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El manejo de las finanzas públicas vuelve a ser motivo de discusión en el actual ciclo electoral, una historia vieja
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHola, me presento: soy Ismael Grau, periodista especializado en economía —hace más de 30 años que sigo estos temas— y editor de la sección económica de Búsqueda desde el 2000. Desde ahora soy, además, el autor de esta newsletter, un nuevo producto periodístico para nuestra comunidad de lectores y audiencias que espero disfrutes.
¿Qué encontrarás en esta newsletter? Escribiré sobre temas económicos que considero importantes para todos nosotros como ciudadanos —la inflación, el empleo o las finanzas públicas, la deuda, etcétera— con un enfoque explicativo, analítico y, ojalá, entretenido, evitando en lo posible la jerga de los expertos, sin perder rigor técnico. También trataré asuntos cotidianos —la microeconomía, se podría decir—, como el deporte como trabajo, los tatuajes, las cosas increíbles que están pasando con la tecnología o las calles congestionadas de Montevideo… mi curiosidad por ciertas estadísticas (ver el “detrás de los números”) y fenómenos irá dándole forma a este encuentro quincenal.
Espero que me ayudes a alimentar y mejorar este espacio comentándome tus propias inquietudes, sugerencias y críticas (podés escribirme a [email protected]). Hecha esta presentación, voy al tema de hoy.
Una tendencia desde la posguerra
Los uruguayos tenemos el Carnaval más largo del mundo. Al menos después de mediados del siglo pasado, también tuvimos —¿tenemos?— un “carnaval electoral”, un aumento del gasto público y en ocasiones rebaja de impuestos cuando se acercaban las votaciones, buscando captar adhesiones. Es una expresión que vuelve con cada campaña, señalada usualmente por quien está en la oposición atribuyendo al gobierno una actitud de irresponsabilidad y de oportunismo político. Resulta efectista: es casi imposible no imaginarse al jerarca de turno del Ministerio de Economía desfilando entre la gente, vestido con traje multicolor —sin alusión a nadie— y lanzando billetes a todo jolgorio. Los economistas que han analizado este tipo de comportamiento fiscal, en Uruguay y en el mundo —porque carnavales hay en todos lados—, le ponen un nombre menos divertido: el “ciclo electoral” de las finanzas públicas.
Investigaciones hechas hace algunos años por Diego Aboal —hoy director del Instituto Nacional de Estadística—, junto con otros economistas, constataron que, en Uruguay, los gobiernos de la segunda pos guerra mundial fueron propensos a aumentar el gasto en los períodos preelectorales por encima de los niveles de los primeros años de cada administración. Así, las cuentas del Estado tendían a empeorar, con la consecuencia de heredar al siguiente gobierno déficits más grandes, quitándole margen de acción para desplegar sus políticas y, eventualmente, forzándolo a aplicar ajustes.
Una discusión instalada
¿Qué ha estado pasando esta vez en el camino al cuarto secreto? Tomando períodos de 12 meses (los economistas hablan de “años móviles”), el resultado en “rojo” de las finanzas públicas se ha ido ampliando hasta llegar a mayo a casi US$ 3.350 millones. La forma usual de dimensionar esa cifra es compararla con el Producto Interno Bruto (PIB), es decir el “tamaño” de la economía del país en ese lapso; este déficit —la diferencia entre lo que se gasta y los ingresos— creció el equivalente a 4,4% del PIB (esto sin computar la suma de dinero extraordinaria por los llamados “cincuentones” que se desafiliaron de las AFAP llevando los ahorros al BPS y a los que, más adelante, habrá que pagarles su jubilación). Ese resultado fiscal es bastante similar al de 2019.
¿Se puede interpretar que el gobierno de Luis Lacalle Pou está haciendo un manejo fiscal oportunista? La pregunta se instaló en la discusión pública en las últimas semanas. Para esta newsletter consulté a Silvia Rodríguez, una experta del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve) que en noviembre pasado publicó un análisis en el que recordó aquel historial de ciclos electorales y me dijo que, tras una mejora en los números al inicio del mandato, ya desde setiembre de 2022 empezó una reversion. “No me gusta el término carnaval electoral, pero sí diría que estamos frente a un proceso de incremento del gasto asociado al ciclo electoral” en este 2024. Y mencionó, además, que en enero —cumpliendo una promesa de la campaña de 2019— entró en vigor una rebaja del IASS, un impuesto a las pasividades relativamente altas; ella también ve esta medida como parte de un ciclo de ese estilo.
Las autoridades dicen que están lejos de pomos, disfraces y serpentinas, enfatizando que “en modo alguno” hay un “relajamiento fiscal coincidente con el año electoral”. Como contamos en esta nota, cuando en junio presentaron la última Rendición de Cuentas, aseguran que la desmejora de los números fiscales se debe, por ejemplo, a ciertos factores inesperados, como una inflación más baja que la prevista (lo que hace que se recaude menos IVA de lo proyectado), y a otros más técnicos.
Lo cierto es que faltan por correr varios meses y todavía no es tiempo de fallos que declaren si este 2024 ha sido, o no, otro año de carnaval fiscal. Pero el indiscutible deterioro reciente le está dando letra a la oposición frenteamplista.
Una sugerencia
Antes de despedirme, te recomiendo leer de nuestra última edición de Búsqueda esta entrevista de Juan Pablo Mosteiro a la directora general de Educación Inicial y Primaria de la ANEP sobre las inasistencias a las escuelas públicas, un “problema estructural y culturalmente afirmado en creencias familiares equivocadas” (agrego yo: con efectos a varias bandas a mediano y largo plazo, también en la productividad y el crecimiento económico).
¡Un saludo!
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