El grupo de autores que analizó este proceso con financiamiento de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) presentó un trabajo sobre los capitales extranjeros que llegaron al Chaco en el marco del VIII Congreso Latinoamericano de Historia Económica que tuvo lugar hace pocos días en Montevideo. A su vez, en la más reciente edición de Campo-Território —una revista de geografía agraria de Brasil—, publicaron un análisis focalizado en los inversores uruguayos. Allí destacan ese avance fuera de fronteras del negocio ganadero nacional como un proceso “original en la historia agraria uruguaya, en tanto es el primer proceso virtuoso de inversión extranjera de este sujeto social”. En ese sentido, afirman que si bien existen experiencias puntuales de empresas o de grupos económicos uruguayos que desarrollan negocios en la región, el caso del Chaco tiene otra “magnitud en términos de amplitud espacial y temporal”. Así, luego de más de 100 años con negocios enmarcados en lo local, los “capitalistas ganaderos” han “empezado a desarrollar de forma sistemática una estrategia empresarial con escala regional”.
Si hasta fines del siglo XX los principales actores económicos del Chaco eran los menonitas y los estancieros paraguayos, esto cambió a partir de 1990 con la llegada de inversores extranjeros, en especial brasileños, argentinos y uruguayos. Ese avance —describe— derivó en la deforestación de más de 5 millones de hectáreas y en la expansión de la frontera para la actividad agropecuaria, en particular para la producción ganadera. Según datos censales, el rodeo vacuno en el Chaco pasó de 2,3 millones de cabezas en 1991 a 5,8 millones en 2022.
Según la investigación, para los extranjeros, uno de los principales atractivos del Chaco está en que ofrece grandes extensiones de tierra con potencial agropecuario a “muy bajos precios”.
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Maquinaria vial abriendo camino en el Chaco
Ministerio de Obras del Paraguay
Los autores —Gabriel Oyhantçabal, Soledad Figueredo y Lucía Sabia, de la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República, junto con Valdemar João Wesz Junior, de la Universidade Federal da Integração Latino-Americana de Brasil— señalan que, además de los factores ligados al proceso económico nacional y regional, fueron clave las políticas impulsadas por el gobierno paraguayo para favorecer la inversión extranjera directa, como la política de regularización y formalización de títulos de propiedad de la tierra mediante un sistema nacional de catastro.
Otro atractivo es el impositivo y la política “triple 10” —tributos al valor agregado, a la renta de las personas físicas y a las empresas, todas a tasa del 10%— que aplica Paraguay y lo ubica con un nivel de presión fiscal bajo (14% del Producto Interno Bruto) en la comparación regional.
Por otro lado, el desarrollo de la producción ganadera en el Chaco se vio favorecido por transformaciones en su infraestructura, como la expansión de las carreteras que conectan con Asunción, que bajan costos, tiempos y riesgos para mover el ganado hacia los frigoríficos. También la mayor conectividad telefónica y el acceso a Internet, que permitió el control remoto de los establecimientos ganaderos.
Uruguayos en Paraguay
En los censos agropecuarios, la primera presencia de los uruguayos en Paraguay surge en 2022: poseían 186 establecimientos agropecuarios, 86% de los cuales tenían hasta 50 hectáreas y solo nueve eran de más de 1.000 hectáreas; solo 6% estaban en el Chaco. Ese “escaso relevamiento” se relaciona —según los investigadores— con las “limitaciones propias de este dispositivo metodológico, con la presencia de terratenientes uruguayos que no explotan la tierra (por ende, no son captados por el censo) y por la utilización por parte de estos inversores de sociedades anónimas”.
En ese sentido, dadas las limitaciones de datos oficiales, la principal fuente que utilizaron para reconstruir las trayectorias, las características y la magnitud de las inversiones uruguayas en el Chaco paraguayo fueron las entrevistas a los protagonistas. Identifican lo que denominan “regionalización del capitalista ganadero uruguayo” en un proceso en tres etapas: una exploratoria (1994 a 2004), otra de boom de inversiones (2005 a 2012) y, desde 2013 a la actualidad, de “consolidación”.
Hubo algunos casos paradigmáticos de la primera etapa: los del empresario cabañero Juan Martín Bordaberry, casado con Sarah Cartes, hermana de Horacio Cartes, empresario y presidente del Paraguay entre 2013 y 2018; y el de Rodrigo Artagaveytia, quien se instaló en el año 2000, fundó Estudio 3000 Paraguay (rebautizada como Everdem en 2011) y dirigió un proyecto de inversión en tierras y ganado en el Chaco capitalizado por diversos empresarios uruguayos.
Según el estudio, los altos precios de los commodities del período 2004-2014, pero también algunos factores que se dieron en Uruguay, alentaron los agronegocios en Paraguay.
Primero, la “falta de espacio en Uruguay para el desarrollo de estrategias extensivas de los empresarios ganaderos fue como un “efecto dominó” y llevó a que “un importante grupo de capitales uruguayos” dedicados a la ganadería encontraran en el Chaco dónde expandirse adquiriendo “grandes superficies de tierra (entre 20.000 y 60.000 hectáreas de monte)”. También hubo inversores de menor escala que, “desplazados y/o arrinconados” en el territorio uruguayo por la expansión de capitales extranjeros en la forestación y la agricultura, conformaron pools para adquirir campos de entre 4.000 y 8.000 hectáreas.
Además incidió el “fuerte crecimiento” del precio de los campos en Uruguay, desde en torno a US$ 500 promedio la hectárea en 1970-2000 hasta unos US$ 3.500 hacia comienzos de la década de 2010. “De esta forma, no fueron pocos los terratenientes que vendieron” tierras y compraron “mucho más barato en el Chaco”, a US$ 60 la hectárea de monte según diversos informantes en 2006-2007.
Como tercer factor, la investigación identifica el know how ganadero de los uruguayos.
Los autores suman un cuarto aspecto, de corte político: la llegada al gobierno del Frente Amplio. “Si bien se trató de un gobierno de perfil socialdemócrata que promovió la inversión extranjera y estuvo muy lejos de cuestionar la propiedad privada”, la “desconfianza” de los “terratenientes y empresarios ganaderos, históricamente afines a gobiernos de perfil liberal-conservador, “parece haber motivado (…) la diversificación de sus negocios hacia los montes del Chaco como un refugio de capital que se sumó a otras alternativas para el atesoramiento de capital fuera de fronteras (bonos de deuda, negocios inmobiliarios, etc.)”. Al respecto, el estudio cita a un entrevistado paraguayo: los “uruguayos también vinieron mucho durante los gobiernos de izquierda quejándose de que en Uruguay habían subido demasiado los costos, era difícil sacarles renta a los campos, había mucho impuesto y lo que yo escuché es que no sabían dónde invertir”.
Costos y rentabilidad
Sin embargo, según la investigación, esta etapa se cerró hacia comienzos de la década del 2010, cuando los precios de la tierra se estabilizaron en alrededor de 500 y 600 dólares la hectárea de monte, lo que hizo menos atractiva la inversión puramente especulativa de compraventa de campos.
La fase actual se tradujo en una menor intensidad en la llegada de inversiones al Chaco y también en nuevas estrategias empresariales con un cambio en el eje, donde el negocio pasó a estar más centrado en la producción ganadera que en el inmobiliario de la compraventa de tierras.
Según relataron diversos entrevistados para la investigación, el costo de “desarrollar un campo” en el Chaco paraguayo oscila en los US$ 500 la hectárea. A esto se suma el posterior mantenimiento, que implica limpiar los rebrotes del monte, resembrar pasturas y la inversión en ganado para “poblar” los campos (unos US$ 400 por hectárea adicionales). Estos costos, que multiplicados por grandes extensiones de tierra implican “cifras millonarias”, hacen que la “producción de tierras” en cada establecimiento sea, por lo general, en etapas, en función de las posibilidades de financiamiento y las estrategias empresariales, señalan los autores. “De allí que, del total de superficie en propiedad de uruguayos en el Chaco (entre 1,5 y 2 millones de hectáreas, según los informantes), menos de la mitad está en producción dada la combinación de regulaciones ambientales, acceso a financiamiento y estrategias empresariales”.
Más allá del incremento en el precio del monte, la producción ganadera en el Chaco siguió siendo atractiva para los inversores uruguayos. A la mayor rentabilidad sobre activos fijos del Chaco —aunque es un destino menos “seguro”— se le sumó la caída de la rentabilidad de la producción agropecuaria en Uruguay desde 2014, asociada a la reducción en los precios internacionales de los commodities.