Si bien los últimos han sido “años muy buenos” para los bancos en Uruguay, favorecidos por tasas de interés más altas a lo habitual, por el lado de la actividad económica las señales, aunque desparejas, están siendo menos alentadoras porque “hay un proceso de desaceleración” del crecimiento. Por el lado del entorno político, tras un año electoral, quedó despejado de incertidumbre y el gobierno del Frente Amplio, para el área económica, ha planteado “una agenda que es clara” y eso da calma para trabajar a las instituciones financieras, sostiene Horacio Correge, gerente general de Scotiabank Uruguay.
—En general, estos últimos años han sido años muy buenos para la industria a partir de una situación coyuntural particular, que es un escenario de tasas superiores a la media histórica. Entonces, por las estructuras de balance que los bancos tenemos en Uruguay: fundamentalmente nuestro financiamiento proviene de los depósitos y estos son mayormente en dólares, a la vez que no hay una correlación de igual medida en términos del desarrollo del crédito. Hoy, para la media de la industria, el ratio de préstamos sobre depósitos está entre el 60% y el 70%. Eso genera una rentabilidad extraordinaria. A todo eso se suma que, en una plaza cara para operar por distintos factores como la uruguaya, los bancos hemos venido trabajando de manera consistente en ir mejorando nuestros indicadores de productividad o de eficiencia.
—La marcha de la economía en sí ¿cómo ha influido en el negocio?
—Algunos indicadores nos muestran que hay un proceso de desaceleración en los niveles de crecimiento de la economía. No esperamos que a corto plazo eso tenga un impacto significativo sobre la rentabilidad de los bancos, pero obviamente nos preocupa que Uruguay pueda alcanzar niveles de crecimiento que por lo menos estén en el orden del 3%.
Las consultorías con las que trabajamos proyectan que el crecimiento puede estar en torno al 2,5% este año y algo por debajo de ese el que viene.
—¿Qué están viendo, en concreto, respecto al consumo por sectores de actividad?
—Hubo algo de incertidumbre vinculada al ciclo electoral y, despejada esa variable, ahora estamos expectantes en términos de qué es lo que va a pasar. Las señales no son parejas.
En términos de expectativas generales, por ejemplo a nivel de empresariado, quizás el sesgo es menos optimista que lo que era hace un año atrás. Luego, vemos un salario real que puede llegar a crecer solo muy marginalmente y, de la mano de eso, el consumo interno no va a tener un crecimiento significativo.
El agro, por una reversión de sequía, puede tener un crecimiento importante, pero que (pasado ese rebote) no se va repetir. Además, hay una afectación específica por todo el tema de las empresas vinculadas a inversiones ganaderas y su impacto en la confianza.
El mercado hipotecario lo vemos un poco más lento respecto del dinamismo que tenía hace un año atrás, aunque somos optimistas y vemos que está retomando la senda alcista. Y vemos mucho dinamismo, por ejemplo, en el sector automotor.
En términos generales, no vemos un gran empuje de la economía hacia adelante.
—Se refirió al contexto electoral. ¿La incertidumbre se despejó después de conocido el resultado o perduró más allá de eso?
—Un primer tema está vinculado obviamente al resultado de la elección y en forma inmediatamente posterior en términos de las señales que empieza a enviar el nuevo gobierno. Ahora, en ese sentido, a nivel de industria (bancaria) lo que podemos decir es que tenemos un equipo económico con una agenda que es clara y que pasa fundamentalmente por impulsar el crecimiento, y eso va muy ligado a la capacidad que puede tener Uruguay de atraer inversión. Luego, un Banco Central también con el objetivo muy claro, básicamente, de focalizar su política monetaria con vistas a lograr una inflación que tienda al 4,5%.
Son pautas muy claras que, como industria, nos permiten actuar en un escenario de mayor certidumbre.
—¿Hay una agenda a plantear desde los bancos al nuevo gobierno?
—Hemos estado reunidos con las nuevas autoridades y hemos compartido, por un lado, algunas preocupaciones. Una de ellas tiene que ver, obviamente, con cómo poder lograr un mayor desarrollo del crédito en Uruguay, que es relativamente bajo y está en el orden del 28% o 29% del Producto Interno Bruto. Respecto a economías comparables, debería estar en el doble de lo que es, y creemos que ese es un factor importante para traer crecimiento y desarrollo a Uruguay.
Horacio Correge. Foto: Nicolás Celaya, adhocFOTOS
Gerente general de Scotiabank
Nicolás Celaya/adhocFOTOS
Hay otros temas de trabajo conjunto, como la educación financiera, la ciberseguridad o la situación de deudores morosos —frente a lo cual, ya el año pasado tuvimos una iniciativa que logró llevarles solución a cientos de miles de personas que estaban en una situación muy comprometida en términos de su calificación crediticia—. Entonces, hay espacios de trabajo conjunto.
—El nuevo presidente del BCU, Guillermo Tolosa, ha señalado que hay espacio para hacer crecer el crédito. Según usted, ¿cuál es el camino para lograr que se desarrolle?
—Nosotros vemos rigideces, fundamentalmente vinculadas a lo que es el costo Uruguay, que viene por temas regulatorios y de rigidez laboral, lo que atenta contra la rentabilidad del producto. Obviamente, también hay factores culturales. Hay que trabajar en cada uno de esos capítulos y no hay una bala de plata.
Específicamente, uno de los intereses de la nueva administración es desarrollar sobre todo el mercado de financiamiento en pesos.
De nuestro balance en dólares, que es el 75% de total, prestamos el 35%. Y en muchos casos les prestamos dólares a quienes generan pesos, con lo cual estamos corriendo un gap adicional (de riesgo). Y en la hoja de balance en pesos, nuestro ratio de préstamos sobre depósitos es superior a uno; esto quiere decir que no solo prestamos todos los depósitos que tenemos, sino que prestamos parte de nuestro patrimonio en pesos. Es decir, los bancos privados, sea en préstamos personales, de tarjetas y, sobre todo, los hipotecarios —que son a muy largo plazo—, de alguna manera estamos jugando el partido del financiamiento en pesos. El problema es que no tenemos el acceso a esos pesos porque hay cuestiones de índole regulatoria que hacen que una buena parte del monopolio de esos pesos vaya al Banco República. Ahí hay un espacio bien importante donde rápidamente se podría dinamizar el préstamo en pesos, con el efecto multiplicador que eso tiene en la actividad económica. Pedimos poder competir en condiciones de mercado, y eso va a redundar en beneficio de la sociedad toda.
—¿Conversaron sobre esto con el presidente del BCU?
—No fuimos con un planteo y a la espera de una respuesta, sino con líneas de trabajo a explorar, que pueden dar rápida solución a alguna de las inquietudes que eran compartidas. Han sido las primeras reuniones exploratorias, pero entiendo que hay muy buena sintonía, con lo cual soy optimista.
—¿También es optimista en cuanto a que sean atenidas algunas preocupaciones de larga data para los bancos, como los costos impositivos o laborales?
—Cuestiones como el Impuesto al Patrimonio, como algunas tasas que cobra el Banco Central y los aportes previsionales que la industria tiene que soportar —que están totalmente fuera de lo que es la lógica en términos comparativos con lo que cualquier otra empresa o sector aporta a BPS—, obviamente que al final del día hay un passthrough a la sociedad y termina encareciendo el crédito.
De alguna manera las hicimos explícitas; pero no es solamente una lista enunciativa, sino que hay un trabajo profesional por detrás desde nuestra asociación, que valoriza estos elementos que estamos conversando.
—¿Tiene expectativas de que ahora sean contemplados?
—Hay cuestiones, como, por ejemplo, el tema de acceso a los pesos o del costo de los encajes que los bancos tenemos que integrar a Banco Central, que son concretos y creemos que (eventuales modificaciones) pueden tener un efecto inmediato.
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