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Uruguay puede “subirse a una nueva ola de oportunidades” en la actual “era de comercio y flujos de capital”
La geopolítica ha incidido en la IED durante la última década, que se orienta hacia países cercanos en ideas o aliados estratégicos, según McKinsey Global Institute; su senior fellow sostiene que esto también trae “nuevas preguntas” para economías como la uruguaya
Donald Trump y Xi Jinping durante la cumbre de líderes del G20 en Osaka, Japón, en 2019.
Los patrones del comercio y el flujo de la inversión extranjera directa (IED) han cambiado en los últimos años, en parte por factores geopolíticos. Para economías como Uruguay, estos cambios pueden “abrir puertas” y también plantean “nuevas preguntas”, sostiene Tiago Devesa, senior fellow en McKinsey Global Institute y líder una reciente investigación relacionada con los movimientos de la IED.
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El informe, titulado “El cambio en la IED: cómo la inversión extranjera directa de hoy puede dar forma a la industria y el comercio del mañana”, señala que, a escala mundial, las inversiones han dejado de concentrarse en sectores tradicionales, como la construcción, los bienes raíces, los alimentos y las bebidas, la logística, los textiles o los servicios financieros, para volcarse a las llamadas “industrias que forjan el futuro”, como la inteligencia artificial (IA), los vehículos eléctricos, las baterías, los productos farmacéuticos y la robótica.
La geopolítica ha incidido en la IED durante la última década y marca una tendencia hacia la inversión en países cercanos en ideas o aliados estratégicos. La consultora también constata que hubo un desplazamiento de los capitales fuera de los grandes polos industriales. Por ejemplo, Canadá y México han captado proyectos de fabricación de autos eléctricos, un sector más vinculado a los países asiáticos. De cara al futuro, McKinsey vaticina que para 2035 el 30% del comercio global podría redirigirse hacia nuevas rutas o socios comerciales.
Devesa contestó a Búsqueda por escrito algunas preguntas a propósito de estas tendencias.
—Según un informe anterior de McKinsey, el cambio más significativo en los patrones comerciales recientes es la disminución de la distancia geopolítica promedio del comercio, que bajó de un pico cercano a 3,5, a comienzos de la década de 2010, a 3,1 en 2023. ¿Qué explica estas tendencias y qué implicancias geopolíticas tienen?
—Las economías geopolíticamente más distantes han mantenido un flujo comercial menor entre sí. Los ejemplos más claros son la reducción de los flujos entre Estados Unidos y China y el desacople progresivo de Europa de los sistemas de energía y materiales de Rusia. Hoy Rusia aporta el 11% del gas por gasoducto que consume Europa, menos de un tercio de su participación previa a 2022.
Si bien algunas interdependencias se han reducido, otras persisten. Hay importaciones difíciles de sustituir —metales de tierras raras desde China o etano desde los Estados Unidos—. Y existen vínculos internacionales complejos, por ejemplo, cadenas de suministro en las que productos ensamblados en Vietnam con piezas chinas se venden a consumidores estadounidenses.
Para economías como Uruguay, estos cambios pueden abrir puertas. A medida que las economías más distantes geopolíticamente comercian menos entre sí, a menudo redirigen flujos hacia países situados más “al centro” del espectro geopolítico —incluidos los miembros de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (Asean), la India o Brasil—, creando oportunidades para nuevas alianzas y mercados.
—Los anuncios de IED se están produciendo cada vez más entre países geopolíticamente cercanos, aunque con ciertas variaciones. Las economías avanzadas anunciaron más inversiones entre sí, mientras que los flujos hacia China cayeron casi 70%. Las economías emergentes, a su vez, atrajeron promesas de inversión desde todo el espectro geopolítico. ¿Cómo deben interpretarse estos flujos?
—Las multinacionales —especialmente las radicadas en economías avanzadas— están enviando señales claras al reducir sus inversiones en China. La geopolítica influye, pero también la competencia local en el amplio mercado interno chino.
Por otro lado, las economías avanzadas están reforzando lazos mediante más inversiones en sectores estratégicos como semiconductores, centros de datos para IA y energía.
En las economías emergentes, varios países están atrayendo IED, tanto de las avanzadas como de China en industrias estratégicas. Por ejemplo, empresas estadounidenses invierten en centros de datos en muchas regiones, mientras compañías chinas expanden su presencia en vehículos eléctricos y baterías en el exterior. Para un país como Uruguay, esto plantea nuevas preguntas sobre qué socios y en qué sectores podrían ser las fuentes más prometedoras de IED en el futuro.
—¿Qué implicaciones geopolíticas asigna al hecho de que, según McKinsey, “para ganar a nivel global, las multinacionales están haciendo apuestas más grandes” y que las megainversiones de más de US$ 1.000 millones representen la mitad del valor total?
—En el período pospandemia —desde el 2022— las megainversiones por encima de US$ 1.000 millones explicaron casi todo el crecimiento de la IED greenfield anunciada. Se trata de proyectos de gran escala como fábricas de semiconductores, gigafactorías de baterías y terminales de gas natural licuado. Para competir en estas industrias intensivas en capital y de escala, las empresas deben poner apuestas cada vez mayores sobre la mesa.
Los gobiernos también juegan su parte. Competir por atraer proyectos de gran tamaño puede catalizar ecosistemas que desarrollen las industrias del futuro. Esto cobra mayor importancia en un mundo más fragmentado, donde más economías buscan desarrollar capacidades en sectores estratégicos.
—Las inversiones transfronterizas de fines del siglo XIX forjaron la industria petrolera global; hoy la IED sostiene el desarrollo de la infraestructura de IA y los recursos que la alimentan. ¿Qué lugar pueden ocupar economías como Uruguay, pequeña y de base agropecuaria, en esta nueva geometría de inversión y comercio global?
—Históricamente, la IED ha sido clave para que los países adquieran capacidades nuevas y valiosas, ayudándolos a pasar de actividades básicas a industrias de mayor valor agregado, como la manufactura especializada. En los últimos años, sin embargo, la IED hacia sectores básicos —textil, alimentos y bebidas o químicos— se ha reducido.
Aun así, en esta nueva era de comercio y flujos de capital, economías como Uruguay pueden subirse a una nueva ola de oportunidades. Primero, a medida que el comercio se reconfigura, muchos mercados emergentes pueden abrir nuevas rutas y atraer inversiones desde todo el espectro geopolítico. Segundo, la IED sigue generando oportunidades de desarrollo. En particular, numerosos países con fuertes dotaciones de energía limpia —Uruguay incluido— han atraído más inversiones en el sector energético. Esas inversiones pueden habilitar ganancias de competitividad gracias a un suministro eléctrico más barato y confiable. Por ejemplo, esto podría implicar un mayor rol en industrias intensivas en energía, como el alojamiento de centro de datos para IA o la producción de combustibles y derivados de bajas emisiones.
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Uruguay puede “subirse a una nueva ola de oportunidades” en
la actual “era de comercio y flujos de capital”, según McKinsey