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    En el fondo marino “está el futuro de la humanidad”, explotarlo sin conocerlo es “dispararse en el pie”

    Julian Barbiere, experto en políticas marinas de la Unesco, pide a Uruguay ratificar el tratado que ONU adoptó en 2023 para proteger la biodiversidad en alta mar

    Hay entre 7.000 y un millón de especies que aún no se han descubierto en el océano abierto. Explotar esos recursos sin conocerlos sería para la humanidad “como dispararse en el pie”.

    De esa manera Julian Barbiere, jefe de Políticas Marinas de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la Unesco, describe al principal desafío que enfrentan las políticas internacionales sobre aguas. Estos temas, subraya, “no conocen de fronteras” por lo que no alcanzan las acciones nacionales, es necesaria la cooperación.

    Barbiere es uno de los más de 400 expertos que llegaron a Uruguay para participar de la 10ª Conferencia Bienal sobre Aguas Internacionales (IWC10, por sus siglas en inglés), organizada por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés). El evento se desarrolla en Punta del Este, comenzó el lunes 23 y terminará este jueves 26. El tema de la convocatoria de este año es “Acciones transformadoras e impactos para los Objetivos de Desarrollo Sostenible sobre Agua y Océanos: la respuesta del GEF al desafío global”.

    En el horizonte de protección de los ecosistemas del fondo marino, Barbiere considera que los próximos 10 años serán claves. En ellos es necesario que los países concreten un “plan espacial marino” para sus aguas nacionales y que ratifiquen un acuerdo internacional reciente.

    Sobre esto último, Barbiere —que también es coordinador global del Decenio del Océano de Naciones Unidas— le pide directamente a Uruguay la ratificación del tratado que ONU adoptó en 2023 para proteger la biodiversidad marina en alta mar.

    En la gestión local cree que la presencia de “contaminantes y sedimentos que son transportados a través de los sistemas fluviales y que de alguna manera llegan a los acuíferos” son uno de los principales problemas, junto con el uso en la agricultura “de ciertos fertilizantes o pesticidas” que también llegan a los sistemas de agua.

    Lo que sigue es una síntesis de la entrevista de Barbiere con Búsqueda.

    —¿Cuáles son los principales objetivos de la Conferencia Internacional del Agua? ¿Cuál cree que será el legado más importante de esta edición?

    —Esta conferencia es muy importante. No se había podido llevar a cabo en más de seis años. Es la primera vez que reunimos a la comunidad global de actores que está tratando de resolver los grandes problemas que tenemos en el agua dulce y en el medio marino. Aquí en Uruguay tenemos más de 100 proyectos que son financiados a través del GEF y son realmente donde la acción está ocurriendo. Sabemos que los acuíferos, los océanos y las zonas costeras están siendo afectadas por la contaminación, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, y ningún país tiene la capacidad de abordar por sí solo estos problemas de manera efectiva, porque estos temas no conocen fronteras. Trabajar a nivel nacional no es suficiente; necesitamos crear conexiones entre los países que comparten esos recursos, como el acuífero Guaraní, que es compartido entre Uruguay, Brasil, Paraguay y Argentina. Estos proyectos crean un entendimiento común y es donde necesitamos encontrar soluciones. Esto viene de la mano de reunir la ciencia adecuada para entender cuál es el estado de esos ecosistemas, por ejemplo, de las áreas marinas, y entender qué presiones y amenazas diferentes están ocurriendo ahora y cuáles ocurrirán potencialmente en 10, 20 o 30 años. Cuando se trata del océano, sabemos que está cambiando debido al cambio climático. Se está calentando con la acidez oceánica, que también es resultado de la absorción de emisiones de CO2 y la sobreexplotación pesquera.

    Esta conferencia tiene como objetivo reunir a esta comunidad que trabaja a escala regional y local para compartir sus experiencias, porque muchos de los temas que abordamos en la región del acuífero Guaraní son similares a los que enfrentamos en acuíferos de África. La idea es compartir esas soluciones y entender cuáles son los desafíos. Algunos de ellos están relacionados con cómo aseguramos que todos estos actores participen en esos proyectos y se beneficien. ¿Cómo se sostendrán los proyectos a lo largo del tiempo? Un proyecto generalmente tiene una duración de tres o cuatro años y luego surge la pregunta: ¿qué sucede después? Por eso también es crítica la cuestión de la sostenibilidad y el asegurarnos de que el proyecto se traduzca en acciones. Un legado muy fuerte sería intentar encontrar nuevas estrategias para asegurar que todas esas acciones realmente lleven a una acción gubernamental, pero también a una acción local, porque muchas de estas soluciones vendrán desde un nivel municipal, trabajando con comunidades locales, aprovechando el conocimiento tradicional en esas regiones. Tenemos un gran recurso en términos de experiencia reunido esta semana en Uruguay y más de 100 proyectos representados desde las partes más remotas del mundo en el Pacífico Sur hasta acciones en montañas, glaciares, lagos, acuíferos, océanos y alta mar, que es una nueva área de enfoque.

    —¿Hay compromisos concretos o iniciativas que Uruguay podría adoptar a partir de las discusiones que surjan de la conferencia?

    —Por ejemplo, la ONU adoptó en 2023 un nuevo tratado legal para proteger la biodiversidad marina en alta mar, pero el 50% del océano es en realidad alta mar. Así que es una enorme área que hasta ahora no se beneficiaba de ninguna protección, lo que significa que las actividades humanas podrían llevarse a cabo allí sin ninguna restricción o regulación. Ahora tenemos este tratado, pero solo entrará en acción si los países lo ratifican a nivel nacional y necesitamos que para el próximo año sesenta países lo ratifiquen. Eso significa que queremos y necesitamos que países como Uruguay adopten este tratado ante el Parlamento. Entiendo que ya hay algunas discusiones en curso para ratificarlo y es el tipo de cosas donde podemos tratar de acelerar el compromiso político.

    —La conservación marina sigue siendo un desafío no resuelto en Uruguay. ¿Qué acciones podría tomar el país para fortalecer su contribución a la protección del océano y por qué cree que ha quedado rezagado en este aspecto?

    —El objetivo global ahora para la conservación del océano es del 30%. Esto incluye tanto las aguas bajo jurisdicción nacional como las de alta mar. Así que quizás lo que ha faltado primero es una comprensión clara de cuáles son esas áreas clave que necesitan protección, y para eso se necesita tener una sólida capacidad de certificación que permita recolectar datos y entender qué especies y qué ecosistemas están en esas áreas nacionales. El siguiente paso es entender cuáles son los usos excesivos del océano alrededor de esas áreas. Porque el océano, particularmente en la zona económica exclusiva nacional, es donde se están llevando a cabo muchas actividades: pesca, extracción de energía, extracción de minerales, transporte marítimo y turismo. Todas esas actividades se superponen y crean cada vez más presión sobre el medio marino. Por eso lo que estamos defendiendo es que los países, cuando piensen en áreas marinas protegidas, también deberían pensar en un contexto más amplio y entender cuáles son las áreas para la conservación y cuáles para el desarrollo económico sostenible. Y esto es lo que llamamos “planes marinos espaciales”. Tenemos más de 100 países en todo el mundo que han desarrollado esos planes marinos espaciales, que se desarrollan en consulta con la industria del transporte marítimo y del turismo, los gobiernos y las comunidades locales, para que esas áreas protegidas se ubiquen en las zonas que realmente lo necesitan y puedan coexistir con otras actividades humanas sin ser impactadas. Es un gran proceso de planificación que el espacio oceánico necesita.

    —¿Cómo puede Uruguay beneficiarse de la cooperación internacional en la gestión de los recursos hídricos?

    —Yo, en particular, lidero el Decenio de las Naciones Unidas de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible, un movimiento global para proporcionar información científica que ayude a encontrar soluciones para la gestión oceánica. Uruguay podría beneficiarse ciertamente de estos esfuerzos. Es importante que Uruguay tenga un mecanismo sólido de coordinación oceánica que reúna diferentes partes del gobierno, pero también de la sociedad civil y la industria, porque al final para encontrar soluciones se requerirá cooperación entre estos diferentes sectores. También estamos tratando de impulsar una coalición de 100 países que se comprometan el próximo año —durante una conferencia de la ONU sobre los océanos en Francia— a tener el 100% de sus aguas nacionales bajo gestión oceánica. Eso requiere también un fuerte apoyo técnico de la ONU y es lo que estamos haciendo con la Unesco. También estamos trabajando con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, con el GEF y otras organizaciones con ese objetivo.

    —Con el crecimiento del concepto de “economía azul”, ¿qué oportunidades ofrece la gestión sostenible de los recursos marinos para el desarrollo económico y social de Uruguay?

    —Es lo que intentamos hacer en esta década: que los países definan las prioridades de investigación adecuadas y que esas prioridades de investigación apoyen los objetivos de desarrollo económico. Eso significa que deberíamos tratar de ayudar a los países a desarrollar estas estrategias de investigación porque para desarrollar la economía azul, se necesitan datos. Se necesita observación oceánica para entender cómo funciona tu ecosistema, cuánto podés extraer en términos de recursos y cuánto necesita ser protegido. Ahí es donde la ciencia necesita entrar en juego, para desarrollar aplicaciones específicas en los diferentes sectores: pesca, agricultura y energía renovable. Ahora hay soluciones para hacer todo de una manera mucho más sostenible. Queremos que Uruguay, siendo un país costero, tenga un fuerte enfoque en la innovación, la tecnología y la ciencia, y pueda medir la capacidad del ecosistema oceánico para proporcionar esos servicios. Es una oportunidad que puede ser aprovechada a través de la economía azul.

    —¿Cuáles son los principales desafíos que Uruguay tiene que enfrentar en la gestión del agua en este momento?

    —Sabemos que en muchas regiones costeras, que tienen también un gran río como el Río de la Plata, muchos problemas provienen de la sedimentación, de muchos contaminantes y sedimentos que son transportados a través de los sistemas fluviales y que de alguna manera llegan a los acuíferos. Así que necesitamos entender y mapear esas fuentes de contaminación e intentar mitigarlas. Muchos problemas también están vinculados con la agricultura, porque el uso de ciertos fertilizantes o pesticidas termina en los sistemas de agua y eventualmente en el océano. Así que necesitamos encontrar alternativas y también asegurarnos de que usamos la cantidad adecuada de productos donde realmente se necesitan.

    —Si pudiera priorizar una acción global relacionada con el agua o los océanos para los próximos cinco o 10 años, ¿cuál sería?

    —Que todos los países implementen un plan espacial marino para las aguas nacionales y que luego todos los países ratifiquen el nuevo acuerdo legal para que podamos empezar a proteger los ecosistemas del fondo marino, porque ahí es donde está el futuro de la humanidad. Sabemos que hay entre 7.000 y un millón de especies que aún no se han descubierto en el océano abierto, así que si comenzamos a explotar esos recursos sin conocerlos sería como dispararse en el pie. Por eso necesitamos de la acción internacional para proteger esos ecosistemas y gestionarlos de una mejor manera y los próximos 10 años serán claves en este sentido.