En 1915, Uruguay aprobó la ley que estableció como límite para la jornada laboral las ocho horas diarias y las 48 horas semanales. Esa norma lo convirtió, en aquel momento, en un país pionero, pero hoy, más de 100 años después, la legislación aparece rezagada con relación a muchos países europeos, que comenzaron a dar pasos más allá a partir de la década de los ochenta, y algunos de la región.
El PIT-CNT tiene como uno de sus principales propósitos poner en discusión la reducción de la jornada laboral. Ese fue uno de los planteos centrales del acto del 1º de mayo de 2023, y este martes 13 de agosto, con un evento en su sede, lanzó una campaña decidida tras esa meta.
En el documento, los autores estudian cómo Francia, Portugal, Chile y Corea del Sur llevaron adelante distintas reducciones de la jornada laboral. Luego, hacen una revisión de la “literatura internacional” sobre esas y otras experiencias, para intentar identificar qué efectos se verificaron. En el tercer capítulo, a partir de información recabada en la Encuesta Continua de Hogares, el informe da cuenta de algunos elementos que pueden resultar significativos para la discusión en Uruguay de la reducción de la jornada laboral.
En las consideraciones finales, Araya y Blanchard señalan que para Uruguay “resulta razonable pensar en combinar” cambios normativos nacionales que “establezcan el límite máximo general a la jornada laboral” con margen a establecer “aspectos específicos de la implementación” en la negociación colectiva. Con base en las experiencias internacionales analizadas, apuntan que dar margen a “flexibilizar” la distribución del tiempo de trabajo en un mes o varios meses “puede atentar contra el objetivo de la reforma”.
“Parece razonable que el margen que se dé para flexibilizar, en caso de existir, tenga que servir de un acuerdo en la negociación colectiva y no quede establecido en la ley general”, sostienen.
En junio de 2023, legisladores del Movimiento de Participación Popular (MPP) presentaron en el Parlamento un proyecto de ley para reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales con una aplicación gradual: el primer año de 48 a 46 horas, el segundo de 46 a 44, el tercero de 44 a 42 y el cuarto de 42 a 40.
Araya y Blanchard también califican como “razonable” establecer una “gradualidad” con un período de adaptación para las empresas, diferenciada según variables como su tamaño y la magnitud de las horas de reducción que deben aplicar en cada caso. Apuntan que el proyecto de ley que ingresó al Parlamento no contempla el tamaño de las empresas y sugieren que se haga. De nuevo, advierten que períodos “muy extensos” de adaptación pueden llegar a resultar “contraproducentes”.
Sobre si es necesario que el Estado dé a las empresas apoyos fiscales para procesar los cambios, el estudio de los economistas dice que la “evidencia empírica” muestra que se pueden lograr los objetivos de reducción de la jornada laboral sin estos “incentivos”.
En la última ronda de negociación salarial, algunos sectores, como el metalúrgico, hicieron planteos de reducción de la jornada laboral.
Datos: la carga horaria laboral en Uruguay
A pesar de la ley de 48 horas semanales, la carga horaria laboral descendió en las últimas décadas. La economista del Instituto Cuesta Duarte, Alejandra Picco, dijo en el evento que la jornada laboral promedio es de 39,6 horas semanales. El promedio, sin embargo, “esconde heterogeneidades muy grandes”, agregó.
El informe de Araya y Blanchard muestra que en 2023 la población ocupada fue de 1.700.000 personas. Más de la mitad de ellas, 993.000, trabajan 40 horas semanales o menos, 308.000 entre 41 y 47 horas, 200.000 trabajan 48 horas, y 199.000 más de 48 horas.
Si se mira la población asalariada, los trabajadores en esa condición son 1.211.000. De ellos, 688.000 trabajan 40 horas o menos, 267.000 entre 41 y 47 horas, 158.000 hacen 48 horas, y 98.000 más de 48 horas. Enfocarse en los asalariados “tiene sentido”, según los autores, porque serían los directamente afectados por una ley de reducción de jornada laboral.
Para explicar qué tipo de cosas esconden los promedios, Picco señaló que “poco menos de la mitad de los trabajadores” hacen más de 40 horas semanales y un 9% más de 48. La situación de esta última porción de los trabajadores, afirmó, “se aleja del trabajo decente”.
Un dato que subrayan los autores es que a medida que aumenta la cantidad de horas disminuye la cantidad de mujeres empleadas con relación a los hombres. Por ejemplo, en la franja de entre 41 y 47 horas semanales, la cantidad de hombres es 1,77 veces superior, mientras que en la de más de 48 horas es 2,5 veces mayor la presencia masculina. Si se toma en cuenta a la población asalariada, los hombres casi triplican a las mujeres en la franja de más de 48 horas semanales.
“La reducción de la jornada laboral, al generar puestos de trabajo con jornadas menos extensas, podría reducir las brechas por género que hoy persisten”, indica el informe.
Las cifras relevadas en el informe parecen dar pie también a considerar el tamaño de las empresas en la gradualidad. Allí se detalla que mientras en las empresas de 100 empleados o más el 62% de los trabajadores hacen 40 horas semanales o menos, en las empresas de entre 50 y 99 empleados el porcentaje es de 45% y de 42% en el de las firmas con entre 10 y 49 empleados.
“Los más afectados por la reducción de la jornada parecerían ser los asalariados que se desempeñan en empresas pequeñas y medianas”, dice el informe.
Al analizar los distintos sectores de actividad se refleja una “gran heterogeneidad” de situaciones. Entre ellas los autores destacan que el 71% de los asalariados agrícolas y ganadores, el 69% de los del transporte y almacenamiento, el 66% de los de la industria manufacturera y del comercio, y el 60% de los de la construcción realizan más de 40 horas semanales. En el transporte, la mitad de los trabajadores hacen 48 horas o más. En el otro extremo, más del 80% de los trabajadores de la enseñanza, la salud, las actividades financieras, las profesionales y las técnicas hacen 40 horas semanales o menos.
Empleo y productividad
Parte de la literatura internacional analizada refleja que reducir la jornada laboral tiene efectos favorables en los niveles de satisfacción de las personas involucradas con sus trabajos y con sus vidas. También hay algunas evidencias sobre mejoras en la salud y sobre el cuidado personal.
Hay dos elementos centrales de la discusión, sin embargo, sobre los que no existe evidencia contundente. Uno de ellos es el empleo. Araya y Blanchard sostienen que a nivel teórico existen argumentos razonables tanto para sostener que reducir la jornada laboral puede mejorar los niveles de empleo como para argumentar lo contrario. La evidencia no muestra efectos claros en un sentido u en otro.
La productividad es también “muy relevante” en la discusión, según los autores, porque si existiera un incremento de la productividad como efecto de la reducción de la jornada, esta ayudaría a “contrarrestar” en parte los costos que deben enfrenar las empresas. El informe señala que la “literatura internacional”, ante la “escasez de datos” que permitan conclusiones más generales, se ha dedicado a “estudiar empresas particulares”. Los resultados de estos estudios “no tienen por qué ser extrapolables” a otras empresas o países.