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    Ceibal busca ser un “puente” como centro innovador para reducir las inequidades del sistema educativo

    Fiorella Haim, futura presidenta de Ceibal, ve como “una muy buena noticia” que Pablo Caggiani lidere el Codicen para articular entre ambos “ecosistemas”; cree que la extensión del tiempo pedagógico “es una puerta” para avanzar en áreas STEM

    Si hay algo que la ingeniera Fiorella Haim no está dispuesta a disimular es su “orgullo” por Ceibal, el centro de innovación tecnológica al servicio del sistema educativo que considera “una política de Estado”, en el que trabaja desde su creación, en 2007, y que presidirá a partir del 1 de marzo. La pandemia del Covid-19 puso a prueba a la agencia, dice, y la reposicionó en el ecosistema educativo, porque permitió mantener a través de sus tecnologías y plataformas el vínculo entre docentes y alumnos, y garantizar así la continuidad de los estudios.

    Allí la actual gerenta general de Ceibal se envalentona en defensa de “la cultura y el espíritu” del centro, que busca afirmarse como “puente”, explica, entre el mundo de la tecnología y de la innovación educativa y las políticas de las instituciones asociadas a la enseñanza y el aprendizaje. Pasando raya, esta ingeniera en Electrónica de perfil técnico cuenta que eso es lo que más le “entusiasma” de su futuro rol político: “Articular entre ambos ecosistemas y poder ir tejiendo esos puentes; eso tiene mucha potencia”.

    Haim considera “una muy buena noticia” que el maestro Pablo Caggiani haya sido designado futuro presidente del Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) porque a él “le interesa saber qué posibilidades hay en cuanto a tecnología para la mejora de los aprendizajes” y “tomar acciones” para reducir las “inequidades” que permean el sistema educativo, explicó la futura presidenta de Ceibal. La hoy agencia innovadora comenzó a funcionar durante la primera administración de Tabaré Vázquez (2005-2010) y tuvo como objetivo inicial repartir una computadora portátil a cada estudiante de escuela pública.

    Magíster en Ciencias por la Universidad de Maryland, Haim es considerada alma mater de Ceibal —con 29 años de edad, se ocupó de su implementación técnica— y desde 2016 es la gerenta general. Con la administración de Yamandú Orsi se convertirá en la primera mujer en presidir Ceibal, sucediendo en el cargo a Leandro Folgar, quien renunció en diciembre. El anuncio oficial lo hizo el futuro ministro de Educación y Cultura, José Carlos Mahía, el viernes 24 en su cuenta de X y en el marco de la transición de gobierno.

    Lo que sigue es un resumen de la entrevista de Haim con Búsqueda.

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    Fiorella Haim, futura presidenta de Ceibal

    Fiorella Haim, futura presidenta de Ceibal

    —El proyecto Ceibal provocó resistencias dentro del sistema educativo. Sin embargo, el gobierno de Vázquez decidió crear una institucionalidad aparte y seguir adelante con Miguel Brechner a la cabeza —quien presidió el centro entre 2007 y 2020—. ¿Cómo vivió ese proceso y qué lectura hace a la distancia de esa decisión política?

    —La fortaleza que tuvo Ceibal en ese momento fue la rapidez de respuesta. Al principio, cuando se anunció, hubo muchas discusiones sobre si tenía sentido invertir en laptops. ¿Y por qué no mejor en infraestructuras? ¿Cómo va a ser? Había mucha incertidumbre. Y el hecho es que el 10 de mayo de 2007 ya estábamos entregando (las computadoras) en la primera escuela de un pueblo del interior y se pudo ver en concreto de qué estábamos hablando. Cuando fuimos a Cardal (Florida) también llegaron las primeras máquinas de fotos digitales que había en el pueblo, y también se filmaban videos. Hoy estamos en otro momento y prácticamente todo el mundo tiene un teléfono inteligente en el bolsillo, pero entonces no era solo la computadora, sino el acceso a Internet y a otras herramientas digitales.

    El hecho de haber realizado un “piloto controlado” en un lugar contenido (una escuela de Cardal) sirvió para bajar las ansiedades y ver de qué iba el proyecto. Pero en los primeros meses había mucha incertidumbre sobre cómo iba a funcionar y qué significaba contar con una institución más ágil, que sale de la operativa diaria.

    Cuando surge el proyecto Ceibal, la idea era que el Latu, como Laboratorio Tecnológico del Uruguay —institución que lideraba Brechner— lo gestionara. Y cuando sale el decreto, en abril de 2007, se establece que el Latu lleve la coordinación general, y que también participara la ANEP, el MEC (Ministerio de Educación y Cultura) y otras instituciones en una comisión política asesora.

    La ANEP se tiene que dedicar a un montón de cosas que deben suceder (para que funcione el sistema educativo) y ese es el foco. Por lo que es bueno contar con una institucionalidad específica, especializada en temas más técnicos, que dé apoyo de calidad para la transformación digital en la educación, y que cada uno se concentre en su expertise. Esto también es por un tema de responsabilidad, lo que en inglés se dice accountability. Porque cuando hay muchas instituciones que participan en estos objetivos, nadie es responsable. Si tienen que pasar las cosas y no pasan, ¿de quién es la responsabilidad?

    —Lo que empezó con el reparto de computadoras a escolares hoy es un centro de innovación con tecnologías digitales al servicio de la educación, que tuvo su “prueba de fuego” durante la pandemia. ¿Existe “otro Ceibal” a nivel mundial?

    —Con la continuidad y las características nuestras, no. Hay centros parecidos. En octubre estuvimos en Estonia y Finlandia para estudiar cómo están organizados. Y en Estonia tuvieron durante mucho tiempo y hasta hace poquito una institución similar a Ceibal. No entregaba computadoras, pero trabajaba en plataformas educativas. Lo que hay son muchas iniciativas de distribución de tecnología, pero esa función termina el día que entregan la máquina, y ahí es, en realidad, cuando empieza todo.

    —Y el centro está “exportando” su experiencia a la región.

    —Estamos en un proceso de llegar a dar consultorías. En Argentina hubo iniciativas, pero con los cambios de gobierno a veces también cambian muy bruscamente (las políticas). Y en ninguno de los casos ofrecen una globalidad de servicios y recursos educativos. Hay un organismo o un plan que entrega las máquinas, pero después la conectividad la hace otra institución, y otra se ocupa de los recursos educativos. No hay algo que vele por la integridad, y eso es muy importante. Esto es como armar un sudoku: te tienen que sumar los números en la línea vertical, horizontal y en todo el cuadradito. Todo tiene que darse a la vez para no gastar más plata de la necesaria y aprovechar los recursos. Si tenés muy buena red Wi-Fi, pero comprás una laptop con tarjeta de red deficiente, ahí tendrás un cuello de botella. Y, al revés, si tenés una muy buena máquina, sin contenidos de calidad, será un desperdicio. Tiene que haber un equilibrio.

    La idea de Ceibal es que sea universal. Capaz que hay tecnologías mucho mejores que las que usamos, pero si no llegás a todos… también tiene que darse dentro de un presupuesto que lo haga posible.

    —Ceibal cumplirá en mayo 18 años de existencia —el gobierno de Orsi será el quinto con el que trabajará, incluyendo cambios de coalición de partidos—. En Uruguay no es usual el peso de la autonomía de lo técnico en su relación con la política no partidaria. ¿Cómo explica que la institución trascienda a los gobiernos de turno?

    —Más que la autonomía con lo político, lo que pasó es que con el penúltimo cambio de gobierno, el de 2020, Ceibal se consolidó como política de Estado. Porque hay un vínculo con lo político. En el Directorio de Ceibal está el ministro de Educación, la presidenta de la ANEP y la contadora general de la nación, más allá de la presidencia de Ceibal, y ese directorio aprueba absolutamente todo lo que pasa en la institución, lo que es netamente político. Pero dentro de lo que es una política de Estado, compartimos una línea y una visión macro común, más allá de que cada administración tenga sus énfasis y sus circunstancias. La pandemia reposicionó a Ceibal como centro de innovación en el “ecosistema” de instituciones de enseñanza y aprendizaje, junto con la ANEP, el MEC y el Ineed (Instituto Nacional de Evaluación Educativa).

    Ceibal nace acá —en el parque tecnológico del Latu—, y formamos parte de la innovación tecnológica; tenemos esa cultura y ese espíritu al servicio de la política educativa. Y ser “puente” de esos dos ecosistemas es una muy linda oportunidad, porque estamos en los dos, somos parte de los dos. Y eso nos da la posibilidad de llevar algunas formas de trabajo de un ecosistema al otro, de acercar esos mundos. Eso es parte de lo que me entusiasma de este nuevo rol de presidenta: articular entre ambos ecosistemas, poder ir tejiendo esos puentes; eso tiene mucha potencia. La lógica de esta administración es que Ceibal ya dejó de ser “un plan” —por lo que se le sacó esa palabra del nombre oficial, ya que alude a la idea de algo que empieza y termina—, y quedó Ceibal, un centro de innovación tecnológica al servicio de la educación.

    —Su antecesor, Folgar, dijo a Búsqueda que la ANEP debería contar con un integrante del Codicen dedicado a la innovación, y planteó crear una “estructura espejo” de Ceibal en la administración pública. ¿Comparte esa idea?

    —(Se toma varios segundos). No estoy segura de que sea lo que garantice el aprovechamiento… Podría ser algo a explorar, pero me parece que el trabajo conjunto, de estar integrados en los proyectos de innovación que se impulsan desde el principio, es lo fundamental. Después, si tenés una estructura formal o no… Podés tener una estructura formal y que no pase nada, o no tenerla y trabajar en forma integrada. Me parece que lo más importante no es tanto la estructura sino el funcionamiento. Por eso me parece una muy buena noticia que esté Pablo Caggiani al frente del Codicen. Si tenés un presidente del Codicen que le interesa saber qué posibilidades hay en cuanto a tecnología para mejora de los aprendizajes y que este tome acciones para que sucedan cosas, por ejemplo, en cuanto a la inclusión y la equidad educativa, no sé si se tiene que designar a alguien especialmente para que eso suceda. No estoy segura de que si tengo una persona que se encarga de esto (en el Codicen), eso sea una garantía de que pasen cosas diferentes.

    —¿Con Caggiani ya tienen definido algún plan concreto para el gobierno de la educación entrante?

    —Hemos hablado por teléfono estos días. Por ahora no hemos tenido tiempo de más. Pero es una muy buena noticia que esté. Fue parte fundamental de mi decisión (de asumir en Ceibal). Ahora el directorio entrante designará al futuro gerente general. En el equipo gerencial hay varios profesionales que pueden asumir, pero eso me gustaría hablarlo con las otras personas que vayan a integrar el directorio y ver el perfil.

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    Fiorella Haim, futura presidenta de Ceibal

    Fiorella Haim, futura presidenta de Ceibal

    —La transformación curricular impulsada durante esta gestión y que a partir de marzo se completará en todos los niveles, incluye aspectos trabajados por Ceibal; por ejemplo, entre las 10 competencias establecidas, una es pensamiento computacional. ¿Cuál es su mirada sobre estos cambios?

    —Nosotros desde la Red Global de Aprendizajes, ya hace unos 10 años, veníamos trabajando con el enfoque de competencias, el trabajo basado en proyectos y otras metodologías activas con centralidad en el estudiante y en problemas de la comunidad educativa. Esos aspectos ya me parecían bien y eran parte de lo que veníamos trabajando. Que se haya ido hacia un modelo de ese tipo es un paso en la dirección a la que hay que ir.

    —¿Cree que estos cambios auguran mejores resultados en estas áreas? Las últimas pruebas locales e internacionales mostraron que el haber acortado la brecha de acceso a Internet y a los dispositivos no es garantía suficiente de mayores habilidades digitales de los alumnos uruguayos. ¿Qué responde a quienes dicen que en “el país de Ceibal” no mejoran los aprendizajes?

    —A ver… (Se levanta de su silla y proyecta una tabla en un plasma). En el último estudio de la prueba Icils (International Computer and Information Literacy Study, 2023), que evalúa la competencia digital de los estudiantes, participaron en forma voluntaria 34 países; Uruguay es uno de ellos. Los países que participaron en la penúltima edición y en esta, para comparar, son 10, la mayoría desarrollados, y de esos uno solo mejora, que es Luxemburgo. La tabla la lidera Corea del Sur con 540 puntos; Alemania, Dinamarca y Finlandia empeoran; Uruguay está estadísticamente igual (447). Ya el hecho de estar dentro de ese grupo selecto y mantenerse, después de la pandemia, para mí es una buena noticia. Y en el estudio de pensamiento computacional, en el que solo participaron 20 países, Uruguay lo hizo por primera vez y salió último. ¡20 en el mundo comparado con países desarrollados!

    Hay que ver qué pasa en el próximo ciclo. Yo creo que la transformación puede colaborar para mejorar estos resultados. Después hay que ver cómo hacemos para asegurarnos de que eso suceda; cómo efectivamente se desarrollan las competencias. Y ahí sí tenemos un potencial de acción muy fuerte. Eso es parte de lo que tenemos que seguir trabajando con la ANEP. Y parte de lo que me entusiasma de esta posición: buscar esas posibilidades de profundizar en estos temas y ver qué se puede generar.

    —Uno de los propósitos del gobierno electo es la extensión del tiempo pedagógico en secundaria, en liceos y centros de UTU. ¿Qué impacto puede tener esto en esa línea de trabajo?

    —Ahí desde Ceibal podemos colaborar con programas más tecnológicos, más de desarrollo de algunas competencias. Y puede haber una oportunidad en esto de que habrá más horas como para llenar de contenido, de tener propuestas que sean diseñadas en conjunto y que cumplan con ese doble propósito: la extensión del tiempo pedagógico con un contenido interesante y que vaya en línea con el desarrollo de estas competencias.

    —La inequidad es “la gran asignatura pendiente” y el objetivo de Ceibal es “disminuir la brecha” educativa entre los quintiles más ricos y pobres, dijo Folgar.

    —Sí, es una gran asignatura pendiente. Eso también lo ha dicho Pablo (Caggiani) en las entrevistas y es lo que están marcando los estudios del Ineed y las pruebas internacionales: dependiendo del quintil donde estás, tus resultados. Y esto es así desde hace mucho tiempo. No importa si vas a un centro público o privado, lo que importa es si estás en un quintil alto o un quintil bajo.

    —¿Cuál es el siguiente paso de Ceibal, que empezó como proyecto y continuó como plan, ahora como centro de innovación para el sistema educativo?

    —Ahora estamos en un momento donde podemos aprovechar todo esto que tenemos construido para profundizar en algunas áreas, como en la enseñanza y la metodología STEM (acrónimo de los términos en inglés que refieren a ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) en educación secundaria. Nuestros programas en general son más profundos y más extensos en Primaria, donde ha sido más rápida o más universal la llegada. Creo que la extensión del tiempo pedagógico es una puerta, una oportunidad muy linda para que eso se concrete y brindar las metodologías de resolución de problemas con tecnología en el área científica y robótica.

    Por otro lado, el trabajo conjunto dentro de las demandas del sistema educativo en cuanto a la formación docente. Ahora hay una propuesta de llegar a los títulos universitarios, y ahí ya tenemos 24 cursos creditizados, que les brindan facilidades a estudiantes del Consejo de Formación en Educación (CFE).

    También podemos apoyar a la ANEP en los procesos de visualización de información para tomar decisiones en el momento oportuno, como pasó con la pandemia. Por suerte, Uruguay tiene una institución que se dedica a estos temas con gente preparada, con equipos del lado de la ingeniería, de la docencia, profesionales de educación que trabajan en conjunto y que pueden darle ese servicio a la ANEP, y que la ANEP se concentre en las cosas en las que se tiene que concentrar.