tenía hasta entonces a través de una de sus tantas empresas, Torneos y Competencias.

    Grondona murió en 2014 y la AFA entró en una especie de orfandad tan grande que, a finales de 2015, 75 dirigentes de clubes votaron para presidente y la elección terminó empatada 38 a 38. En esa virtual acefalía, el nuevo ocupante de la Casa Rosada, Mauricio Macri, cumplió el que parece ser el sueño recurrente de todos los presidentes argentinos: en 2016, intervino la AFA y creó una Comisión Normalizadora que, sin embargo, tendría un éxito efímero. Ya al año siguiente, los dirigentes de fútbol votarían al entonces desconocido Tapia como su nuevo presidente. La política podrá tener la pelota, pero el fútbol hace los goles.

    En su poco feliz paso por la Quinta de Olivos entre 2019 y 2023, Alberto Fernández también intentó desplazar a Chiqui, pero fracasó. En el futuro, se parecería mucho a una venganza de Tapia que, ya campeones del mundo en Qatar 2022, los jugadores de la selección argentina no visitaran a Fernández en el balcón de la Casa Rosada, a diferencia de lo que sí habían hecho los planteles liderados por Daniel Passarella y Diego Maradona tras los títulos de 1978 y 1986.

    Javier Milei y las SAD

    Ahora es el turno de Milei, que con decretos, contactos con la Justicia y virulentas reacciones en redes sociales también intenta horadar al jefe del fútbol argentino desde que asumió su presidencia, a fines de 2023. Mientras los Tribunales intentaron —por ahora en vano— declarar ilegal la reelección de Tapia en la AFA, el gobierno no deja de agitar la bandera de la irrupción de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD), todavía prohibidas por decisión del fútbol argentino.

    Milei es un libertario obsesionado con el ingreso de las SAD. Si a comienzos de 2024 dijo —sin ninguna prueba— que el Chelsea estaba interesado en comprar a Independiente y Boca, el líder de La Libertad Avanza abrió 2025 felicitando a Estudiantes por “estar en camino a ser a una SAD en beneficio a sus socios”. El presidente se refería al grupo estadounidense Gillett Foster, que firmó un contrato con Estudiantes a cambio de una significativa inyección de dólares que le permitió al club de La Plata reforzarse con un puñado de jugadores de lujo en el actual mercado de pases. Es cierto que el presidente de Estudiantes, Juan Sebastián Verón, tuvo que salir a desmentir que su club se convertirá en una SAD, pero el convenio con el magnate-paracaidista marca un clima de época, otra forma de regreso al liberalismo económico de los 90 en Argentina.

    El presidente más futbolero desde el regreso a la democracia fue Carlos Menem, de 1989 a 1999, justamente el primer mandatario más elogiado por Milei. Nacido en La Rioja e hincha de River, Menem intentó convencer a Carlos Bilardo para que llevara a la selección que jugaría el Mundial Italia 90 a un coterráneo suyo, el delantero Ramón Díaz. Bilardo tuvo que acercarse a la Quinta de Olivos para pedirle por favor que cesara con ese pedido público: le explicó en privado que, como Maradona tenía mala relación con Díaz, él no podía convocarlo.

    Pero Menem también fue el primer presidente que, de una manera más solapada, abogó en función del arribo de las SAD al fútbol argentino. El riojano recibió en la Casa Rosada a un empresario que entonces, en 1993, estaba interesado en el tema. Se llamaba Mauricio Macri y todavía no se había presentado a dirigente de Boca ni había fundado el partido político que lo llevaría a la presidencia del país, el PRO. Entonces sus objetivos eran otros: quería comprar un club porteño de Primera División y con pocos hinchas, el Deportivo Español, para llevarlo a Mar del Plata.

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    Karina Milei y Claudio Tapia, tras el anuncio de Argentina como sede de un partido en el Mundial 2030

    Karina Milei y Claudio Tapia, tras el anuncio de Argentina como sede de un partido en el Mundial 2030

    Macri finalmente no lo consiguió, pero marcó un clima de época, acaso similar al actual. El propio Grondona autorizó a que Argentinos Juniors, otro equipo porteño, se mudara a Mendoza durante la temporada 1993-1994 a través de un gerenciamiento con Torneos y Competencias, la empresa del grupo Clarín, entonces amiga de la AFA. El experimento no funcionó —más bien lo contrario—, pero Macri no cesó en su idea de implementar las SAD. Incluso ya como presidente de Boca, en 1998, consiguió que la AFA votara por el tema: perdió 39 a 1. Fue entonces que don Julio le dijo, con su habitual sagacidad política, “perdimo’ Mauricio”.

    Así como Grondona les ganó la pulseada a Menem, Alfonsín y los Kirchner, Tapia —que ya había dejado atrás sin esfuerzo a Alberto Fernández— también parece estar ganándole a Milei. En el inicio de 2025, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, dijo que no enviaría a la selección sub-20 al Sudamericano en la Venezuela de Maduro por temor a que secuestraran a un jugador. La AFA, sin embargo, comunicó enseguida que los juveniles participarán en el torneo.

    Hay una clave silenciosa en esta historia: la selección campeona del mundo en Qatar. Es cierto que algunos futbolistas argentinos de élite parecerían simpatizar con Milei, por más que, a diferencia de los brasileños —mucho más explícitos para pronunciarse por Lula o Jair Bolsonaro—, no pronunciaron —ni pronunciarán— apoyos o rechazos explícitos. Pero no es, o no sería, más que una simple adhesión: a la hora de la verdad, los jugadores que ganaron el Mundial, con Lionel Messi a la cabeza, juegan a favor de Tapia.

    En aquellos años de caos con una AFA intervenida, Chiqui ya era un dirigente importante para la vida interna de la selección. Los técnicos del equipo nacional se sucedían en medio de los fracasos deportivos y Tapia estaba ahí, junto a Messi y demás. Se generó una relación de respeto y simpatía que, ya con Chiqui como presidente de la AFA, se potenció. Hoy ese vínculo es indestructible.

    Milei podrá tener la botonera de muchas cuestiones, pero no del fútbol.