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Bobby Jones, el golfista amateur más grande de todos los tiempos, solía decir que el US Open “no lo ganaba nadie, sino que siempre lo perdía alguien”. En la última edición del Abierto de Estados Unidos, que finalizó el domingo 16 en la espectacular cancha de Pinehurst, la frase mostró que mantiene una increíble vigencia. El torneo tuvo tres líderes diferentes en cada una de las tres primeras rondas, mientras que en la vuelta final, a falta de nueve hoyos, el certamen se convirtió en un verdadero match play entre Bryson DeChambeau y Rory McIlroy.
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El hecho de que solo ocho golfistas hayan bajado el par en Pinehurst tras los 72 hoyos tiene que haber dejado muy satisfechas a las autoridades de la United States Golf Association (USGA), la entidad rectora del golf en Estados Unidos y la organizadora del Abierto de ese país. Una vez más en el centenario historial de este campeonato quedó demostrado el exigente criterio con el cual la USGA presenta las canchas que reciben al certamen más importante. Un denso rough a lo largo de todo el recorrido, superficies de greens muy duras y rápidas, además de posiciones de banderas realmente complicadas, son parte de esa fórmula que se repite edición tras edición.
La cancha del Pinehurst Resort & Country Club en Carolina del Norte, diseñada por Donald Ross en 1907, jugó un rol preponderante en la definición del campeonato. Con más de 120 búnkeres a lo largo del recorrido, 7.500 yardas y par 70 –cantidad de golpes en la que se espera que los jugadores culminen el recorrido–, esta cancha tiene una rica tradición de ser sede de grandes campeonatos. Recibió cinco US Open de caballeros, uno de damas, tres US Amateur Championships, un PGA Championship y una Ryder Cup.
La USGA identifica su principal torneo desde hace varios años con el título “el mayor desafío golfístico”. Por lo visto Pinehurst hizo honor al título.
Presencia uruguaya
La uruguaya Magdalena Villar es miembro del Comité de Arbitraje de la Federación Sudamericana de Golf desde el 2017. Por ese rol, estuvo presente en Pinehurst, donde actuó como oficiala de reglas en lo que fue su tercer Major como árbitra. Antes había sido Marshall en el Women’s Open de 2019 y el British Open del 2023 en Royal Liverpool.
De regreso a Lima (Perú), donde vive desde hace una década, Villar conversó con Búsqueda y calificó como una “experiencia extraordinaria” todo lo que vivió en el último US Open.
“El martes previo al torneo tuvimos una reunión todos los árbitros con el comité del campeonato, donde nos definieron las tareas y las obligaciones de cada uno. La USGA tiene por costumbre en su campeonato más importante dividir la cancha en cinco zonas, donde se posicionan un árbitro que controla los fairways y otro los greens”, contó sobre su trabajo.
La cancha de Pinehurst “es de por sí complicada”, agregó. Eso llevó a que hubiera muchas consultas de los jugadores, quienes, por ejemplo, “ante la duda preguntaban a los árbitros si estaban o no en un búnker, ya que los bordes en varias de esas zonas no están definidos”. Su trabajo estuvo centrado en la zona del hoyo 2.
Villar también relató los pormenores de una de las jugadas decisivas. “En la ronda final, en el último hoyo, como generalmente pasa (se ríe), DeChambeau pidió por una liberación porque su pelota estaba muy cerca de una raíz, además de unos cables de televisión que le molestaban, pero finalmente como estaba fuera del fairway no se le dio liberación y la tuvo que jugar desde esa posición”, recordó.
En su futuro como árbitra, la uruguaya estará en el Sudamericano Juvenil en Curitiba (Brasil) en setiembre, para luego integrar el comité del Women’s Amateur Latin American (WALA) a jugarse en el Lima Golf Club de Perú en noviembre.
El mejor aficionado
Otra de las tradiciones que tiene el Abierto de Estados Unidos es premiar al mejor golfista amateur del certamen, distinción que en esta edición 124 del campeonato recayó en el estadounidense Neal Shipley, quien finalizó en el puesto 26 con un acumulado de 286 golpes para los 72 hoyos. Shipley fue también el mejor aficionado en el Masters de Augusta, el primer Major del año.
Finalizado el Abierto de Estados Unidos, el jugador pasó al profesionalismo y tuvo su debut días atrás en el Travelers Championship, donde no pasó el corte clasificatorio.
Entre los nueve aficionados que formaron parte del US Open, estuvo también el mexicano Santiago de la Fuente, quien entró al torneo como ganador del último Latin American Amateur Championship (LAAC) jugado en enero pasado en el Santa María Golf Club de Panamá. Esa victoria en el LAAC le permitió a De la Fuente jugar primero el Masters de Augusta, después el US Open en Pinehurst y fromará parte del próximo British Open a jugarse a mediados de julio en Royal Troon (Escocia).
“El US Open es un evento muy especial para el golf, por lo cual me siento honrado de haber recibido una invitación de la USGA para jugarlo en una cancha además como la de Pinehurst, que significa mucho para el mundo del golf”, respondió oportunamente Woods a la invitación. En Pinehurst se lo vio mejor desde el punto de vista físico, aunque lejos del primer nivel competitivo.
Con 14 operaciones, entre rodillas, piernas, tobillos y espalda, Woods, que en su época dorada estuvo 623 semanas al tope del ranking mundial, hoy a los 48 años sigue siendo una muestra de gran fortaleza mental y perseverancia. Tras un accidente automovilístico ocurrido en febrero de 2021, ha jugado solo ocho torneos hasta la fecha. Su participación en el próximo British Open en Royal Troon aún no ha sido confirmada.